Mi padre me traía folios y lápices bicolores del despacho.Yo aún no sabía escribir pero pintaba filas de hormigas y las salpicaba de puntos. Así empezó todo. Desde entonces no he dejado de rayar cualquier cosa: desde los folios del juzgado hasta el cartón de las medias. Esto no se cura, así que lo mejor es vivir rodeada de letras.
lunes, 29 de marzo de 2010
Lo que podemos, muchas letras.
martes, 23 de marzo de 2010
Me voy a marchar
Dublín, ocho de la mañana.
Nada, que no hay manera. Ni la primavera toma colacao ni tiene ganas de acercarse por estas tierras. Me despierto en fases- pongo el despertador a las seis de la mañana porque estoy convencida de que a esa hora me sacará de la cama el borrador de una novela fantástica- seis, siete y por fin las ocho, hecha una croqueta entre las sábanas y no se ve nada al otro lado del cristal.
El martes se ha vuelto yogur.
El mal tiempo se ha colado hasta en los minutos musicales, mirad si no el vídeo de ayer de Coque Malla. La Gran Via a punto de llover. Cómo me gustan esas azoteas, cómo las echo de menos.
El año que estuve yendo y viniendo de Madrid- creo que ya lo he contado alguna vez- apunte entre mi lista de objetivos ver la Gran Vía desde arriba. Así que un fin de semana de Mayo en el que tenía un poco más de liquidez me pillé una habitación en uno de los hoteles cercanos a Callao y pregunté si se podía subir a la azotea. El chico de recepción me miró con cara de "aquí cada cual tiene su filia, pero si no molesta..." y me indicó donde estaba la puerta mágica.
Subí al desván- como los dibujos de José Ramón Arévalo- y me encontré con una terraza enorme, como la de estos vídeos, debajo del reloj de telefónica (que es mi referente en Gotham city) desde la que se divisaba todo Madrid. Y cuando digo todo es que lo que desde allí no se veía o no existía o es que no era Madrid, de lo preciosa que era la vista.
La terraza estaba vacía. A todas horas. Lo digo con conocimiento de causa, porque como era Mayo y hacía un solazo estupendo- como en el vídeo de Tulsa- yo casi me pasé los dos días allí, con mi coca-cola en el suelo y la moleskine, escribiendo tonterías y sintiéndome la mujer más afortunada del mundo. Siempre se ha dicho que "De Madrid al cielo", ¿no? Pues yo acababa de entrar en la sección de perfumería y vistas del limbo.
Invité a mis amigos a que me visitaran en la torre. Solo Giorgio, que es viajero como Phileas Fogg se atrevió. Vimos anochecer desde allí y nos inventamos historias sobre nuestros vecinos de azoteas: " Aquellos del césped artificial son publicistas o tienen un gabinete de comunicación" "El piso de enfrente es de una señora que lo heredó de su madre y no ha cambiado los muebles" " Por esa ventana se asoma la mujer infiel de un banquero que acaba de ponerse botox y así no sufre cuando le sonríe con indiferencia"...El reloj de telefónica se puso rojo, de un rojo infierno y nos fuimos a la calle porque no estábamos de humor para soportar las rarezas de Batman.
A la mañana siguiente le propuse a Giorgio volver a la terraza, hacer un picnic en ella: "Si no hay nadie Giorgio, es toda nuestra. Te puedes traer el piano si quieres, no te van a molestar." Pero él con gran sensatez me dijo : "Evamaring, no. Hoy hay que volver a la tierra" Cuando Giorgio me llama evamaring suele tener razón y además de razón, aliña sus palabras con un tono hipnótico, así q yo le sigo como si fuera el flautista de Hamelín.
Aquella mañana también lo hice. Bajé a tierra y nos pasamos el día caminando por Madrid, como Forrest Gump pero en castizo. A la hora de cenar estábamos en Lavapiés y en el escaparate de una librería muy extraña vimos un cartel con la foto de una señora que decía que Dios le dictaba los libros.
-¿Ves Giorgio?, esta señora tiene línea directa sin necesidad de subirse a lo alto de un edificio.
- Si evamaring, ya lo veo. Pero a ella no quiero cogerla de los pies y tú, aunque has bebido demasiado bourbon con orquídeas, aún puedes vivir en la tierra.
Me convenció.
Giorgio me desarma con sus argumentos. Desde entonces cada vez que veo las azoteas de la Gran Vía pienso que estuve cerca de vivir allí. Si aquel fin de semana Giorgio me hubiera dejado, os escribiría desde lo alto del Meliá Gran Via.
Por eso cuando veo estos vídeos siento nostalgia.
Y ganas de irme volando.
lunes, 22 de marzo de 2010
domingo, 21 de marzo de 2010
Un baile
martes, 16 de marzo de 2010
Balada de las piscinas invernales
lunes, 15 de marzo de 2010
Entrenamiento
Temblad.
Más horas de sol
despiertan mi lado
más cursi.
Cuidado
al abrir
vuestras taquillas.
He metido una coreografía dentro.
viernes, 12 de marzo de 2010
Señoras de rojo
domingo, 7 de marzo de 2010
La electricidad de la flor del almendro
Desde el sábado estamos sitiados. Han empezado las fiestas locales- la Ma(g)dalena- y los tópicos caen como flechas sobre nuestras ventanas. Rasgan el aire a cualquier hora y aparecen disfrazados de comentarios, de bar que sube los precios de la carta, de multitud de gente con copas por inercia. Yo este año me he propuesto no ir en contra del viento, es decir mimetizarme con los demás y hacer lo que surja, lo que me dejen, rellenar espacios vacíos como un barbapapá. Así que tal vez mañana sonría como Bob Esponja, y camine por el techo de mi casa como un globo de helio (si hay algo que se multiplica por las calles estas fiestas son los globos de helio de Bob Esponja) buscando el calor de las esquinas. De todas las formas avistadas hasta el momento es la que me parece más sugerente.
Y es que estamos de fiesta, aunque algunos cuestionen a Hemingway y yo no consiga incluirme en esa primera persona del plural. Pero ese es mi problema: las celebraciones colectivas me suenan a extranjero, peor aún , las antípodas me resultan más cercanas. Cuando me autocompasiono mi madre aúlla y amenaza con tirarme la tierra de las macetas.
Si me preguntaran qué fiesta prefiero, en estos momentos elegiría una cena japonesa a velocidad infraluminal con el Dr.Spock. Me imagino después de un baño caliente en una dependencia de la Entreprise, con mi uniforme rojo y negro- no tan minifaldero como en los comienzos de la serie- acercándome a un pequeño departamento en el que Spock y yo cenamos sobre el suelo. De fondo, la vía láctea; sobre la mesa blanca el sushi, los cuencos de porcelana, el sake. Mis mejillas un poco encendidas, a lo Jane Austen y los gestos del científico muy pausados, como la conversación. La curiosidad que siento por su pasado vulcano. Sus cejas elevadas tras la sopa de miso...oh.
Creo que me está afectando la ingesta de cacahuetes. Acabaré entrevistada por Jesús Vázquez en un especial intergaláctico del "I love Escassi" en el año 2310. Que Uhura y Lara Dibildos me protejan.