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jueves, 28 de julio de 2016

El cielo que adoro sin fe en el cielo

DEREK WALCOTT
(Castries, isla de Santa Lucía, Antillas, 1930)


Portrait of Claudia in Yellow Armchair in Derek Walcott: Another Life

El mar del verano, la carretera de asfalto caliente...

El mar del verano, la carretera de asfalto caliente en declive, esta hierba,
estas chozas que me hicieron,
jungla y cuchilla siembran hierba brillando tenuemente junto a la cuneta, el filo del arte;
las cochinillas bullen en el bosque sagrado,
nada puede hacerlas salir con fuego, están en la sangre;
sus bocas rosas, como querubes, cantan de la lenta ciencia
del morir -todo cabezas, con, en cada oreja, un ala diáfana.
Arriba, en la Reserva Forestal, antes de que las ramas irrumpan en el mar,
miré por la ventana móvil y herbosa y pensé «pinos»
o coníferas de algún tipo. Pensé, deben de sufrir
en este calor tropical con su idea infantil de Rusia.
Entonces, de pronto, de sus troncos pudriéndose, signos perturbadores
de la fe que traicioné, o la fe que me traicionó-
mariposas amarillas alzándose en la carretera a Valencia
balbuciendo «sí« ante la resurrección: «sí, sí es nuestra respuesta»,
El Nunc Dimittis de su coro verdadero.
¿Dónde está mi libro de himnos de niño, los poemas ribeteados
con hoja de oro, el cielo que adoro sin fe en el cielo,
mientras el Verbo, apenado, se volvió hacia la poesía?
¡Ah, pan de vida que sólo el amor sabe leudar!
Ah, Joseph, aunque ningún hombre muera jamás en su propio país,
la hierba agradecida brotará espesa de su corazón.

Versión de Vicente Araguas Huerga
***
Mapa del Nuevo Mundo: I. Archipiélagos

Al final de esta frase, empezará a llover.
Y al filo de la lluvia, una vela.
Lentamente la vela perderá de vista las islas;
La creencia en los puertos de toda una raza
Se perderá entre la niebla.
La guerra de los diez años ha terminado.
El pelo de Helena, una nube gris.
Troya, un foso de ceniza blanca
Junto al mar donde llovizna.
La lluvia se tensa como las cuerdas de un arpa.
Un hombre con los ojos nublados la toca con los dedos
Y tañe el primer verso de La Odisea.

Versión sin datos
***
Cul de Sac Valley (I)

Un recuadro de amanecer
en un taller en la falda de la colina
dio a estas estrofas
su zancuda forma.

Si mi oficio es bienaventurado;
si esta mano fuera tan
esmerada, tan honesta
como las de su carpintero,

cada marco, resuelto
en sus ángulos, se haría
eco de esta construcción
de madera sin pintar

como las consonantes, volutas
salidas de mi cepillo de carpintero
en el criollo fragante
de su veta natural;

desde una mesa de caballetes
se enroscarían a mis pies,
ces y erres, con raíz francesa
o africana occidental

de un rico dialecto,
nunca leído
pero ligero sobre la lengua
de su senda nativa;

pero los árboles se acercan
a mi cordel calibrado
en forma de tablas biseladas
de pino sin pintar,

como el murmullo de la caracola,
la exhalación de la madera refresca
la memoria con su aroma;
bois canot, bois campêche,

siseando: Lo que quieres
de nosotros nunca podrá ser,
tus palabras son inglés,
es un árbol diferente.

Versión sin datos

viernes, 1 de mayo de 2015

Hoy es jueves, Vallejo está muriendo

Derek Walcott
(Castries, Isla de Santa Lucía, 1930) 

DESENLACE

Yo vivo solo
al borde del agua. Sin esposa ni hijos. 
He girado en tomo a muchas posibilidades 
para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.

más somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, los años pasan,
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad

de cargar con algo. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a

la poesía sino buenos sentimientos,
ni misericordia, ni fama, ni curación. Mujer silenciosa,
podemos sentarnos a mirar las aguas grises,

y en una vida inundada
por la mediocridad y la basura
vivir al modo de las rocas.

Voy a olvidar la sensibilidad,
olvidaré mi talento. Eso será más grande
y más difícil que lo que pasa por ser la vida.

Traducción de Véronica Zondek
**
El amor después del amor

Un tiempo vendrá
en el que, con gran alegría,
te saludarás a ti mismo,
al tú que llega a tu puerta,
al que ves en tu espejo
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fuiste tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.
**
Práctica de piano
Para Mark Strand

Abril, otra quincena, abril metropolitano.
Una llovizna humedece la entrada del museo,
¡como sus ojos al dejarte, falible primavera!
El sol va secando la fachada de piedra pómez de la avenida
delicadamente, semejante a una muchacha que recorre con un pañuelo su mejilla;
el asfalto brilla como un sombrero de seda,
las fuentes trotan como percherones alrededor del Museo Metropolitano,
clip, clop, clip, clop en el Manhattan de la Belle Epoque,
los canales separan sus labios para recibir la lluvia de primavera,
por nebulosas avenidas semejantes a clichés impresionistas,
con sus cornisas de gárgolas,
sus flores de concreto en los frontones resquebrajados,
sus estaciones del metro con mosaicos bizantinos;
el alma estornuda y uno trata de asimilar 
el collage de un siglo que termina,
el dramatismo epistolar, el antiguo dolor Laforgueano.

Plazas desiertas arrasadas por ráfagas de remordimientos,
calles empedradas relucientes por la lluvia donde un carruaje
encortinado trotaba alrededor de un rincón de Europa por vez última, 
mientras los canales se replegaban como concertinas.
En este instante la fiebre enrojece las zonas de conflicto del planeta,
la lluvia salpica las blancas sillas de hierro en los jardines.

Hoy es jueves, Vallejo está muriendo,
sin embargo ven, muchacha, toma tu impermeable, vamos a buscar la vida
en algún café detrás de ventanas llorosas de lluvia,
quizás el fin de siècle no ha terminado realmente,
acaso en algún lugar hay un piano donde aún resuena, 
mientras las bombillas van encendiéndose a través del corazón de la tarde
en la estación de los tulipanes y del pálido asesino.
Invoqué a la Musa, ella excusó que le dolía la cabeza, 
pero tal vez sólo sentía pena de ser vista
con alguien que pertenece a un clima intransferible; 
entonces dejé atrás las flores en piedra, los frontones silvestres,
solo. No fui yo quien disparó al archiduque,
me absuelvo de todos los crímenes de este tipo,
murmura el obsceno graffiti del metro;
yo no podría ofrecerle a ella nada salvo la predecible
pálida pañoleta de vulgar seda del crepúsculo.

Bien, adiós entonces, lamento nunca haber ido
a la gran ciudad que le dio fiebre a Vallejo.
Tal vez el Sena opaque al Río Este, 
tal vez, pero cerca del Metropolitano
un tenor de acero
ensaya de manera sorprendente algo de la antigua Viena,
las escalas deslizándose como pececillos a través del mar.

Versión: Óscar Paúl Castro Montes
(Derek Walcott, Collected poems 1948-1984, The Noonday Press, Nueva York, 1994)

martes, 29 de octubre de 2013

¡Qué alegría en esa gota de sudor, sabiendo que otros perseverarán!

DEREK WALCOTT

(Castries, isla de Santa Lucía, 1930)

XIII (Midsummer)

Hoy respeto la estructura, la antítesis del ingenio.
La sobre trabajada inmundicia de mis pinturas, ¡mis líneas deficientes! Más
cuando el aire está vacío, no dejo de escuchar la conversación de los actores
el eco de aquello que es ordinario y sabio a la vez.
Los espectros se multiplican con el tiempo, la cabeza abarrotada
rebasa de personajes inquietos, los oídos están firmemente clausurados;
detrás, escucho el murmullo y el alboroto de los actores –
el escenario iluminado está vacío, el estudio a punto,
y yo no puedo encontrar la llave para dejarlos salir.
Oh Cristo, ¡cuánto demora mi oficio!
A veces, es posible ver el destello, cual súbito alborozo
de relámpagos poniendo a la tierra en su lugar; la piel del asfalto
huele a infancia fresca en la lluvia que se evapora.
Entonces creo que aún es posible la alegría
de la verdad, y el poeta joven que se yergue en el espejo
sonríe con aprobación. Se ve hermoso desde este lugar.
Y espero ser lo que él vio, una ruina perdurable.
***
VOLCÁN

Joyce temía al trueno,
mas durante su funeral los leones del zoológico de Zurich rugieron
¿Fue en Zurich o en Trieste?
No importa. Son leyendas, así como
es leyenda la muerte de Joyce,
o el rumor obsesivo de que Conrad
ha muerto, y Victoria es irónica.
Desde esta casa en el acantilado
sobre la franja del horizonte nocturno
es posible ver el resplandor de dos grúas a lo lejos
en el mar
hasta la hora del amanecer; es como
el resplandor del cigarro
y el resplandor del volcán
al final de Victoria.
Uno podría abandonar la escritura
por esas señas de los grandes
que lentas se consumen, y ser en cambio,
su lector ideal, meditativo y
voraz, haciendo que el amor por las obras maestras
sea superior al intento
de repetirlas o mejorarlas,
y ser así el mejor lector del mundo.
Por lo menos eso necesita del asombro
que se ha perdido en nuestro tiempo;
tanta gente lo ha visto todo
tanta gente es capaz de predecir
tanta que se niega a aceptar el silencio
de la victoria, el desinterés
que arde en la médula,
tantos no son más que
ceniza erguida cual cigarro,
tantos dan al trueno por hecho.
¡Cuán común es el relámpago, qué perdidos están los leviatanes
que ya ni siquiera buscamos!
Habían gigantes en aquel entonces.
En aquel entonces se liaban buenos cigarros.
Debo leer con más cuidado.
 
Traducción de Véronica Zondek
***
Me detengo a oír un estrepitoso triunfo de cigarras...

Me detengo a oír un estrepitoso triunfo de cigarras
ajustando el tono de la vida, pero vivir a su tono
de alegría es insoportable. Que apaguen
ese sonido. Después de la inmersión del silencio,
el ojo se acostumbra a las formas de los muebles, y la mente
a la oscuridad. Las cigarras son frenéticas como los pies
de mi madre, pisando las agujas de la lluvia que se aproxima.
Días espesos como hojas entonces, próximos los unos a los otros como
horas y un olor quemado por el sol se alzó de la carretera lloviznada.
Punteo sus líneas a las mías ahora con la misma máquina.
¡Qué trabajo ante nosotros, qué luz solar para generaciones!-
La luz corteza de limón en Vermeer, saber que esperará allí
por otros, la hoja de eucalipto
rota, aún oliendo fuertemente a trementina,
el follaje del árbol del pan, de contorno oxidado como en van Ruysdael.
La sangre holandesa que hay en mí se dibuja con detalle.
Una vez quise limpiar una gota de agua de un bodegón flamenco
en un libro de estampas, creyendo que era real.
Reflejaba el mundo en su cristal, temblando con el peso.
¡Qué alegría en esa gota de sudor, sabiendo que otros perseverarán!
Que escriban: «A los cincuenta invirtió las estaciones,
la carretera de su sangre cantó con las cigarras parlantes»,
como cuando emprendí el camino para pintar en mi decimoctavo año.

Versión de Vicente  Araguas
***
Finales 

Las cosas no explotan,
se debilitan, se desvanecen,

como la luz del sol se desvanece de la carne,
como la espuma se absorbe rápidamente en la arena,

incluso el relámpago deslumbrante del amor
carece de un final estruendoso,

muere con un sonido
de flores marchitándose como la carne

con la piedra pómez húmeda,
todo trabaja para esto

hasta que nada nos queda
salvo el silencio que rodea la cabeza de Beethoven.

Versión de Óscar Paúl Castro Montes

martes, 18 de junio de 2013

Los impresionistas obtendrán sol de las sombras


Derek Walcott: Dominó

DEREK WALCOTT
(Castries, isla de Santa Lucía, 1930)

Mañana, mañana

Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia con sus venas de plata, Leningrado
con sus minaretes de toffee retorcido. París. Pronto
los impresionistas obtendrán sol de las sombras.
¡Oh! y las callejas de Hyderabad como una cobra desenroscándose.

Haber amado un horizonte es insularidad;
ciega la visión, limita la experiencia.
El espíritu es voluntarioso, pero la mente es sucia.
La carne se consume a sí misma bajo sábanas espolvoreadas de migas,
ampliando el Weltanschauung con revistas.

Hay un mundo al otro lado de la puerta, pero qué inquietante resulta
encontrarse junto al propio equipaje en un escalón frío cuando el alba
tiñe de rosa los ladrillos, y antes de tener ocasión de lamentarlo,
llega el taxi haciendo sonar una vez la bocina,
deslizándose hasta la acera como un coche fúnebre —y subimos.
***
Amor después del amor

Vendrá un tiempo
en que, con gran júbilo,
nos saludaremos a nosotros mismos
ante nuestra propia puerta, frente a nuestro propio espejo,
y con una sonrisa ambos agradeceremos la bienvenida del otro,

y diremos, siéntate. Come.
Volverás a amar al extraño que fue tu yo.
Ofrécele vino. Obséquiale con pan. Devuélvele tu corazón,
a ese otro yo, al extraño que te ha amado

toda la vida, al cual ignoraste
por otro, que te conoce desde el fondo del alma.
Coge las cartas de amor que guardas en la estantería,

las fotografías, las notas desesperadas,
arranca tu propia imagen del espejo.
Siéntate. Festeja tu vida.
***
Entrevista a Derek Walcott, por David Huerta*

David Huerta: ¿Se puede hablar —pensando en Aimé Césaire, Saint-John Perse y los demás poetas de diferentes lenguas del Caribe— de una tradición poética caribeña?
Derek Walcott: Estoy pensando en Martinica. Preguntaste por la poesía específicamente, pero se me ocurren escritores como Fanon (y sin duda Édouard Glissant, un buen poeta y novelista) y Chamoiseau, quien ha escrito un libro llamado Texaco que, creo yo, es una obra maestra. El hecho de que Martinica tenga a Césaire, Chamoiseau, Glissant y Fanon es realmente impresionante, pensándolo bien. En términos de la poesía del Caribe, casi tendría que ir de isla en isla, de lengua en lengua y, por lo tanto, de manera minúscula, de literatura en literatura.
      
     DH: Sí, pero de cualquier forma existe esta lengua —supongo que popular— que es el inglés y que funciona como una lingua franca, una lengua que todos pueden más o menos entender. Y junto con el inglés hay nuevas lenguas, como el papiamento, el creole o el patois. 
     DW: Casi todas las islas son bilingües. En Trinidad, por ejemplo, conviven culturas diferentes. Tienen lo chino, lo hindú y lo musulmán. Cada isla carga esta mezcla que sigue y sigue. Y si estás picado con las lenguas, entonces descubrirás muchas distintas pasando por el Caribe, incluyendo, digamos, el dialecto de Jamaica, que es en realidad la lengua jamaiquina. Todo es muy enriquecedor; la situación es de opulencia vital, porque tienes mucho de dónde escoger en términos de melodía. 
   
 DH: Mencioné también a Saint-John Perse, de quien José Luis hizo una enorme traducción al español de la obra poética completa.
     DW: ¿Hiciste eso? [Rivas está presente]. ¿No tienes nada mejor que hacer? [Carcajada]. Eso es fantástico, "Images à Crusoé" y "Pour fêter une enfance" fueron los primeros poemas que conocí de Perse: son poemas hermosos. Aun cuando, como me dijo un poeta de Martinica alguna vez, Perse "es un hombre blanco": mais c'est un blanc. [Risa]. El otro, el tardío Saint-John Perse, creo, fue un poco desbordado. Un día hablé sobre él con Joseph Brodsky, y dijo —Joseph podía ser muy duro: "Bueno, no sé: lluvia, niebla, nieve, hielo" [Risa]. Pero es poderoso. Bueno, Anabase es maravilloso. Y ha sido una enorme influencia para mí.
    
 DH: Me interesa mucho en tu trabajo la influencia francesa, dado que en mi opinión los críticos literarios enfatizan la veta inglesa en tu poesía, no sé si a propósito o no. "La manera en que Walcott maneja la lengua inglesa es sublime, pero al parecer no se halla muy cómodo en ella", dijo alguna vez un crítico literario. ¿Qué opinas de ese comentario?
     DW: ¿Cómo dirías en español he can kiss my ass?... Ya en serio: me ha tocado algo de eso, y de algún modo me sigue tocando. Me he enfrentado a esa postura; a veces me han preguntado, o se ha insinuado en la crítica, cuál es mi lengua materna, y yo respondo: hablo inglés, escribo en inglés, mi lengua materna es el inglés. Allí no hay ningún problema, yo no pienso en creole francés. Esa forma de pensar de la crítica nunca va a desaparecer por completo, queda por ahí algo de no ser inglés y sin embargo escribir en inglés que los ingleses consideran como curioso, como si fueras el mejor alumno de su escuela. Hay mucho de condescendiente... La vibración que recibes en esta conversación es muy distinta de la que habría si estuviera hablando con poetas ingleses, o estadounidenses. Esta actitud hacia las raíces caribeñas persiste como un residuo en la crítica que sale de Inglaterra o de los Estados Unidos. Es una lucha continua. No tiene importancia, pero existe.

     DH: Brodsky ha escrito: "La cobardía mental tanto como espiritual, evidente en esos intentos de retratar a este hombre como un escritor regional, puede explicarse por la resistencia de la crítica profesional a conceder que el gran poeta de la lengua inglesa es un hombre negro". Me impresiona esa frase. Es lo contrario de aquella afirmación de no hallarse cómodo con la lengua inglesa, y viene desde los márgenes, por así decirlo, desde Brodsky.
     DW: Mi libro más reciente es de coplas, coplas rimadas. Cualquier persona que ve eso en Inglaterra o Nueva York, inmediatamente se pregunta por qué escribo de manera tan anticuada. En un principio, la tradición de la cual formo parte utiliza esa forma métrica, el calipso, pero eso no importa aquí; lo interesante es que, de alguna forma, el centro, el presunto centro de una cultura, continuamente se las arregla para decirle a las personas fuera del centro cómo deben adoptar un estilo. Si trabajas con una forma sencilla, vamos a decir que estás en Guadalajara y quieres escribir una oda que se basa en Píndaro, alguien te va a preguntar, tal vez desde algún centro, por qué escribes así. "¡Es tan anticuado!" Es muy parecido a lo que pasa con la pintura. Creo que la tradición europea no acepta a pintores mexicanos como Rivera porque son una especie de contradicción de la pintura del Renacimiento. Por lo tanto, pueden ser etiquetados como mexicanos. El concepto lineal, la idea jerárquica de lo que el arte es, deja a los muralistas de lado, o como un paralelo al desarrollo del arte mundial. Tienes que estar despierto, porque básicamente nunca sabes si te van a colocar en el centro o no. Es cierto que la herencia lineal del arte es siempre, y esto no es ninguna noticia, juzgada desde el centro. No puedes poner a Rivera junto a Della Francesca, no. Tiene que ser Della Francesca y un paralelo. Esto siempre va a ser así y no tiene, finalmente, ninguna consecuencia, pero puede afectar al siguiente escritor, al siguiente pintor.

     DH: The Star-Apple Kingdom fue traducido en Venezuela como El reino del fruto estrella. José Luis le dijo a los editores que existe un nombre para ese fruto en Latinoamérica: caimito. ¿Cómo puedes maltraducir star-apple si está allí en tu jardín, en tu huerto?
     DW: Eso es estupendo. En patois no hay una palabra para "reino" porque no existe esa experiencia en el creole francés. Pero tenemos la palabra caimito. Si hubieran traducido aquel título al patois sería estupendo. No existe un término para royaume, nunca hubo una situación de royaume. Pero si la hubiera habido, sería Le Royaume du Caimito. Eso estaría muy cercano al español pero también a la realidad caribeña del caimito, es la misma palabra que en español. Eso comprueba una especie de nexo que se repite. 
   
  DH: ¿Cómo relacionas tu trabajo literario con el pictórico?
     DW: Mi nuevo libro se llama Tiepolo's Hound. Ahí hay una canción sobre la presencia de un perro en un gran fresco. Es una visión, un recuerdo de ese perro en particular. Con la memoria nunca se sabe, pero estoy bastante seguro de que el fresco está en el Museo Metropolitano de Nueva York. Ese perro fue pintado poderosa y rápidamente, es un perro tan magistral que lo que recuerdo es el puro golpe de la luz. El muslo del perro en un solo trazo... ¡guau! Lo ves en los grandes maestros, en Velázquez, y no sólo en los pintores viejos, también en los contemporáneos. Pero esto en particular fue asombroso porque, como pintor que soy, sé que tienes que mezclar la pintura hasta el punto en que consigues que lleve una luz por dentro, y es al aplicarla que consigues que haya luz en el perro. Imagínate que en poesía quieres usar el color verde; si eres flojo, piensas "Bueno, verde está bien", entonces escribes verde. Si eres muy específico y aun así utilizas la palabra verde, si tienes el conocimiento de ese color que llevas por dentro, creo que el verde se manifestará en la palabra. La textura, la luz, saldrá en la palabra, de la misma manera que el trazo del muslo del perro. Últimamente, cuando me levanto por la mañana no estoy tan seguro de si quiero pintar o escribir. Y digo eso sin afectación, sin ninguna clase de prejuicio: vivo en un paisaje que amenaza continuamente con todas esas vistas... 

    DH: Te estás despertando en Santa Lucía.
     DW: Sí, si vives en otro país todo esto puede carecer de sentido. Para los que somos de otro lugar, ver edificios tal vez no es hermoso pero, digamos, para Hart Crane esos edificios son hermosos. Lo único que estoy describiendo es el instante en que siento que quiero trabajar en una pintura o en un poema: a veces se vuelve confuso en términos de lo que quiero hacer, y no estoy seguro de que el instinto cambie con el medio. Trabajamos con luz, todos trabajamos con luz, la luz de una lengua. Los poetas trabajan con la luz en la misma medida que los pintores. Y pienso que tenemos, cada uno de nosotros, poetas, una afinidad muy fuerte con pintores particulares con quienes nos sentimos asociados, en términos de lo que estamos intentando hacer con la imaginación. Pienso que debe ser cierto para cualquier persona que trabaja en un clima semitropical o tropical. Porque es tan fuerte, en términos de la luz y el paisaje que tienes alrededor, que lo que estás haciendo a veces no es realmente escribir tanto como pintar. Estar consciente de la posibilidad de pintar, al escribir, es muy, pero muy útil. Y yo siempre pongo a Hemingway como ejemplo, la influencia de Cézanne sobre él. La pintura puede hacer bastante para ayudar al escritor, pero no creo que el escritor pueda hacer gran cosa por la pintura. Por otro lado, no creo sentir ninguna responsabilidad en cuanto a comprender a la pintura moderna o la pintura abstracta. Tengo setenta años, no tengo que prestarle atención a esas cosas.
  
   DH: ¿Cómo enseñas poesía? Más o menos, ¿cuáles son los pasos? 
     DW: Se pueden decir muchas cosas malas acerca de los Estados Unidos, pero puedo asegurarles que algunas de las cosas que ocurren allá son admirables: los poetas pueden obtener puestos en las universidades. Ahora bien, el asunto es que los ingleses, por ejemplo, y los europeos en general, tienen mucho desprecio por esto; dicen, ¿cómo vamos a enseñar poesía? En cierta medida es una pregunta tonta, porque cada uno de nosotros tuvimos a alguien a quien mostrar nuestro trabajo. Somos aprendices cuando comenzamos y todos necesitamos un maestro. Así que el concepto de "no se puede enseñar poesía" es erróneo, aunque obviamente no puedes hacer un poeta de cualquier persona. Pero las personas que van a la universidad ya han sometido sus poemas a juicio. Y cuando se les acepta y forman parte de una clase, se genera una situación, digamos sin ninguna vanidad, de maestro-aprendiz. Ese es el concepto. Ahora bien, yo no enseño. Muchos profesores estadounidenses enseñan de forma tradicional: presentan una obra y todos discuten lo que tiene de mala. Yo no me sujeté a eso nunca. Yo hablo con el grupo sobre cualquier poeta (salvo los poetas estadounidenses): hace poco di una clase con el poema de Lorca sobre Ignacio Sánchez Mejías. Lo que les doy es ese aura, e intento llevarlos fuera de los Estados Unidos, hacia las traducciones de otras obras. Entonces los veo individualmente, y veo lo que escriben y digo que tal vez esto estaría mejor así. A esa clase de enseñanza me refiero. Es un proceso basado en el encuentro personal. He visto que los poemas de las universidades, cuando se publican en libro, como que suenan igual. Hay un tipo de dicción en la cual se cae, que es como una dicción académica, o casi académica. No hay que imponer eso, si vas a escribir verso libre o verso silábico, tienes que ser un maestro para hacerlo bien. Tendrías que haber hecho todo lo demás primero, antes de empezar a improvisar, sabes que mantienes el paso porque tienes una cultura cuya base es la música. Hay profesores que le han dicho a los estudiantes: "Hay que evitar la melodía". Es inimaginable. Si estás enseñando a jóvenes estudiantes y no quieres que suenen demasiado melódicos, es como si les dijeras que deben intentar que no suene demasiado a español. Yo he tenido mucha suerte —en términos de resultados— en mis clases, así que puedo contestar que sí, que se puede tener una consistencia académica. Enseño mucha memoria, cómo recordar los poemas.
    
 DH: Durante los últimos cincuenta años, la memorización ha sido muy desacreditada como método de enseñanza.
     DW: Hay que estimularla en la escritura. Es maravilloso porque se resisten, porque piensan, ¿para qué necesito aprenderme esto de memoria? Pero cuando tienen la oportunidad de hacerlo, lo hacen de muy buena gana. Lo que descubren a través de la memorización es que en la memorización se halla la melodía. Porque recuerdas a través de la melodía.
     
DH: Háblame de Omeros.
     DW: Me levantaba en la mañana, como si tuviera que escribir una novela o pintar. Tenía un trabajo. Y eso fue la parte más feliz del libro. Sabía que por mucho tiempo que me llevara, tenía por qué despertarme en la mañana. Finalmente llegué a un diseño, y comencé a sentir el diseño, a sentir que quería un verso que fuera largo como el horizonte, y quería que ese verso se sintiera como, digamos, que si llegara el viento, lo alteraría. No quería la forma del cuarteto, que por el aspecto que tiene sería un bloque; quería un poco más de aire. Le quité un verso para dejar tres, pero entonces el diseño también era la tersa rima, más o menos. El verso largo, como saben, cruza dos lenguas distintas, pero para nosotros en inglés el verso largo te da más cesuras. Así que al hacerlo lo que sentía era que podía descansar; puedes descansar en medio del verso o parar el verso nada más como en una breve ficción, porque lo puedes retomar. Y pensé: "Está bien. En términos del homenaje, estoy en el Caribe, estoy viviendo en un archipiélago, estoy en la lengua inglesa". Y el paisaje sobre el cual estoy hablando tiene islas, tiene tormentas, tiene todos los elementos de un archipiélago. Mi intención nunca fue traducir Homero al Caribe. Eso sería un desperdicio de tiempo, porque la cosa sería demasiado heroica y demasiado literaria. En otras palabras, escribir una épica literaria no era, para mí, algo visionario, era elevar el riesgo. Nadie escribe para elevar el riesgo, a menos que seas un gran poder, a menos que seas un Virgilio, y a menos que el lugar del cual vienes tenga un poder mítico. Entonces puedes ver el destino. Lo puedes hacer porque tienes un país muy grande: el destino de México, el destino de Italia. Porque puedes heredar la condición de poeta épico simplemente por la escala y el poder de tu país, porque puedes decir "Yo tengo esa calidad de profecía e historia que tiene una épica estandarizada". ¿Qué poder tiene una isla en América? Ninguno. Así que no tiene un destino épico. Los únicos héroes que podría tener fueron, o son, los que salieron y llegaron por el mar, los valientes que salen y hacen lo que hicieron, y en ese sentido no están saliendo a la guerra. Pero están saliendo a la guerra porque posiblemente van a estar en guerra con la naturaleza, con sus huracanes, y por lo tanto tienen...
     
DH: La vastedad del mar.
     DW: Esa es la lucha mayor de la épica; la naturaleza del mar. En fin, así que el tributo a la herencia fue un tipo de homenaje al hexámetro homérico, por un lado, y un homenaje a la tersa rima de Dante. Esta es la cultura de la que soy, y todo lo que sé en términos de sentimiento, mi educación y las asociaciones que estaban allí, llegaron por esta razón: el hecho de que Santa Lucía se llamaba la Helena de las Antillas Menores, por su belleza. Pero también por el número de veces que cambió de manos en distintas batallas. Así que no era una cosa literaria para mí hablar de Helena, era una cosa que hasta los niños siguen cantando: "Helena del Oeste". Algún niño en Santa Lucía, cantando la belleza de la Helena del Oeste, está en realidad cantando un himno homérico. 
**
(Traducción de Tanya Huntingtony Álvaro Enrigue)
*Tomada de letraslibres.com

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char