ISIDORO BLAISTEN
(Concordia, Prov. de Entre Ríos, Argentina, 1933-Buenos Aires, Argentina, 2004)
Solapa de Sucedió en la lluvia
Ha llegado el momento de señalar las tres clases de “poetas” que publican libros:
Una de ellas está compuesta por los que se desconectan de sí mismos y de los demás, imitando escuelas que —ingenuamente— creen que son modernas; amontonando imágenes, no aventurando una sola gota de sangre, una minúscula parte de vivencia.
La otra es la clase de los detenidos en el espíritu de lo viejo, atados al pasado orden de la poesía, al sonetito con vuelo de garzas y gerundios de rosas. No crean nada. Recrean. Una poesía que está muerta antes de haber nacido.
La tercera clase es la de los auténticos poetas: aventura, transmisión, el uso de la palabra no únicamente como sonido agradable o como cabo para sugerir o poetizar, sino, esencialmente, como elemento de comunicación, sin desechar lo cotidiano, ni la jerga, ni lo pulcro. El uso, además, de las vivencias dadas con el tono personal. Lo que más distingue a un ser de otro ser, es, además de la imagen física, su espíritu, su sentido de la alegría o de la angustia, su concepto de la vida. Por eso, los verdaderos poetas no pueden detenerse en imitar a otros, no pueden elegir escuelas. Son distintos. Ellos mismos guardan —muchos sin saberlo— una escuela propia de la poesía. Lo que tanto se dio en llamar estilo. Lo que es de uno exclusivamente.
Blaistein pertenece a esta última clase de poetas. Leyéndolo, no hay error posible. “En una pensión un hombre solo mira el techo”, es Blaistein. Y el que pide a la madre “un lugar despeinado en tus caricias”, es Blaistein. Y es de Blaistein esa novísima “Teoría del Esgunfio”, porque él, muchas veces, habrá pensado que al esgunfio “hay que matarlo una tarde de lluvia cuando juega al dominó por las cocinas”.
Todo lo que “Sucedió en la lluvia” tiene acumulamiento de vivencias. Basta ese acorazonado canto para Edith Piaf, que le mueve a pensar en la hora en que mueren los solitarios. De no haber hecho eso, de no haberse lanzado a la aventura de su propio mundo, de no haber abierto la llave de paso de su melancolía para dejarla correr en poemas de verdad, Blaistein podría haber arriesgado menos, podría haber hecho literatura, podría haber escrito como otros. Pero él se hubiera mentido. Y él no se lo hubiera perdonado nunca, a pesar de los posibles y transitorios éxitos, a pesar de lo poco que duele escribir “como se usa”.
Por todo eso, Blaistein es un poeta. No nos equivoquemos si pretendemos juzgar a Sucedió en la lluvia como su primer libro. Porque no por ser el primer libro de Blaistein, éste es el libro de un novel. Basta con abrir sus páginas y notar que esta poesía tiene el repliegue de la madurez. Es la poesía que se lanza ya tamizada por el autor. Porque Blaistein no es el enamorado por mostrar sus cosas. Es, en cambio, el enamorado de crear sus cosas. Y esa poesía recién ahora se da a conocer, recién ahora sale a la aventura, después de haber hecho otra y otras y otras más, o de haber sedimentado emociones, o de haber mordido muchos reveses, o de haber aguantado los manotazos de la tristeza o los insólitos rechinamientos de la soledad.
Lo que tiene que decir Blaistein y dice no es titubeo. Es bien firme. Por eso, se nos incorpora sin reticencias, seguro, en lugar ya importante en la zona de los poetas auténticos.
Sucedió en la lluvia es una invitación a su mundo.
Mario Jorge de Lellis
***
La brújula rota
Ciertas tardes y noches y mañanas como ésta
desde un otoño de luto alucinado
desde hoteles y calles y cansancio
de lugares terribles desde la sal al dátil
vuelve otra vez a mí el amor sin geometría
aprieta junto a mí su corazón de pájaro
llora en mi corazón como en un rincón de lástima.
Ciertas tardes y noches y mañanas como ésta,
cuando se pone triste el alma de los mapas
y se mueren de frío las ventanas,
cuando el verano se asusta de la sangre,
desde el lugar más húmedo del llanto
vienen lentos pordioseros de neblina
caminan por el alma
van en busca de mi propia raíz de agua.
Ciertas tardes y noches y mañanas como ésta
desde un raro país donde todo es encuentro
donde los tilos huelen a regreso
y caminan dulces viejos con la barba
vuelve hacia mí el amor con lluvia y mariposas
y una pólvora rara que supera al tabaco
y un coñac de misterio que ha engañado a la víspera
y una brújula rota que orienta a la ceniza,
y me lleva al lugar que ha olvidado a la luna
y el otoño es posible
y el amor es posible más allá de los credos.
Toda está bien ahora:
la luz, el heliotropo,
el musgo que ha brotado entre los días;
pero ciertas tardes y noches y mañanas como ésta
cuando mi corazón toma un color de noches perdidas para siempre
y el rocío se acuerda del último crepúsculo
y amanece la espera con su rostro inaudito,
vuelvo otra vez a mí como el río al ahogado
ya no sonríe nadie en los retratos
la desesperación me ladra por la espalda.
***
Ida y vuelta hacia mi madre muerta
Si es cierto mamá que estás tras los cristales
que florecen tus gestos por las altas glicinas
que susurra tu voz hablando en algún lado
que me miran tus ojos, varados como un barco
a estribor de la vida.
Si es cierto que estás yo quisiera llegarte:
trepando por el brillo de una estrella
o volando a gaviota de un suspiro
o montando a babucha de un enano con botas
o subido en las hojas que vuelan por otoño.
Yo quisiera llegarte y conversar contigo.
Decirte muchas cosas y no decirte nada:
"Que estoy bien de salud y que he crecido
que me dejo el bigote y tengo amigos
que fui audaz, tuve miedo y de a ratos escribo".
Yo quisiera llegarte y conversar contigo.
Decirte muchas cosas y no decirte nada:
decirte muchas cosas y cosas sin sentido:
"de contarte una historia que haga dormir las madres
de comprar la venganza en las casas de ramo
de formar un racimo con peces y con ciervos".
"De enhebrar un collar con caricias y manos
de anudar una cuerda con colas de ratones
de habitar una casa que sea pura ventana
de inventar un muñeco con piernas de lombrices
de tocar el tambor en la panza de la luna
de fundirte un anillo con plata de tus sienes
de poner algodón y guardarme las nubes".
Yo quisiera llegarte y conversar contigo.
Decirte muchas cosas y no decirte nada:
Ser un hueco en tu falda, un momento en tus manos,
un lugar despeinado en tus caricias,
un castigo ya cumplido en rus rincones.
Yo quisiera llegarte y no decirte nada.
Después decirte adiós, con un adiós sencillo.
Decirte luego adiós porque me esperan.
Me esperan sinsabores y una deuda. Alegría,
zapatos, tinta fresca.
Un portal con su beso y los gorriones.
Adiós mamá. Hasta pronto.
Trázame un sendero con tu voz
y una estela luminosa con tu gesto,
resérvame una gruta de ternura
y guárdame un lugar en tu regazo.
Yo llegaré hasta ti de cuando en cuando
a conversar contigo sentado en las estrellas.
***
Poeta desorientado
Descubrí la peluca de mis héroes
y el río está oxidado.
Usan valet los árboles.
Se escapó mi paloma con un gallo.
Ya la lluvia no regala muestras gratis
ni da informes la luna por teléfono.
La muerte aprende el rock y la sonrisa,
no quiere saber nada.
El suicidio,
con gripe.
Las rosas,
no reciben.
Mi canto,
está en la radio.
Mi imagen,
en el cine.
Los sueños han formado sindicato,
las golondrinas hacen inventario,
hubo cortes de luz en las luciérnagas,
la angustia se me casa en primavera,
y la soledad, becada,
se fue a estudiar montañas.
El dolor,
gerente principal de mi poesía,
coimea a los dentistas.
Y el estrofero hombre con mayúscula,
no quiere trabajar en mis poemas.
Se me fue con un chofer la buena amada.
Gran dios de los poetas,
no tengo de que hablar.
Estoy desorientado.
De Sucedió en la lluvia, Editorial Stilcograf, 1965.
Reeditado por Punto de Encuentro, 2014.
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lunes, 4 de mayo de 2015
domingo, 1 de junio de 2014
Hay una hora extraña en que el poeta llega antes que nadie
ISIDORO BLAISTEN
(Concordia, Prov. de Entre Ríos, Argentina, 1933-Buenos Aires, Argentina, 2004)
PARA QUÉ SIRVE UN POETA
(Fragmentos)
“¿Así que usted es poeta? ¿Y qué más?”
I.B.
**
Si el hombre es la medida del hombre, la poesía es la medida de todas las cosas. Siempre seguiré repitiendo esto: la poesía es el máximo común denominador y el mínimo común múltiplo de todas las cosas. Seguiré repitiendo que cuando uno ve a una mujer hermosa dice: es un poema. No dice: es una comedia festiva en un acto, es un entremés, es un agua tinta o una técnica mixta o un cemento patinado.
**
10
"Han desfallecido nuestros ojos esperando en vano tu socorro. Castigaremos tu iniquidad y nos burlaremos cuando todo el mal que has temido venga hacia ti y cuando a ti sólo venga tribulación y angustia, menesteroso de muladar", fue lo más edificante que las voces le gritaron esa noche.
Entonces llegó la dulce voz de la señora Tokoyama que le recitó un haiku donde la paloma le aconseja al búho que cambie su expresión porque llega la primavera.
A continuación, le leyó una enseñanza: "Caminaba el maestro pensando en que estamos hechos de alternancias y mutaciones, cuando a la vera del camino vio a una anciana que freía pastelillos y los vendía a los paseantes. Tentado, el maestro pidió uno, lo comió, lo halló bueno a su espíritu y pidió otro. Y así pidió otro y otro más hasta dar cuenta de toda la fuente de pastelillos que había freído la anciana. Cuando llegó el momento de pagar, el maestro dijo: 'Lo sombrío retrocede ante lo luminoso y lo luminoso marca el camino de la rectitud'. La anciana le arrojó el aceite hirviendo a la cara. La quemadura que en forma de loto atraviesa el rostro del maestro hoy es venerada por los discípulos".
**
Un millón de sandías
Pero además de concitar la magia, además de emitir “trinos feroces”, el poeta detenta la propiedad de soñar.
Resulta que dos negros estaban dormitando en las laderas del Mississipi.
Uno de los dos se desperezó, bostezó, suspiró y dijo:
–Cómo me gustaría tener un millón de sandías.
El otro negro preguntó:
–Rostus, si tuvieras un millón de sandías, ¿me darías la mitad?
–¡No!
–¿No? ¿No me darías un cuarto?
–No, no te daría un cuarto.
–Rostus, si tuvieras un millón de sandías, ¿no me darías diez sandías?
–No.
–¿No me darías ni siquiera una sandía? ¿A mí, que soy tu amigo?
–Mira, Sam, si tuviera un millón de sandías, no te daría una sola raja, una sola tajada de sandía.
–Pero, ¿por qué, Rostus?
–Porque eres demasiado perezoso para soñar por ti mismo.
**
Sexo y sufrimiento
Por más pobre que sea un poeta, siempre va a tener un millón de sandías. Veamos. Hace treinta años corrían los años cincuenta. El deseo sexual atenaceaba a los jóvenes. No se podían tener relaciones sexuales antes del matrimonio. En Córdoba, un muchacho invita a una chica al cine. La invita a ver La princesa que quería vivir. La oscuridad del cine es proclive a las caricias. El joven empieza un manoseo procaz, feliz, contumaz. Aprovecha el momento en que Audrey Hepburn mete la mano en la boca abierta de la cara de granito. La cuestión es que en el momento de máximo suspenso en medio del cine, con la pantalla en silencio, se oye un cachetazo. En el momento en que Gregory Peck aparece detrás de la fuente y la pantalla se ilumina, todo el cine se da vuelta. La luz de plata ilumina a la pareja. Entonces el joven se levanta indignado, se arregla la corbata y dice:
–¡Pa que aprendas!
Y busca la salida caminando despaciosamente sobre la alfombra.
**
De políticos y pedicuros
El poeta es un ser con íntima humildad.
No conozco ningún político, ningún crítico, ningún pedicuro que pueda escribir esto:
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo para mí todos los sueños del mundo.
Esto lo escribió Fernando Pessoa. También escribió un verso que dice: Sentir es estar distraído. Ahora bien, si el poeta es el sentidor por excelencia, ¿quiere decir que cualquier distraído que anda sintiendo por ahí es un poeta? No. Porque otro poeta que se llamaba Vladimir Maiacovski dijo que un poeta es cualquier hombre, pero cualquier hombre no es un poeta.
El poeta siempre llega tarde a todas partes. Sin embargo, hay una hora extraña en que el poeta llega antes que nadie. Es una hora peligrosa de la tarde. Peligrosa y amenazante. El color de esa hora es el color de los domingos a la tarde, precisamente a las seis de la tarde. Yo creo que a esa hora la humanidad agacha la cabeza. Uno siente que el miedo se le va acercando, lo va cercando, de a poco, en círculos cada vez más chicos, más unánimes. Entonces surge el poeta. Y viene a la memoria todo lo que los poetas han ido escribiendo desde el centro del dolor, desde el delicado equilibrio de la locura. Todo va a estar ahí cuando el sol ya no está, cuando hay un solo ojo que nos mira y pasa la sombra del bisonte rápidamente a nuestro lado por la pared rota de una gruta oscura. Entonces todo ser humano, desde el necio hasta el soberbio, va a recordar al suicida que escribió "vendrá la muerte y tendrá tus ojos"; al fusilado que dijo "no quiero que le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre con la muerte que lleva"; y al negado que una vez dijo "con el número dos nace la pena".
Para eso sirve un poeta.
De Anticonferencias (Emecé, 1983)
(Concordia, Prov. de Entre Ríos, Argentina, 1933-Buenos Aires, Argentina, 2004)
PARA QUÉ SIRVE UN POETA
(Fragmentos)
“¿Así que usted es poeta? ¿Y qué más?”
I.B.
**
Si el hombre es la medida del hombre, la poesía es la medida de todas las cosas. Siempre seguiré repitiendo esto: la poesía es el máximo común denominador y el mínimo común múltiplo de todas las cosas. Seguiré repitiendo que cuando uno ve a una mujer hermosa dice: es un poema. No dice: es una comedia festiva en un acto, es un entremés, es un agua tinta o una técnica mixta o un cemento patinado.
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10
"Han desfallecido nuestros ojos esperando en vano tu socorro. Castigaremos tu iniquidad y nos burlaremos cuando todo el mal que has temido venga hacia ti y cuando a ti sólo venga tribulación y angustia, menesteroso de muladar", fue lo más edificante que las voces le gritaron esa noche.
Entonces llegó la dulce voz de la señora Tokoyama que le recitó un haiku donde la paloma le aconseja al búho que cambie su expresión porque llega la primavera.
A continuación, le leyó una enseñanza: "Caminaba el maestro pensando en que estamos hechos de alternancias y mutaciones, cuando a la vera del camino vio a una anciana que freía pastelillos y los vendía a los paseantes. Tentado, el maestro pidió uno, lo comió, lo halló bueno a su espíritu y pidió otro. Y así pidió otro y otro más hasta dar cuenta de toda la fuente de pastelillos que había freído la anciana. Cuando llegó el momento de pagar, el maestro dijo: 'Lo sombrío retrocede ante lo luminoso y lo luminoso marca el camino de la rectitud'. La anciana le arrojó el aceite hirviendo a la cara. La quemadura que en forma de loto atraviesa el rostro del maestro hoy es venerada por los discípulos".
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Un millón de sandías
Pero además de concitar la magia, además de emitir “trinos feroces”, el poeta detenta la propiedad de soñar.
Resulta que dos negros estaban dormitando en las laderas del Mississipi.
Uno de los dos se desperezó, bostezó, suspiró y dijo:
–Cómo me gustaría tener un millón de sandías.
El otro negro preguntó:
–Rostus, si tuvieras un millón de sandías, ¿me darías la mitad?
–¡No!
–¿No? ¿No me darías un cuarto?
–No, no te daría un cuarto.
–Rostus, si tuvieras un millón de sandías, ¿no me darías diez sandías?
–No.
–¿No me darías ni siquiera una sandía? ¿A mí, que soy tu amigo?
–Mira, Sam, si tuviera un millón de sandías, no te daría una sola raja, una sola tajada de sandía.
–Pero, ¿por qué, Rostus?
–Porque eres demasiado perezoso para soñar por ti mismo.
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Sexo y sufrimiento
Por más pobre que sea un poeta, siempre va a tener un millón de sandías. Veamos. Hace treinta años corrían los años cincuenta. El deseo sexual atenaceaba a los jóvenes. No se podían tener relaciones sexuales antes del matrimonio. En Córdoba, un muchacho invita a una chica al cine. La invita a ver La princesa que quería vivir. La oscuridad del cine es proclive a las caricias. El joven empieza un manoseo procaz, feliz, contumaz. Aprovecha el momento en que Audrey Hepburn mete la mano en la boca abierta de la cara de granito. La cuestión es que en el momento de máximo suspenso en medio del cine, con la pantalla en silencio, se oye un cachetazo. En el momento en que Gregory Peck aparece detrás de la fuente y la pantalla se ilumina, todo el cine se da vuelta. La luz de plata ilumina a la pareja. Entonces el joven se levanta indignado, se arregla la corbata y dice:
–¡Pa que aprendas!
Y busca la salida caminando despaciosamente sobre la alfombra.
**
De políticos y pedicuros
El poeta es un ser con íntima humildad.
No conozco ningún político, ningún crítico, ningún pedicuro que pueda escribir esto:
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo para mí todos los sueños del mundo.
Esto lo escribió Fernando Pessoa. También escribió un verso que dice: Sentir es estar distraído. Ahora bien, si el poeta es el sentidor por excelencia, ¿quiere decir que cualquier distraído que anda sintiendo por ahí es un poeta? No. Porque otro poeta que se llamaba Vladimir Maiacovski dijo que un poeta es cualquier hombre, pero cualquier hombre no es un poeta.
El poeta siempre llega tarde a todas partes. Sin embargo, hay una hora extraña en que el poeta llega antes que nadie. Es una hora peligrosa de la tarde. Peligrosa y amenazante. El color de esa hora es el color de los domingos a la tarde, precisamente a las seis de la tarde. Yo creo que a esa hora la humanidad agacha la cabeza. Uno siente que el miedo se le va acercando, lo va cercando, de a poco, en círculos cada vez más chicos, más unánimes. Entonces surge el poeta. Y viene a la memoria todo lo que los poetas han ido escribiendo desde el centro del dolor, desde el delicado equilibrio de la locura. Todo va a estar ahí cuando el sol ya no está, cuando hay un solo ojo que nos mira y pasa la sombra del bisonte rápidamente a nuestro lado por la pared rota de una gruta oscura. Entonces todo ser humano, desde el necio hasta el soberbio, va a recordar al suicida que escribió "vendrá la muerte y tendrá tus ojos"; al fusilado que dijo "no quiero que le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre con la muerte que lleva"; y al negado que una vez dijo "con el número dos nace la pena".
Para eso sirve un poeta.
De Anticonferencias (Emecé, 1983)
viernes, 30 de diciembre de 2011
No mires la lluvia desde arriba
ISIDORO BLAISTEN
(Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1933-Buenos Aires, 2004)
Balada del Boludo
Por mirar el otoño Perdía el tren del verano / usaba el corazón en la corbata / se subía a una nube, / cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo / no mires la lluvia desde arriba / no camines las calles con la cara, / no ensucies la camisa; / no lleves tu corazón bajo la lluvia, / que se moja / no des la espalda al llanto / no vayas vestido de ventana / no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo el recto que duerme por las noches.
Mirá tu primo el justo que almuerza y se sonrie.
Mirá tu primo el probo puso un banco en el cielo, / tu cuñado el astuto que ahora alquila la lluvia / tu otro primo el sagaz que es gerente en la luna.
Tienes razón, / mamá, / dijo el boludo, / y se bebió una rosa.
No seré más boludo,/ y se bajó del viento
Seré astuto y zahorí. / y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte / y quedaron las gaviotas.
Entonces vinieron los parientes ricos y le dijeron:
Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo, / y quemaba en las plazas las hojas que molestan en otoño
Y llegó fin de mes cobró su primer sueldo / y se compró cinco minutos de boludo
Entonces vinieron las fuerzas vivas y le dijeron:
Has vuelto a ser boludo / Boludo seguirás siendo el mismo boludo de siempre
Debes dejar de ser boludo Boludo
Y, / medio boludo, / con esos cinco minutos de boludo dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Dudaba como un boludo.
Y subió las escaleras para abajo / hizo un hoyo en la tierra / miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza / le gritaba, / boludo.
Y él seguía mirando a través de los zapatos / como un boludo.
Entonces vino un alegre y le dijo: / boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: / Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: / Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: / Reverendo boludo.
Vino un cura catolico y le dijo: / Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: / Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: / hijo, / no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo: / Te quiero.
(Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1933-Buenos Aires, 2004)
Balada del Boludo
Por mirar el otoño Perdía el tren del verano / usaba el corazón en la corbata / se subía a una nube, / cuando todos bajaban.
Su madre le decía:
no mires las estrellas para abajo / no mires la lluvia desde arriba / no camines las calles con la cara, / no ensucies la camisa; / no lleves tu corazón bajo la lluvia, / que se moja / no des la espalda al llanto / no vayas vestido de ventana / no compres ningún tílburi en desuso.
Mirá tu primo el recto que duerme por las noches.
Mirá tu primo el justo que almuerza y se sonrie.
Mirá tu primo el probo puso un banco en el cielo, / tu cuñado el astuto que ahora alquila la lluvia / tu otro primo el sagaz que es gerente en la luna.
Tienes razón, / mamá, / dijo el boludo, / y se bebió una rosa.
No seré más boludo,/ y se bajó del viento
Seré astuto y zahorí. / y dio vuelta una estrella para abajo.
Y se metió en el subte / y quedaron las gaviotas.
Entonces vinieron los parientes ricos y le dijeron:
Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo, / y quemaba en las plazas las hojas que molestan en otoño
Y llegó fin de mes cobró su primer sueldo / y se compró cinco minutos de boludo
Entonces vinieron las fuerzas vivas y le dijeron:
Has vuelto a ser boludo / Boludo seguirás siendo el mismo boludo de siempre
Debes dejar de ser boludo Boludo
Y, / medio boludo, / con esos cinco minutos de boludo dudaba entre ser ningún boludo
o seguir siendo boludo para siempre.
Dudaba como un boludo.
Y subió las escaleras para abajo / hizo un hoyo en la tierra / miraba las estrellas.
La gente le pisaba la cabeza / le gritaba, / boludo.
Y él seguía mirando a través de los zapatos / como un boludo.
Entonces vino un alegre y le dijo: / boludo alegre.
Vino un pobre y le dijo: / Pobre boludo.
Vino un triste y le dijo: / Triste boludo.
Vino un pastor protestante y le dijo: / Reverendo boludo.
Vino un cura catolico y le dijo: / Sacrosanto boludo.
Vino un rabino judío y le dijo: / Judío boludo.
Vino su madre y le dijo: / hijo, / no seas boludo.
Vino una mujer de ojos azules y le dijo: / Te quiero.
martes, 11 de agosto de 2009
"Una guía para la acción"
ISIDORO BLAISTEN
(Concordia, Prov. de Entre Ríos, Argentina, 1933- Buenos Aires, 2004)
EL PORQUÉ DE LAS BOMBACHAS ROSAS
O DECÁLOGO DEL ESCRITOR BOMBACHISTA
O CARTA ABIERTA A UN JOVEN CUENTISTA DE SEXO
1°) En toda parte de sexo, de cualquier literatura, sexual o no, todas las bombachas deberán ser rosas. Únicamente rosas.
2°) Las bombachas verdes no inspiran confianza.
3°) Las bombachas negras dan mala impresión.
4°) Las bombachas blancas semejan mofa o burla hacia el lector.
5°) Las bombachas violetas semejan propaganda de supermercado.
6°) Bombachas índigo, tierra de siena, fucsia, ladrillo, té con leche, mostaza, rojo indio, rojo señal, rojo de cadmio, gris acerado, celeste imperio, ocre, amarillo de nápoles, tiza, bronce viejo, marfil de occidente, tierra de sombra tostado, ciclamen, borravino, pistacho, azul veronés, azul de ultramar, azul cobalto, azul brasso, azul de Prusia y todo es azul, descartadas por completo.
7°) En el relato de ficción, quien usare las bombachas deberá sufrir.
8°) Las formas de sacar la bombacha en forma sádica y brutal son infinitas y variadas. Por lo general no hay reglas fijas y todo depende de las distintas escuelas literarias:
a) Naturalista: con los dientes mientras la protagonista acaricia a dos
gatos de angora con ambas manos.
b) Realismo socialista: con una pinza pico de loro.
c) Objetivista o llamada también escuela de la mirada: el protagonista varón mirará fijamente durante catorce páginas una jofaina esmaltada mientras las bombachas van cayendo lentamente.
d) Clásica helénica: se unce el elástico a un carro de cuadriga. El auriga hace viborear el látigo y las bombachas estallan como ramos de jacintos.
e) Lenguaje coloquial: he aquí un ejemplo:
-Sacátelas, guacha.
(Ella): -Rodolfo (puede usarse otro nombre).
-Qué. ¿No te gusta? Una sacadita no más.
Rodolfo, seguía diciendo ella. Seguiste diciendo. Y me clavabas. Le clavabas. Las uñas. Las uñas. Las uñas.
f) Literatura de la tilde, llamada también del guión grande o designada con la locución familiar “de la rayita”: sobre el de-curso del cuerpo textual se es-curre la bombacha. Con-fusión de géneros. La escritura desanda y re-vela. ¿Vela o re-vela? Cuerpo des-velado, de-velado. ¿Cubre o des-cubre? Re-cae la culpa y cae la bombacha. Él no ceja. Él persevera. Je persévère. Je père sévère. Ne me quettez pas. Quitátela. Cae. Re-cae. La. Bomb-acha.
Debes ser muy preciso e indicar con absoluta precisión meridiana el lugar donde quedarán las bombachas una vez sacadas por cualquiera de los métodos ya especificados.
Los mejores lugares de tu preferencia serán:
a) Enroscadas en forma de sierpe alrededor de una pata de mesa veneciana del siglo dieciséis.
b) Al volar por el aire han quedado colgadas de un ángulo de un grabado de Piranesi que representa el pontón de Castel Sant’Angelo.
c) Han quedado desmayadas en forma de caléndula aterida junto al portarretrato que tiene una foto que representa a la hija (no importa de quién).
d) Es obvio indicar que cada tipo de literatura que se emplee usará la forma literaria de dejar caída la bombacha que le resultare más proclive. Verbigracia, para el tipo de literatura colonial los lugares podrían ser:
a-1) El álbum pisoteado de las fotos de casamiento (no importa de quién).
a-2) Papel de estraza todo engrasado y asqueroso con restos de salame o bondiola. Nunca leberwurst, cima rellena, jamón del diablo, jamón tiernizado y/o serrano ni menos todavía áspic de pavita aun cuando venga precedido de la connotación “cortado en fetas”.
a-3) La cama (mejor que cama, jergón, si fuera posible) deberá rechinar estrepitosamente. Acá Rodolfo puede tener un pensamiento interior o un fluir de la conciencia entre paréntesis y/o corchetes (nunca asteriscos): “La muerte. Guacha. Sos la muerte. La fábrica. Rodolfo. Rodolfo. Rodolfo. Tiene ruido a muerte. Rodolfo. Guacha. Fábrica. Rodolfo. Puta”.
a-4) El joven escritor sexual bombachista deberá estar alertado contra un peligro muy común de confundir el empleo de la técnica mixta con la mezcla de las escuelas literarias. Veamos un ejemplo:
Se incendia la Villa Miseria. Los amantes quedan carbonizados pero la bombacha se salva porque ha quedado aprisionada entre dos chapas de cinc canaleta. En ningún caso el joven escritor de sexo hará pronunciar al teniente de bomberos estas palabras mientras rescata la bombacha: “En Flandes se ha puesto el sol”.
He notado que muchos jóvenes en su afán efectista de sorprender al lector de sexo no paran mientes y atentan contra la pureza del estilo, inconsiderando que esta tesitura puede crear una generación de jóvenes sexuales desmañados, sin rigor, que caen en lo chabacano y corren el albur de que su literatura sexual muera con ellos.
Hace un mes, recibí una carta de un joven escritor del condado de Yorkshire. Su literatura sexual estaba encuadrada dentro del pragmatismo clásico helénico, no obstante lo cual no titubea en describir con caracteres rúnicos la bombacha rosa tiziano de la protagonista.
He aquí todo, joven cuentista. En la soledad recoleta de tu gabinete, trabaja, trabaja y trabaja. Si lo que acá se ha dicho te ha servido para el rigor, mi misión está cumplida. Pero tenlo presente: estas líneas no son un dogma sino una guía para la acción.
(De EL MAGO, publicado originariamente en 1974, reescrito (con nuevos textos agregados), fue reeditado, en 1991, por Emecé. Bs.As., Argentina)
Tomado de http://www.autoresdeconcordia.com.ar
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char