Siempre he querido vivir esa escena de Dr.Zhivago: dormir como Julie Christie y descubrirte escribiendo al abrir los ojos. Quedarnos abrazados entre las mantas desafiando el presente, el pasado y el futuro con una sola cosa a la que agarrarme: tus manos. O ser Omar Shariff y desollarme los dedos trasladando al papel los cuentos que te susurro mientras duermes. Pintarte un mapa en la espalda y que sea nuestra Mágina- o tu Macondo- y que encontremos el camino a ese palacio de hielo en el que daremos la espalda a la revolución.
El frío se convierte en un motivo para volver a algunos costumbres. Para instaurar otras. Aprendo a hacer lentejas y retomo el blog. No sé bien por dónde empezar. Mis dedos dan volteretas. He estado cinco semanas rayando la moleskine sin pensar. He intentado llenarme de todas las cosas que eché de menos este verano: desayunos en Voramar, risas, comidas improvisadas, gente nueva, reencuentros. No he conseguido terminar ni uno solo de los libros que he empezado. He ido del trabajo a casa y de casa a quién sabe dónde me llevaba la jinkana de cada tarde. He empezado a ser feliz otra vez. Feliz de una manera extraña, sin un motivo concreto ni grandes explosiones de alegria. Feliz en espacios pequeños.
Ahora busco entre los cajones esos guantes con los que me sentaba a escribirte cuando tú no me leías.Cuando me los ponga seguro que escucharé el tema de Lara.
PS: Hoy hay q leer el post de Isaac, en Tentari. Dan ganas de fugarse a su biblioteca.