Este pequeño limícola es sin duda mi favorito, no por el colorido de su plumaje, que es de lo más discreto, si no por su forma de vida vinculada a las rompientes de acantilados marinos, roquedos y espigones, siempre expuestos al embate de las olas.
Procedente del ártico, pasa los inviernos en las costas cantábricas, donde le podemos ver alimentándose principalmente de pequeños insectos, moluscos y crustáceos, en un constante juego de intuición con las olas, a las que parece conocer a la perfección.
Espero que os guste esta serie de fotografías, tomada un día de tregua, en este lluvioso y frío invierno.