No solo por la falta de costumbre- un blog, al fin y al cabo, es poco más que eso: un ejercicio de rutina, buscar, fotos, resumir, disecar canciones- sino por el sentido que a veces se le encuentra al silencio.
Hay temporadas en las que no puedo callarme, que noto que vivo con la piel girada hacia fuera. En cambio, hay otras en las que me agarro a la moleskine y la lleno de caligrafía para hormigas. Todo transcurre hacia dentro. Como si estudiara mapas de ríos subterráneos.
La crisis nos ha robado la mitad de los temas. Ha impregnado los paisajes urbanos y hasta la idea de los viajes. De repente conocemos a más gente que se va y no es de vacaciones, sino que buscan su hueco fuera.
Pero en proporción, lo que más daños causa es el desánimo. Esta tristeza en el día a día que no se nota pero que causa lesiones permanentes. Una descalcificación de los huesos.
Pero en proporción, lo que más daños causa es el desánimo. Esta tristeza en el día a día que no se nota pero que causa lesiones permanentes. Una descalcificación de los huesos.
Por eso a veces apetece estar callado. Para qué contar si las paredes están grises. En las últimas semanas he estado echándole un cable a mi hermano con su tesis doctoral. La idea de trabajo en Marx y en Habermas. No he entendido apenas nada- yo me fijaba fundamentalmente en la ortografía y en el estilo- pero he dejado de pensar en pagos e impuestos.
He cumplido cuarenta y uno. Eso también es importante. Ha quedado a un lado la crisis personal, la de los espejos. Mis amigos, en general, tienen novias más jóvenes que yo, se fijan en chicas de treinta. Nosotras, sus compañeras de pupitre, pasamos a una especie de limbo. Y se nota en las conversaciones. Mis amigas están más preocupadas por los proyectos que no consiguen, por la vida que quieren llevar y no alcanzan que ellos. Ellos, no sé por qué- y tampoco sé si es bueno o mejor- andan en otra cosa. Les preocupa la soledad, supongo. A ellas ya se les ha pasado ese dolor de cabeza, o les duele en otro sitio.
Me ha dado por leer novela negra. Será por el tiempo, que ya es de octubre y hiela los pies. Me entretengo con facilidad entre asesinatos e investigaciones ajenas.
He emprendido una cruzada personal contra las "Cincuenta sombras de Grey". Me dan sarpullidos cada vez que en una comida, almuerzo o reunión de mujeres sale el tema del maldito libro. Menudo engaño. Menuda estafa. Menudo burka erótico nos ha caído encima. Si antes no era apropiado para las mujeres hablar de sexo, ahora, que ya podemos llega una norteamericana adicta al culebrón barato a resucitar los tópicos: virginidad, ojos grises, amante maltratador y rico, sumisión, cenicienta y por último, ganas de redimir al tipo. De verdad que estoy esperando conocer a la mujer- sensata- a la que le ponga eso. La que se excite pensando en que un Richard Gere que toca el piano le va a enseñar a follar mientras ella hace el pino puente como una colegiala. Qué ganas. Ahora que nos hemos quitado las escenas de sábanas de raso y velas tras las persianas de Top Gun o Melrose Place, justo ahora, hay que comprarse el set de doma para disfrutar en la cama. O tener un cuarto oscuro. Ya sabéis, si os gusta algún tipo, preguntadle antes si tiene cuarto oscuro, aunque sea el trastero y le cueste pagar la hipoteca. Alguien que no tenga una pequeña perversión, aunque solo sea estética, no es de fiar.Yo, desde que leí el libro, tengo en mejor consideración al príncipe Carlos de Inglaterra. Al menos su "Quiero ser un tampax" era creativo, distinto.
Me cuentan muchas de mis amigas que el libro escandaliza a algunas casadas y las tiene secuestradas mientras sus maridos roncan. Después en las cenas, a la hora de los cafés lo comentan y se lo pasan como si fuera "El amante de Lady Chatterley". No quiero pensar en las consecuencias de semejante manual. Si todo lo que nos rodea está condicionado por las modas, imagino que el sexo en los próximos diez años va a estar salpicado de esta subversión del sadomasoquismo para adolescentes mudas.
Qué horror. Sin embargo la genia sigue vendiendo por medio mundo (en Inglaterra tenía los escaparates de las mejores librerías al reventón) y amenaza con una película. Yo propongo a Tom Cruise para el papel de Grey. De oscar.
Cuesta volver, pero de repente una noche me llegan tres comentarios desbocados de esos que escribe Sonia, en pelotón y me tiembla la barbilla. He de reconocer que no todo es gris, ni muchísimo menos, que está siendo una época bonita, tranquila, donde sonrío más que a menudo y a veces las piernas se me doblan de emoción.
Quería contestar a comentarios sueltos. Poner fin a estados incomprensibles del facebook. Me apetecía empezar el otoño y no sabía por dónde. De ahí la foto: entre periódicos y con las manos calentitas. Ayer cuando los encontré- y me los apropié- lo pensaba: tal vez este sea un buen lugar.