Reig Plá ha organizado un curso de sexualidad "Como dios manda". Bárcenas y sus compinches se repartían sobrecitos con estrenas que acababan en Suiza. Suiza tiene que ser como la casa de Haensel y Gretel pero en dorado y con cajas fuerte en lugar de contenedores para el reciclaje. Las mujeres de la India acaban colgadas en árboles, violadas y condenadas a seguir viendo cómo destruyen a sus hermanas sin que nadie las defienda.Las mujeres de la India no pesan. Tampoco pesan los ahorros de aquellos que suscribieron en acciones preferentes.( Ayer me encontré con una de mis vecinas en el mercado y me dijo que ella y su marido habían invertido el ahorro de su jubilación en Bankia, para poder tener un fondo después con que manejarse cuando envejecieran y no ser una carga para nadie. Ahora se han quedado sin vejez y a su dignidad apenas le quedan fuerzas.) En Mali todo son desastres: guerras, espionaje, muertos cubiertos de polvo. Los duelos en el lejano oeste son ahora las guerrillas del próximo oriente. Rodamos películas, sorteamos los telediarios, aceptamos secuestros, negociamos recortes, esquivamos las trampas, fingimos tranquilidad...
Así giran los días. La rutina se ha convertido en un carrusel de sinsabores y desengaños al que te subes o pretendes evitar. Hay tardes en las que la realidad es tan cochambrosa y salpica tanto, que no escribo por no alargarla, por no darle más escenarios. Intento ahuyentar los miedos y le doy la vuelta al cansancio de la rutina recreándome en lo bueno que está teniendo esta etapa de mi vida. Soy feliz, me siento querida, estoy bien de salud, puedo ayudar a los míos. Mi alegría es la de un jueves cualquiera en el chino del barrio, compartiendo rollitos vietnamitas y un vino del montón. No me hace falta París- pedí uno y convirtieron mi Downtown en el Barrio Latino, lo que ha resultado mejor- y me aburre intentar ser una hipster de provincias, una bohemia de calle Mayor. De un tiempo a esta parte me he convertido en ama de casa americana de los cincuenta: pongo música, nos servimos una copa antes de la cena, preparo menús los fines de semana y encierro en tuppers mi creatividad mezclada con el síndrome del nido. Aprendo a cocinar mientras escucho a Linda Mirada, hago cocido, lentejas, croquetas y arroces "mientras la música no pare". Leo a Roth en los minutos del pescado al horno. Plancho manteles de abuela inglesa e imagino alargando el brazo con el que manejo la plancha que me pierdo por la ruta 66.
Han pasado las navidades, quietas y llenas de visitas y amigos. Hicimos las listas de recuerdos, de álbumes y momentos del año. Pedimos nuevas oportunidades para el 2013, que según se mire va a molar mucho- mr.wonderful- o que va a ser una mierda-mr.wonderfuck- como cualquier otro. Es una época complicada, no hace falta ser analista para verlo. Allá donde nos acerquemos hay problemas, realidades ásperas, pero no nos podemos quedar emparedados entre las sábanas por eso. Hay que seguir, tampoco es tan horrible. A mí me gustaría ser como Azcona y transformar en risa dulce la penuria, pero eso es cosa de genios. Yo solo puedo decir que me escapo. Mis túneles son- afectos aparte- los conocidos: las novelas cortas de uVe en el facebook, las canciones de Nixon y Linda Mirada , las series del ordenador, los libros que me descargo, la hucha que estamos rellenando para fugarnos este verano, los besos, la alhambra especial, los puzzles de Ravensburger, las clases de francés- ya me atrevo a decir algo- y los proyectos.
De ahí que haya pasado más de un mes sin acercarme por aquí. Hay momentos en los que me gustaría hablar de tonterías- como que el otro día me cruce con unos chavales haciendo el test de Cooper de camino al juzgado y me fijé que las chicas, adolescentes primerizas, corrían tapándose las tetas, como sin saber dónde ponerlas y pensé que pese a Oysho y Decathlon, pese a los sujetadores y a las series de instituto, el cuerpo se te descontrola a una edad y sea la década que sea, no sabemos cómo manejarlo, y nada ha cambiado mucho- y ser una Blanche Dubois de la blogosfera, pero después no me siento capaz de dejarme llevar y escribirlo por una mezcla de pudor y respeto.
Por eso, me he vuelto americana, china, japonesa o vietnamita y me enrosco en la tranquilidad de mi casa, con mis zapatillas silenciosas, en este bunker de sopas y pelis de domingo. No es que haya dejado de escribir, es que este es otro momento. De ahí el quedarme calladita en esta ventana. Es que no sé que decir.
Así que...eso es todo, amigos.
Que sean muy felices.