lunes, 31 de marzo de 2008

Cosas que me gusta hacer cuando me bloqueo

1. Quitarle, tras algunos mordiscos, la tapa al bic.
2. Cocinar un revuelto de huevas de lumpo con cangrejo que bauticé como "japonés" y acompañarlo de cerveza fresquita.
3. Escuchar a Chet Baker pidiéndome que "Let's get lost" y pasar de largo.
4. Irme a la cama pronto, con los suplementos de todos los periódicos y quedarme dormida, entre las revistas.
5. Soñar que mañana es abril y me despiertas con un chiste de "Faemino y cansado".

El principio

Copio-pego el cuento que me sirvió para pasarme "de gratis" una semanita en El Escorial.Algunos ya lo conocéis, pero otros, como Carmen aún no lo han leído- ¡qué raro! Si lo llevo siempre encima, como las órdenes de alejamiento..´.-y nunca lo había colgado en un blog.El título era una palabra japonesa que yo dibujaba sobre papel de arroz en vertical y absolutamente inventada (como veréis no reparaba en efectos especiales) y la historia no está basada, como las películas de Antena Tres, en hechos reales: mi padre sigue feliz y contento y yo siento adoración por él, tanto que mis allegados me llaman Electra. En fín, que ni lo he corregido y lo escribí hace...¿cuatro años? Sé que está sobrecargado de imágenes, pero es q entonces escribía así, cocinaba almendras garrapiñadas, pero bueno, no lo destrozo más...que cada cual opine lo que quiera. Ahí va:
"Silenciosamente, la japonesa volvió a su jaula.
Desde mi sillón no se distinguía bien su rostro, pero creí que estaba más pálida que de costumbre y por eso no me extrañó cuando la escuché sollozar.
Mi padre encendió la televisión para que sus lamentos de pájaro no despertaran su conciencia y resoplando, se tumbó sobre el sofá. Jugueteaba con sus zapatos de muñeca mientras veía el fútbol y la sonrisa de triunfo que se le dibujaba me provocó náuseas.
Me fui a la cocina y pasé junto a la jaula, pero no quise mirar demasiado a Suki para que mi padre no sospechara nada. De reojo comprobé que seguía tumbada sobre el suelo de madera, escondida entre la seda de su kimono, llorando sobre sus pies descalzos.
No dudé: escogí el cuchillo más grande, uno que él también había traído de su último viaje a Asia y bebí un vaso de agua antes de regresar al salón. Mi padre se había quedado dormido con los brazos sobre los ojos. Me asustó pensar qué sucedería si se despertara.
Pero supe dónde debía apuntar cuando distinguí su gemido de geisha entre los gritos del locutor y los ronquidos de mi padre. Al llegar al corazón del viejo con el cuchillo, noté como su cuerpo se doblaba y el famoso empresario que me había dado el apellido hacía un abdominal último e imposible sobre sí mismo.
Me salpicó una sangre pegajosa y caliente y su mirada de montaña rusa clavada en mí. Pitaron el final de la primera parte del partido. Apagué la tele. No se oía nada. Recogí los zapatos del suelo y me acerqué a la estantería.
Suki me miraba, asustada y temblorosa, desde el otro lado de los barrotes. Abrí la jaula y puse los zapatos junto a la puerta.
Ella al principio no supo qué hacer, después, bajó la mirada, arregló su pelo negro y con pasos de colibrí anduvo hasta detenerse frente a mí.
Se calzó con una suavidad infinita, como si estuviera cubriéndose los pies con gasas y me miró.
Yo apenas respiraba.
Echó la vista atrás, despidiéndose de aquella jaula que había llenado de perfume de cerezo y con un susurro me ordenó: “Vámonos”.
No pude coger nada, ni ropa, ni dinero, ni fotografías...nada. Sólo a ella.
Se sentó en la palma de mi mano con la delicadeza de una mariposa y al salir a la calle llovía: la metí en el bolsillo de mi pantalón para que no se mojara, y de vez en cuando la veía sacar por allí la cabeza, dando grititos, como si cantara.
Y así me fui de casa, sin hacer ruído."

domingo, 30 de marzo de 2008

El mundo de los Quien

He llevado a Mar por primera vez al cine.La pobre me lo había pedido ya hace mucho tiempo y en vista de que sus padres aún no habían tomado la iniciativa, esta tarde nos hemos fugado las dos. Palomitas, fantas de limón y de naranja, el aparato ese que levanta a los niños del asiento- vaya, de paso aprovecho para quejarme del precio de las entradas de los críos, el mismo que el de un adulto: me ha parecido un atraco- y el primer comentario de la niña al entrar en la sala: "Vaya...si es como un teatro..." Pequeña decepción. Después mi asombro ante la evolución cultural y genética de los niños de ahora: llegamos a la butaca, le coloco el aparato, la subo a su asiento y Mar, de un golpe de mano, me arrebata la caja de palomitas (que para ella era un cajón, no sé cómo veía la pobre), empieza a dar sorbos a la pajita y tan ricamente, como si hubiera vivido allí toda la vida, ni Homer Simpson ante un aparato de televisión está tan natural. Después ha gritado, ha aplaudido, ha insultado al malo, se ha pedido el chico "que hace musiquita"- el hijo del alcalde de los Quién, con corte de pelo poppie y un aire a lo Tim Burton, de un gótico dulcificado- y al terminar, me ha mirado de reojo y me ha dicho: "¿Qué, nos quedamos a ver otra?"
Si después de eso saca el ticket del parking del bolsillo de su chaqueta me planteo el engaño premeditado que provocaron en "Barrio Sésamo" con los conceptos de "grande" y "pequeño".

sábado, 29 de marzo de 2008

Burbujas y botones


Hace unos días Nínive hablaba de montar una mercería. Al leer su comentario recordé este correo que escribí hace unos años y que guardé, precisamente, por mi fascinación ante el mundo de los botones (soy alérgica a los botones, me dan mucha grima y no sé porqué) y de las burbujas. ¿Qué relación existe entre las burbujas y los botones? Realmente no lo sé, pero dejo el texto, para quien guste:
"Estoy esperando q la dependienta de la mercería me traiga unas medias de rejilla de mi talla.Como me aburro y la señorita en cuestión no parece haber recibido una beca fullbright de esas, los minutos vacios se hacen allí dentro moscas de insoportable zumbido.De repente oigo sus tacones detrás de la cortina (las mercerías se componen fundamentalmente de dos estancias: pasillo primero, con mostrador y señora adicta al petitpoint a la que se le han acabado las reproducciones de Rembrandt para regalar a los sobrinos- en el que me desasosiego yo- y pasillo secreto, paraíso de los botones nacarados de colores lisérgicos en el que la dueña y única empleada de la mercería, y ocasionalmente corsetería, dejaba que su novio le tocara por debajo de la falda siempre que no sonara el xilofón chino que tiene colgado en la entrada y que tiene la melodía de campanitas del lugar, que sino qué van a pensar, Juanfran, qué van a pensar...) y la observo acercarse con el cartoncito en la mano a ritmo de látigo fustigador-pam, pam, aquí mando yo, pam, pam- y a un metro de distancia dedicarme un mohín de rancio desagrado, de esos que se mueven en vertical, de arriba a abajo y de abajo hasta tus abuelos, y así sucesivamente. Entonces me pregunto qué coño le he hecho yo a esta mujer para qué me brinde ese gesto.
Es ese interrogante, esa palmada de amargada y devota de Santanarosaquintana, ese jardín secreto de botones y lanas, esos lirios de Van Gogh a punto de cruz enmarcados de madera noble, ese olor a nafatlina, todo eso o cualquiera de ellos , el más absurdo de todos, se convierte en el motor que desencadena la ansiedad de los cuentos.
Y entonces te subes a la noria.Pónte el cinturón y sujétate, por favor.
Lo de escribir es algo casi esquizofrénico, te asalta en cualquier momento y te llena la mente, el estómago, la rutina y hasta los sueños.De repente te asaltan las vidas de otros que nunca existieron, y que ni siquiera sabes si llegarán a cobrar una entidad propia, pero que están ahí, inquietantes, brumosos, hablándote, tomándose cafés, embarcándose en situaciones q ni siquiera tú misma sabes si llegarán a buen puerto.Y mientras todas esas historias se tejen y deslabazan en tu cabeza sientes que la realidad pasa por delante de tí como una moviola, y tú la miras impasible, desde tu burbuja, porque aunque te muevas no darás ni un paso en el mundo de los señores o señoras y ni siquiera tus amigos podrán oir tus palabras, ni mucho menos entender tus miedos porque tú ya estás, ya has pasado al otro lado y los contemplas desde detrás del espejo.
Así siento yo la soledad del que escribe, o así percibo yo mi soledad al escribir.Como verás se trata de un aislamiento lleno de personas pero muerto de voces, un vacio escondido en mi esófago, detrás de mi frente, entre mis orejas..un hueco, sin más..."

miércoles, 26 de marzo de 2008

La tramontana

Sopla en Peñíscola un viento que pinta el cielo de un azul más intenso que en cualquier otro lugar de la costa. Los que viven allí -o los que han crecido entre los callejones que llevan al castillo- lo saben y lo respetan. Es más, diría yo que se sienten parte de él, y que es esta una sensación extraña, la de ser parte de un viento que va, viene, arrastra y azota.Pero tal vez sea porque la tramontana ha escogido lugares como Peñíscola para regresar siempre, y los que se sienten unidos al pueblo de Calabuig, los que cierran los ojos y escuchan el eco sordo de las olas rompiendo contra la esquina del Bufador, también saben que por muy lejos que viajen- Madrid, Hong-Kong, Saturno- sus raíces son de agua y están ancladas al Castillo del Papa Luna.Por eso su naturaleza es la misma que la de ese viento.
Paula y Migue han abierto hace unas semanas este local en Peñíscola. Apenas tuvieron dudas al elegir el nombre: la tramontana. En la calle del Sol- si mal no recuerdo), justo al doblar la esquina, han decidido compartir un trozo de su hueco con amigos. Paula inventa ensaladas, montaditos y otras delicias del libro de recetas de Hansel y Gretel, mientras Migue se escapa entre las mesas como un gato delincuente y siempre tiene una sonrisa, diez minutos, un recorte de mar para disfrutarlo con los que hasta allí se acercan.
Sopla la tramontana sobre el ismo y desaparecen los souvenirs de las aceras, las urbanizaciones mastodónticas que empañan los alrededores, los autobuses que descargan turistas como rebaños de borregos, las discotecas piramidales...sopla la tramontana y se lleva todo lo que nos impide ver a los extraños la belleza de ese pueblo.
Y al atardecer, como cualquier noche, a la Tramontana se acercan a cenar Sofía Loren y Charlton Heston.

martes, 25 de marzo de 2008

Estadística

A media mañana ha sonado el teléfono. Eva, mi compañera de despacho, me ha pasado la llamada a la velocidad de la luz : "¡¡¡Te llaman del Consejo General de la Abogacía!!!¿Qué querrán?¡¡Ponte!!". No sé si se hubiera emocionado tanto de haber sido Zapatero el que estaba al otro lado del teléfono para proponerme la cartera de Justicia. Yo, que vivo rodeada de remordimientos y dentro de una cápsula de culpa me he preguntado qué tipo de sanción podía poner el Consejo- órgano supremo entre los letrados, sumo sacerdote de los picapleitos- y ya no sabía si levantar el auricular o fingir avería, turbulencias o un tornado en Castellón para protegerme del ataque. Nada más lejos de la realidad: solo se trataba de una encuesta sobre el funcionamiento de la administración de justicia y del bonito gremio al que por trabajo, pertenezco.
Me he roto las medias, he subido las botas sobre la mesa y con mi pose más radical y mi lengua más punkarra he ido contestando una a una a todas esas preguntas que siempre he querido escuchar cuando llevo más de media hora en un juzgado y me siento al borde de la depresión. Esta mañana he resultado hasta graciosa, de una ironía tan punzante que el chico de la consultora debe estar pasando un mensaje a sus jefes en plan: "Hemos encontrado una yihaddista en mitad del sistema. Yo advertiría a los de la policía judicial por si quieren vigilarla". y mientras yo, largando por esta boquita: que no creo en la justicia, que los abogados somos los parias de los tribunales, que lo de la igualdad de partes es una broma de mal gusto, que los colegios profesionales sirven para poco o para menos, que cada vez hay menos gente honesta entre los que ejercemos la profesión, que duele hasta el tuétano ver cómo el ciudadano es víctima de la desigualdad y de nuestro descontento, que cuesta un huevo mantener un despacho y después te pasas todos los días del mes pensando "¿para qué?¿para qué?" y que el turno de oficio era bonito mientras duraba la ilusión de estar haciendo algo de forma desinteresada en favor de los más necesitados de la sociedad y luego era una decepción cuando comprobabas que nadie, ni siquiera tu propio cliente, agradecía tus dolores de cabeza ni tus lágrimas.
Aún se escuchaba el eco de mi discurso pseudoanarquista en el despacho cuando ha venido...¿?Magda, llamémosle Magda. Bien, pues Magda es una mujer de veintisiete años con un niño y un pasado de palizas violaciones y malos tratos. La había citado para hablar de su asunto e ir preparándolo.No hemos podido hacerlo. En cuanto he comenzado a preguntarle se ha derrumabdo, me ha contado su situación económica, laboral y personal y he sentido una arcada de impotencia y como los ojos se me estaban llenando de lágrimas. La he escuchado,e intentado animarla y cuando se ha ido me temblaban las piernas. Llevo catorce años en esto y he visto de todo o casi y sin embargo no consigo tener un estómago de acero, un "corazón de piedra", un ánimo de silextone. No puedo...
Cuando conozco a alguien y le cuento que me gusta escribir y que antes oslía hacerlo, siempre me encuentro con la misma suposición : "Siendo abogada tendrás muchos temas de que hablar, ¿no? Habrás oído mil historias, crímenes, robos..." Sé que si yo no hubiera trabajado en esto tanto tiempo podría pensar lo mismo, pero a estas altural cuando escucho esa frase se me tuerce la sonrisa. Intento explicar que el dolor que siente la gente me parece tan profundo y tan sangrante más que a menudo, que para mí sería una falta de respeto y un acto de pésimo gusto fabular sobre lo que he vivido con ellos.
Mi frustración me la guardo en las libretas que rayo en los pasillos de la Audiencia, o en la lentitud corrosiva de cada mañana cuando pienso que tengo que volver a esto y seguir luchando, aunque sea solo para que las estadísticas hablen de que mi fé en el Estado de derecho se ha muerto.

viernes, 21 de marzo de 2008

Mira el sol, como sale...



Bueno, ya está. O casi. De momento he superado la invasión de las cajas y los que hicieron la mudanza no me bajaron desfallecida con la grúa(que poco me faltó).Ahora solo me queda deshacer los cien mil bultos que me traje y dejar que cada objeto vaya encontrando su sitio.La verdad es que la casa nueva es muuuuuuuuuy chula (está feo que lo diga, pero es que lo es). Me despierto y parece que sea Heidi: solo escucho pajaritos y la habitación se inunda poco a poco de rayos de sol, hasta bañarla por entero. Además con el buen tiempo q está haciendo estos días casi parece verano y he aprovechado para desayunar en la terraza con las gatas, aunque allí no tengo ni una sola silla y me tumbo en el suelo en plan cutre. De lejos se ve Benicàssim, las montañas del desierto y un trozo de mar.¡¡¡El mar!!! Después de eso, poco puedo pedir. Bueno sí, que me llegue la pasta para comprarme un Mac como el que Heidi tiene y así ya podré cantar con el abuelo. (Es coña, estoy feliz y mi pecé, con sus carencias funciona divinamennnnte, así q de cambios nada). A las gatas les costó un poco más venir (si no llega a ser por Antonio, que se encargó del dispositivo meter a Frida en el transportín aún siguen en el piso antiguo, que parece Hiroshima después del bombardeo, un horror, da tanta pena q se te olvidan hasta los recuerdos) pero ahora se dedican a husmearlo todo y están entretenidas, no se han enfadado ni nada. Así que poco a poco todo va funcionando. No tendré vacaciones, pero después de estos días creo q volveré a ser persona.

Además ya estamos en primavera y no hay mejor forma de inaugurar una nueva etapa. Que disfrutéis mucho de estos días.Nos escribimos, nos leemos.

martes, 18 de marzo de 2008

¡¡¡Nos vamos!!!


Ellas también querían escribir algo, lo que pasa es que siguen sin ponerse de acuerdo. Lógico: Justine es impulsiva, juguetona, no piensa demasiado las cosas, se lanza a ellas...mientras que Frida es tímida, discreta y reflexiva, le cuesta más mostrar sus emociones.Así qus siguen meditando mientras yo lidio con la mudanza. Nos vamos.Buscaremos un rincón cerca de la ventana para seguir escribiendo.Hasta luegooooooooo.

Nóctula

Última noche: tomo la fotografía desde la ventana de mi habitación.El edificio amarillento es el asilo. Ellos también se mudan: las hermanitas de los pobres han hecho como yo, abandonan el centro y cambian este pequeño oasis por un local en las afueras, rodeadas de naranjos. Han elegido el sol. Hoy no se ve a nadie en la galeria, justo detrás de la palmera.Hubo un verano en el que yo no podía dormir y me asomaba a este minibalcón para ver la calle y siempre veía, detrás de esa barandilla, la sombra de una mujer sentada en un sillón.A menudo pensaba que era mi propio reflejo, cincuenta años más tarde. Las dos estábamos solas; las dos no podíamos dormir.Las dos esperábamos que nos rescatara alguien: el hombre que sonríe en la fotografía del cajón; el tipo que busca mujeres serpientes en los pasos de cebra o el chico que detenía su coche, siempre de madrugada, en este cruce para que subiera hasta mi almohada una canción sin letra. Las dos esperábamos, pero nadie llegó. Solo nos visitaban los murciélagos.
Es la hora de la despedida y no la encuentro. La casa está tomada por los recuerdos y las voces de quienes la habitaron.Frida y Justine, mis dos gatas, saltan de cajón en cajón y me miran confusas. No hace frío, parece un golpe de verano.Ella no está y yo no me despido.
Mejor; no hubiera sabido qué decirme.

lunes, 17 de marzo de 2008

Cerveza de jengibre para todos


Que levante la mano el que no haya leído a Enid Blyton. Mejor aún, que mande una foto para que le conozcamos, porque me parece imposible que alguien de este planeta no haya tenido entre sus manos un libro de Los Cinco. Esa señora fue la culpable de que yo fingiera una gripe cercana al tifus en tercero de egebé, cuando a unos meses de la primera comunión me regalaron las colecciones íntegras de Torres de Malory (la maravillosa vida en un internado de Darrell, Sally, Alicia y Gwendolyne, entre otras) las mellizas O'Sullivan en Santa Clara (más internado de chicas pero en cursi, además ellas no jugaban tan bien al lacrosse como Darrell, con lo que perdía bastante emoción la lectura) los Siete Secretos, la serie de "Misterio en..." y lo mejor de su obra: las aventuras de Los Cinco. Julian, Tommy, Dick, Ann y Georgina- que era la chica que quería ser un chico- y el perro, Tim eran los protagonistas de las aventuras que yo soñaba con vivir. Siempre estaban a su bola, campaban por media Inglaterra a sus anchas y en aquellos momentos parecía que los condados del Reino Unido eran más peligrosos que el bronx, porque en cuanto los cinco primos- hermanos y prima- se decidían a hacer un picnic una banda de malhechores, contrabandistas o traficantes de armas paseaba por los alrededores y secuestraba a alguno. Todo esto sin que a sus padres les preocupara lo más mínimo la doble vida de agentes de la benemérita que llevaban los niños, ya que pese a la afición de los menores por el crímen y el mundo del hampa siempre les mandaban en vacaciones a un lugar con un castillo en ruinas o a una isla con escarpados acantilados, eso sí, con la recomendación de que cuando resolvieran el misterio y pillaran a los asesinos gracias a un traspiés de Tim o a una confusión con la sexualidad de Georgina, lo celebraran con una súpermerendola.
Y eso era lo que más me fastidiaba a mí de los Cinco y de los libros de Enid Blyton: que con ella las meriendas sabían mejor que en casa. Yo no sé si la escritora padecía algún trastorno alimenticio o es que había pasado mucha hambre en la posguerra, pero no he leído jamás descripciones más suculentas de algo tan común como un tomate abierto. A mí se me rebelaban todos los jugos gástricos. Para colmo siempre brindaban con cerveza de jengibre, que era una bebida que no tenía comparación ni con la cocacola, que era lo más para una niña de la transición.
Por culpa de Enid Blyton pasé los mejores veranos de mi vida en un internado- bueno... en un colegio para extranjeros en Canterbury, pero en invierno era un auténtico internado, con sus desvanes, trampillas y todo, que conste- en busca de aventuras. Tuve suerte y no encontré jamás a un solo malhechor, ni conseguí jugar un partido de lacrosse (cuando lo preguntaba a mis profesores me miraban como si hablaran con una persona de otro planeta), pero probé la cerveza de jengibre y casi me dió una arcada.
Eso era lo único en lo que exageraba Enid Blyton.
El resto, os lo juro, era verdad.

Notas al pie antes de que comience la semana

1. Salto de blog en blog para ponerme al día y compruebo que hay mucha gente que sabe mucho sobre cine, literatura y música. Regreso a mi página verde y me doy cuenta de la pobreza de mis contenidos.Aguanto la respiración y sigo adelante: o soy una inconsciente o se trata del orgullo mal definido.
2. Entre los que saben mucho abunda el uso de las frases impersonales y del plural mayestático al dar opinión.Me sorprendo asustada: el "nos parece"o el "pensamos" como categoría desde la que partir me impresiona. Para mí es un trampolín demasiado alto. Yo subo escalones desde la ignorancia y compruebo que no me da tiempo para leer, escuchar ni estudiar tanto.
3. Sigo rodeada de libros y la mayoría están pendientes de que les dedique una semana, algo de tiempo.Eso me reconforta: tengo una lista interminable de lecturas pendientes.Me relamo.
4. Vuelvo a los juzgados en domingo y a deshora: hoy voy con los vaqueros y el acusado es más cruel que un piel roja.Me cuesta contener la indignación mientras le escucho. No me engaño cuando digo que ya no tengo estómago para el penal. Estoy en el grupo de riesgo de las úlceras y camino del infarto.
5. Aplico la lógica entre la legaña y el bostezo: si admito que no sé y que me queda tanto por aprender; si el tiempo que invierto en ello me parecen vacaciones y si el trabajo me produce una enfermedad.¿Por qué sigo ejerciendo?
6. Como llego al callejón sin salida de siempre, suspendo la sesión. Antes he releído algunos posts que he escrito y me sorprende la dislexia y la creatividad ortográfica que despliego en mis textos.Como diría Belu "escribo a vuelatecla".Así que pido perdón.
Buenas noches.Que la fuerza nos acompañe a todos.

domingo, 16 de marzo de 2008

Un cuento antes de dormir



""Yo soy la que llega a tus sueños todas las noches y te dice esto: ojos de perro azul" Y dijo que iba a los restaurantes y les decía a los mozos, antes de ordenar el pedido:"Ojos de perro azul" Pero los mozos le hacían una respetuosa reverencia, sin que hubieran recordado haber dicho eso en sueños. Después escribía en las servilletas y rayaba con el cuchillo en el barniz de las mesas: "Ojos de perro azul".Y en los cristales empañados de los hoteles, de las estaciones, de todos los edificios públicos, escribía con el índice: "Ojos de perro azul" . Dijo que una vez llegó a una droguería y advirtió el mismo olor que había sentido en su habitación una noche, después de haber soñado conmigo. " Debe estar cerca"...."

Gabriel García Márquez, "Ojos de perro azul", 1950.

Mi primer cuento no tenía final.Un hombre y una mujer se conocían durante un viaje en un tren nocturno. Él tenía insomnio y ella se enamoraba de su timidez. Comenzaban a hablar y al cabo de las horas se quedaban dormidos. Al despedirse, ella sabía que no iba a poder conciliar el sueño nunca más porque le había regalado a él un lugar donde encontraría descanso. También sabía que, a cambio, ella pasaría el resto de sus noches despierta, pensando en él. Y que solo se encontrarían en ese momento del día, durante la noche, cuando él soñara con la mujer del tren y ella vagara por la oscuridad con el recuerdo de su viaje. Proyecté que no se iban a encontrar nunca más, que su amor sería intangible, irreal.Comencé a escribirlo pero no supe ponerle fín. El borrador se quedó con los apuntes de la carrera y nunca he vuelto a intentarlo.

Un par de años más tarde descubrí este cuento de García Márquez y al leerlo supe que era la misma historia que yo hubiera querido contar.Desde entonces cuando no puedo dormir trato de reescribirla y me vence el sueño con esa imagen en la retina: un hombre, una mujer y esa frase "Ojos de perro azul".

A menudo, cuando me despierto creo que la habitación huele a tí. Y húyo hasta de los cuentos.

sábado, 15 de marzo de 2008

Daños colaterales a la mudanza

Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
Serrat, "Aquellas pequeñas cosas".

La pesadilla continúa

Esto es peor que la guerra bacteriológica de la semana pasada; peor que la maldición de los faraones en Egipto; peor que los Gremlins; peor que las siete plagas...¿por qué decidí registrar y ordenar alfabéticamente mis libros? Debí hacer caso a Isa y no continuar con esta tarea de chinos. Ella me advirtió cuando iba por Calderón de la Barca y hoy me he despertado con "El camino del corazón " de Sánchez Dragó. ¿Cuándo me he comprado yo un libro de este señor? ¡¡¡Y hasta tiene dedicatoria!!! Pero...si yo no reduerdo haberlo leído... lo peor es que no hay duda, soy yo: "Para eva, con amistad, el corazón en el camino y el mundo por montera..."
Me vuelvo a la cama. No soy capaz de enfrentarme con mi pasado.Ni con la toma del salón de mi casa por el ejército de los Premios Planeta. Si caigo en la batalla, no me recordéis por esto: pensad en mi debilidad por Bradbury, Dostoivsky, Cortázar, Rulfo, Durrell, Cohen, Martín Gaite, Cela...y apartad de mí estas portadas rojas y blancas.

viernes, 14 de marzo de 2008

Titiritera

Se llama Mar y tiene tres años. Desde que nació la cara de mi madre se ha llenado de ternura y es que no hay cariño comparable al que le da esa niña. Mar es hija de mi primo, pero la sentimos tan nuestra que llama "abuelo" a mi padre y el pobre se derrite. Ella lo sabe y de vez en cuando, sin venir a cuento, sin que nadie se lo pida se abraza a él y le dice que le quiere mucho.En esos instantes la vida se para y solo existen los ojos de Mar, que son los de una niña con ganas de descubrirlo todo. Yo, como me dijo un amigo, soy su "Baloo"- el oso de "El libro de la selva"- le enseño a comer hormigas, le digo que pegar es de cobardes y le cuento que en Formentera hay una playa de arena rosa en la que duermen los peces más bonitos del mundo. A ella lo que más le gusta es que nos escapemos las dos juntas a cualquier parte y que nos enredemos en una conversación de mil horas.Es la única que sabe hablar con mis gatas- "Justine, me tienes que cuidar que yo soy pequeñita", mientras la coge del rabo para que el animal le mire- dice que "su príncipe" es mi mejor amigo - y demuestra ahí que tiene buen gusto, porque Antonio es, además de un amor de hombre, lo más parecido a un príncipe de cuento que conozco- y que de mayor no sabe si ser abogada o titiritera. Yo le contesto que entre esas dos opciones no hay duda, titiritera. Mar ha ido a tres obras de teatro y se ha colado entre bambalinas, de ahí su afición por el faranduleo. Ella me mira como si estuviera meditándolo y me pregunta si nos llevaremos la maleta (los Reyes Magos le dejaron en mi casa una maleta pequeñita que se ha convertido en su mayor tesoro: todo lo mete dentro y lo transporta de un lugar a otro), así que yo también voy a ser de mayor titiritera - lo advierto- y después sigue con su torrente de ideas :"Tenemos que ir a Madrid a ver a nuestros amigos, a Paco y Ali", "Me tienes que llevar al cine que yo no lo he visto","¿Cuándo nos vamos a ir a la playa rosa?","¿Donde está tu cole, en Madrid o en Formentera?","¿Las princesas beben Coronita?", "¿Por qué Rajoy pega a Zapatero?" (pregunta que nos ha dejado a todos perplejos, porque nadie sabe de dónde se ha sacado la niña semejante duda)... Estas Navidades bailó el twist en la función de su colegio y cuando llegó a casa, muerta de cansancio, me contó un secreto : "Tengo un príncipe, ¿sabes? Se llama Miguelito, baila conmigo y...¡se hace pis encima!" y abría los ojos entusiasmada. A la vuelta de vacaciones Miguelito había pasado a la historia y a Mar ya no le preocupaba el baile ni su pareja. Me tranquilizó: no quiero ser la madre de la Pantoja, ni Julio Iglesias cuando cantaba "De niña a mujer", pero es que cuando ves ese derroche de alegría, inteligencia e ingenuidad en ese cuerpecito te gustaría que no creciera, que durara siempre este regalo que es su ternura.
Pero Mar decide seguir viviendo e insiste: " Va Eva...dímelo...¿cuándo vamos a ser titiriteras?"
"Pronto Mar, eso está hecho." le digo, pero se me moja la sonrisa de lágrimas. Así que si a alguien le sobra un papelito en cualquier película, obra de teatro o espectáculo circense que me lo diga. Que yo no puedo defraudar a esta niña.

jueves, 13 de marzo de 2008

Just like honey (pequeño homenaje a Nínive Drake)





" Un rizoma no comienza y no termina, siempre está en el medio de las cosas, es un ser- entre, un intermezzo.El árbol es filiación, pero el rizoma es alianza, únicamente alianza.El árbol impone el verbo "ser", pero el rizoma tiene por tejido la conjunción "y...y...y...".En esta conjunción hay fuerza suficiente para des-enraizar el verbo ser (...).Entre las cosas, no trata una relación localizable y que va de uno a otro, y recíprocamente, sino una dirección perpendicular, un movimiento transversal que lleva el uno al otro, arroyo sin comienzo ni fin, que corroe sus orillas y toma velocidad entre las dos."


Deleuze y Gauttari, introducción de "Mil mesetas" . Cita efectuada por Juan Bonilla en el prólogo de "Nocilla dream", de Agustín Fernández Mallo.

Son las 20:23 en Tokio y la noche está llena de luces de neón. Los antiguos faroles de Edo han sido sustituidos por óleos de bombillas que se derraman sobre la ciudad. La explosión de color es embriagadora.Valencia se ha despertado vestida de azul plastidecor y Nínive, de camino al trabajo, iba pensando que pese a su lumbalgia la mañana parecía más brillante, como la primera página de una libreta por estrenar. Sin embargo a Fritus esta luz mediterránea le parece distinta según la orientación, cita a Josep Plá y explica que no todo el mediterráneo es idético, que nuestro carácter es rico en matices y en colores. Está en lo cierto: pocos atardeceres tienen los reflejos cobrizos, de ala de mariposa, que despliegan en las islas; no hay excusa mejor para fugarse a Formentera que la de ver cómo el sol se pone y pierde el amarillo. Como el instituto en que Richi da clases de filosofía, en Zaragoza, que necesita otra mano de pintura: Zaragoza es una ciudad amarilla que gana con los años en brillo, aunque a lo lejos parezca que se le apagan las paredes. Pero Richi ha aprendido a colgar postales por las esquinas y cuando todos duermen él camina atado a su sombra, por debajo de los balcones y atraviesa avenidas, rotondas y cruces sin semáforos para dejar en algún rincón de su ciudad una fotografía de Corrientes (Buenos Aires), señales que prohiban la indefensión en Bucarest, o restos de la fiebre de Edinburgo. De lejos cuesta ver esos destellos, sin embargo desde aquí parecen luciérnagas. De lejos, nada se parece a la realidad.
La realidad está llena de círculos que al mirarlos de cerca se convierten en una cadena de anillos de un mago. Mientras el mago saca de su chistera las últimas palabras, Nínive aguarda a que Richi cuelgue su última canción, "Valaquia", un cuento de sombras y lobos, vampiros y mujeres de muñecas transparentes. Nínive siempre lo hace : esconde las canciones de La costa Brava en el bolsillo y después las lleva a todas partes. Si se va de viaje en su maleta, junto al neceser, coloca "Un mundo que valga la pena"; si se escapa a Dènia algún fin de semana no se olvida de "Banderas rojas", y en los desayunos de zumo, tostadas, prensa, sofá, blogs y zapatillas mientras las horas se relamen de tanta pereza, Nínive se aplica su propia medicina y celebra que ya no hay limbo con su versión acústica de "Amor bajo cero".
"Cuando me dejaste, cargada de ansiolíticos..." Eso es lo que cantaba yo, cuando soñaba con marcharme a Japón. Quería ser trapecista en Osaka, representante de azulejos en Tokio, hija de diplomático belga como Amelié Nothomb.
La vida con ellos- con Nínive, Richi....- es fácil en Tokio.
La vida sin ellos está vacía de palabras, hueca: en Castellón o en Tokio.
Cuando no entiendes nada, cuando todos los mensajes están encriptados, cuando cruzas un paso de cebra perdida, como si fueras Pulgarcita, cuando dejas en tus cartas un rastro de puntos supensivos para que alguien te encuentre, cuando te escondes en diminutivos porque odias verte con sonrisa de plástico en las fotos., cuando todo eso sucede y en tu ciudad nunca pasa nada, entonces un guiño de ojo, un saludo de Fritus desde Eivissa, una canción de Richi o un post, tan inesperado y tan generoso como el de Nínive, valen tanto como un abrazo en Tokio.
Nadie duerme. El ladrón de los mails perdidos- los que nunca llegan- ha sido derrotado por miguelstrogofff que ha inventado el blog. Por debajo de la puerta del hotel pasan una nota "Are you awake?".
¡Es tan de noche en Tokio y tan de día en Valencia!

domingo, 9 de marzo de 2008

Esta noche ellos cantan para mí.



Ganó Chiquilicuatre y la niña de Shrek (¿os acordáis del sketch de Homozapping?) con un nuevo acierto de Andreu Buenafuente y La Cubana. Bien. Me hace gracia el tipo y la canción no puede ser más pegadiza, pero me quedé en casa para apoyar a Guille Milkyway que era mi apuesta, así que ando fastidiada. Hace años que no me ilusionaba con Eurovisión, pero cuando me enteré que la Casa Azul participaba con "La Revolución sexual" cancelé todos mis planes para el sábado ( que con la infección ocular q tengo no eran muchos, la verdad) y me dispuse a votar mil veces por uno de mis grupos favoritos.
De la gala apenas hay que comentar, siguió las líneas cutres de Televisión española: los chicos de Muchachada Nui no llevaban guión, Raffaella Carrá paseaba peluca- aunque pegada con loctite, como dice Óscar- y a Uribarri casi le da un jamacuco cuando escuchó los resultados. Todo dentro de lo previsible (barato y sin mucho curro), menos la intervención de La Casa Azul que fue lo único sin caspa de todo el espectáculo.La canción sonó luminosa, como siempre y la timidez de Milkyway desarmaba a cualquiera.
De todas formas, a mí es que ese chico me tiene ganada desde hace ya tiempo.Lo descubrí hace cinco años y aunque mis amigos se quejan de mi adicción al tontipop, a mí me parece ingenioso, brillante y lleno de energías.La verdad es que lo de Eurovisión me parecía anecdótico, pero cuando le ví diciendo que se presentaba por romanticismo me arrepentí de no haberle hecho campaña antes, además de por la canción por agradecimiento. Porque hay veces que alguien desconocido con lo que hace- ya sea cine, literatura, pintura, música etc...- consigue que mi vida sea más agradable, más feliz y a menudo me gustaría poder decírselo sin parecer una pirada mitómana. Por eso ayer me hubiera gustado que ganara La casa Azul porque su música, además de servirme como tratamiento de choque para la tristeza, me devuelve un trozo del pasado, de mi infancia, el de las primeras fotografías en color y la estética de "Con ocho basta", ese rincón del tang de naranja y el colajet de limón, la esquina en el que todo me ilusionaba y el mundo parecía un inmenso verano por empezar.
Así que, con Eurovisión o sin ella, anoche ganó la Casa azul y desde mi sofá yo imaginaba que ellos cantaban para mí.