lunes, 6 de julio de 2009

Playa Berlín



"Sólo yo sé cuándo sobrevivimos."

Elena Medel, "Mi primer bikini"
Hay una playa subterránea en Berlín.
Una costa accidentada de raíles y puentes, de parques donde los ángeles se tumban en hamacas y lanzan piedras al agua. No puedes recorrerla entera, pues tiene más de mil calas escondidas y su ubicación varía según el destino de los vagones de metro. El color del agua es vainilla los días de calma, cobalto los miércoles, jueves y viernes. Muchos opinan que tiene la textura del mediterráneo, porque vas caminando entre las olas hasta meterte en sus cuevas submarinas, donde juegan los osos entre arrecifes de sacos de munición; otros creen que en su origen fue océano, y que oceano morirá si no dictan otras cosas las banderas de los socorristas. Algo de razón tienen, te lo digo por su fuerza, ya que a menudo sucede que en los días de tristeza la corriente te lleva hacia la línea del horizonte- donde se tumba el rayo verde- porque estabas en un mal sitio. Allí el mar te mece, te naufraga, te hunde y al cabo de un tiempo, sin algas en el bañador, ni erizos pegados en las orejas, con mucha suavidad te devuelve a la playa. Predomina en sus decisiones- tanto en la elección del náufrago como en la de su destino- la prudencia, así que suele dejarte en buen puerto. Tal vez no sea el mismo del que partiste, pero es el que te espera.
No hay un lugar mejor para llegar que aquel en el que el farero ha visto tu foto.
Así nadie te hace preguntas.
Sobre eso precisamente debo adverirte una cosa: Nunca preguntes dónde está playa Berlín, porquela respuesta es obvia, como te estoy contando. Debajo de Berlín. No necesitas más señas, además los habitantes de la ciudad- no solo los allí empadronados, incluso también muchos autobuses de turistas- están aburridos de escuchar esa cantinela ( "¿por dónde se va a la playa?") cuando llega el buen tiempo. Se lo han preguntado cientos de veces: en documentales, en comidas de negocios, en bicicleta, en los juzgados, en las paradas de autobús, en la cama, en los balcones, en tres tipos diferentes de extranjero (situados como los anillos de saturno, en una brevísima y concéntrica circunferencia: extranjero uno-donde aún se puede beber cerveza-, extranjero2- donde se doblan las películas y no se subtitulan- extranjeroalotroladodelafrontera-donde resucitan los vikingos) y ya hartos, decidieron por referéndum ( ratificado por la canciller Merkel en el Checkpoint Charlie) decir que nadie es profeta en su tierra, que los berlineses no saben de mapas. Así que no esperes que te dejen en la puerta.
Yo también voy por allí, pero tampoco me preguntes dónde está la playa. Ni trates de confundirme interrogándome por el verano, que tengo que convocar elecciones generales para darte una respuesta : marcar el comienzo exige la disolución de mis cortes - cámara alta, lóbulos de las orejas; cámara baja, dedos de los pies- que andan resolviendo placeres con lentitud y retraso. Ahora precisamente me están sobreviviendo.
Cuando acabemos con la activación y la supervivencia estrenaremos el verano.
Por ley orgánica.
Pero ahora que bebo agua con gas- rodaja de limón, pelín de hielo- y sin querer floto suelo despertarme en Mitte con mi maleta de rayas. Llego a mi apartamento con chanclas. Mi equipaje no pesa, pues solo llevo el bikini, dos libros (uno de poesía, otro de pegatinas) y papeles de colores para practicar el origami y resucitar el arca de Noé: subiremos tres pajaritas, dos ranas, un cocodrilo y el tucán del recibidor. Porque cualquier día en la playa de Berlín nos sobreviene el diluvio y yo a los ángeles no voy a pedirles nada, que están de vacaciones y juegan con Colombo al guiñote. Lo que pasa es que siempre pierden, aquí pese a las guerras y al frío, ellos no consiguieron aprenderse las trampas. Así que desplegaré mi barco de papel ( tres mil periódicos hoja por hoja extendidas de eslora) y montaremos un concierto en la cubierta principal. Habrán "Copas de yate" y músicos del Juan Sebastián Elcano. Préparate las zapatillas.
Este va a ser un verano perfecto: está empezando a llover sobre los jardines de Tiergarten.
Corre, que ya casi han llegado las vacaciones.