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miércoles, 3 de abril de 2024

Syriana

 

Puzzle, maraña. Desencajar las piezas, para reencajarlas según conveniencia. Proceso: enmarañar la percepción del conjunto, camuflar, manipular, distraer, eliminar. Proceder a reconfigurar. Syriana (2005),de Stephen Gaghan, analiza con metódica precisión la trama que rige el teatro político (económico) en el escenario de Oriente Medio. Desnuda los intereses encubiertos, gubernamentales y económicos, de Estados Unidos ( las lides por el control del petróleo), con un amplio y representativo tapiz de personajes de ambos lados (jugadores de un tablero de ajedrez, desde el rey al peón). Más allá de pantallas de excusas patrias o ideológicas, lo que prima (y ha primado) en tal escenario es una cuestión económica (cómo conseguir las mejores ventajas para seguir alimentando una industria, y los intereses de las grandes corporaciones). Todo esto implica plantearse de quién o de qué servirse o prescindir para conseguirlo en ese juego de alianzas y rivalidades. Cuatro personajes en posiciones intermedias, piezas funcionales o peones, centran o conducen las cuatro tramas que se complementan y componen la visión de conjunto desde diversos ángulos. Barnes (George Clooney) el agente gubernamental que comienza a resultar incómodo, interferencia en los tejemanejes políticos. Agente de campo que fue valioso en tiempo pretérito pero que se convierte en recordatorio molesto de errores (una poderosa arma que ha quedado como fleco suelto, sin destruirse, en su última misión), o en voz que perturba la pantalla de conveniencias que se pretende crear, los reajustes del escenario que se establecen sibilinamente y en donde él es figura prescindible. Barnes no hacía preguntas, realizaba todo lo que le encomendaban. Ahora sus observaciones, sus preguntas, interfieren, se convierten en arma, en fleco suelto.

Otro peón sacrificable, que tampoco hace preguntas como antes Barnes, es el chico pakistaní, Wasim (Mazhar Munir) quien se encuentra despedido, con su padre, por no saber árabe, cuando hay cambio de dirección de la refinería de la empresa Connex en la que trabajaban (consecuencia de la concesión del gas por parte del gobierno saudí a los chinos). Aprovechándose de su resentimiento es captado por aquel que compró el arma que no fue destruida, un musulmán fundamentalista que le instruirá y modelará, como a otros jóvenes, para convertirle en mártir que acepte la muerte por combatir al enemigo (su equivalente titiritero en el otro lado podría ser Whiting, el presidente de la firma de abogados, encarnado por Christopher Plummer). Hay quien se convierte en enemigo (o extensión del enemigo) porque las cuestiones personales se superponen en sus prioridades, en sus decisiones. Woodman (Matt Damon) es un analista que asesora al príncipe Nasir (Alexander Siddig), ministro de asuntos exteriores, y en lid con su hermano menor para suceder a su padre, el emir. Frente a ambos Nassir representa el talante reformista, democratizador, que pretende impedir que su país siga siendo una sucursal de Estados Unidos, a quienes conviene que continúe siendo un país atrasado (es decir que los poderosos tiendan al derroche con lujos sin preocuparse de mejorar las infraestructuras del país, que lo convertirían en más rico y competitivo sin necesidad de dependencias) . Por eso, Nasir ha realizado un trato favorable con China, hecho que ha puesto en movimiento a las fuerzas económicas y gubernamentales estadounidenses. Nasir se ha convertido en una interferencia, un arma, un fleco suelto, una figura molesta en el escenario, un estorbo que se hace necesario eliminar. Woodman, ignorante de esas conveniencias, apoya a Nasir en su proyecto reformista, y le asesora sobre cuáles serían los pasos económicos necesarios. Woodman se convierte en réplica a pequeña escala de su país, ya que se beneficia económicamente, aprovechándose de la compensación que le proporcionan por la accidental muerte de su hijo mayor en la piscina del emir, aunque irónicamente sus consejos vayan en contra de los intereses del gobierno de su país.

Por último, Holiday (Jeffrey Wright) es un abogado contratado para investigar la alianza entre las dos empresas Connex y Killen (una pequeña empresa que consiguió derechos de perforación en Kazhastan), para analizar si ha habido algún tipo de corrupción, Aunque todo es una pantalla de conveniencias, sacrificios cara a la galería, ya que el trasfondo no es otro que propulsar esa alianza en comandita con el gobierno, en cuyo proceso será necesario la purga de quien perjudica esa posibilidad, Nasir (y de paso Barnes), de lo que la CIA se encargará convenientemente. Hay otro aspecto sugerente en la caracterización de los personajes, sobre todo de los norteamericanos, personajes zarandeados en mitad de la corriente, o que se mueven según los cambios de dirección de las mismas; Su quebrado espacio íntimo: la relación tensa, conflictiva, de Holiday con su padre, alcohólico, al que suele acoger con disgusto en su casa (mientras cumple, como aplicado esbirro, su función pública de maquillaje de apariencias en los engranajes político-económicos): no deja de ser reflejo de un país, las suciedades se ocultan mientras se prima el maquillaje de conveniencias; Barnes es una figura solitaria, divorciado, que tampoco logra establecer una relación armónica con su hijo, cansado de tantas mentiras; y el matrimonio quebrado de Woodman, tras el fallecimiento de su hijo, con las diferentes actitudes que establecen, reflejado en los reproches de la esposa a Woodman por aprovecharse de la muerte del hijo para ganar dinero. Wassim sí que mantiene una relación armoniosa con su padre, aunque sí emborronada por ciertas diferencias de visión, como si la del padre estuviera ya en los horizontes que veía en el pasado.

Distancias, las que definen este entramado en el que las piezas no encajan por conciliación, sino por responder a los moldeados de unos intereses, los de aquellos que se imponen en el escenario, para los que cualquier medio es válido para conseguir sus propósitos. Como expone precisamente una de las figuras sacrificadas en la investigación de Holiday, el empresario petrolífero Dalton (Tim Blake Nelson): ¿Corrupción? ¿De qué cargos de corrupción me hablas? Corrupción es cuando el gobierno se entromete en las eficiencias del mercado a través de regulaciones. Esto lo dice Milton Friedman, que obtuvo un maldito premio Nobel. Tenemos leyes contra la corrupción precisamente para que podamos sacarla adelante. La corrupción es nuestra protección, nos mantiene seguros y tranquilos. La corrupción permite que tú y yo estemos ahora aquí y no peleándonos por trozos de carne en la calle. Gracias a la corrupción...ganamos. La corrupción es lo que define al sistema, es el aceite para que el engranaje funcione. Y la sangre de la que se alimenta es todo lo que destruye para afirmarse. Porque sabe, además, cómo eliminar los flecos sueltos.

lunes, 12 de febrero de 2024

Traffic

 

En Traffic (2000), de Steven Soderbergh, con guion de Stephen Gaghan, se radiografiaba la tramoya del negocio de la droga, sumergiéndose en sus entresijos, trenzados por los intereses creados y la hipocresía, y con la ignorancia como contrapunto. Un relato que transcurre a dos lados de una frontera geográfica, donde, paradójicamente, las fronteras entre ley y delincuencia se difuminan, y en donde quién instituye (regula, condena y persigue el qué) descubre que ignora el por qué (de quienes la consumen y llegan a ser adictos). La preocupación de este personaje institucional, Wakefield (Michael Douglas), el juez elegido para dirigir la Oficina nacional de control de las drogas, es erradicar las drogas (como negocio e inclinación de consumo) como si fuera un virus pernicioso (ajeno a las entrañas de la propia sociedad), pero no todo es tan simple en un retorcido teatro de cínicos intereses, porque, por ejemplo, la estigmatización del consumo no es mas que otra cortina de humo para ocultar los citados intereses, y en donde, más bien, el consumidor no es que sea alguien que se desvía del camino (el camino del provecho), sino que se convierte en reflejo indirecto de las carencias de toda una sociedad, vaciada en su preeminente teleología del éxito, el beneficio económico y el irreflexivo consumo, más bien recreador de un círculo vicioso (la rentabilidad para los poderosos) que recreativo incluso. Ese presunto Orden crea esas reacciones de rechazo. Irónico es que sea su propia hija, Caroline (Erika Christensen), quien caiga en la adicción, por una realidad que nada la motiva, pero qué va a saber él si no conoce a su hija. Wakefield dispone de una concepción abstracta de lo que persigue sin comprensión de su especificidad circunstancial. Comprenderá, a través del percance personal, que el problema no es la adicción en sí, sino las circunstancias que la determinan. Para su hija es una placentera fuga del vacío de una normalidad mustia, puro simulacro, regida por la doblez, magníficamente reflejado ese estado fronterizo de desubicación y malestar ante una sociedad en las que las relaciones se rigen por las conveniencias (formalismos que son ausencia), expuesto, a través de una descentrada planificación fragmentada, en la secuencia en la que Caroline y sus tres amigos se drogan, entre disertaciones sobre ese vacío que advierten o sienten en las relaciones (en los modelos y valores que oferta la sociedad), y uno de ellos sufre un colapso. El trayecto de Wakefield, en el desarrollo narrativo, será del que en principio meramente condena para ser el que busca respuestas para comprender (las razones emocionales y el entramado de conveniencias económicas a muy diversas escalas).


Sorderbergh sabe elevarse sobre lo arquetípico o representativo de cada personaje, creando una envolvente atmósfera (un trance), un estado perceptivo y emocional, en donde un plano de larga duración sobre un personaje (el personaje de Michael Douglas tomando consciencia de su ignorancia) o la fragmentación sincopada de la secuencia citada de la hija y sus amigos colocándose, y atropellándose en un diálogo que refleja su desorientación vital, no exenta de desguarnecida lucidez, por no hablar de la preeminencia de un color en cada una de las tres subtramas, lograban ser más elocuentes que un explicito discurso. Se palpa una textura emocional, comprendemos y percibimos los estados y circunstancias emocionales de los personajes, su relieve. En los otros dos personajes que protagonizan las otras dos subtramas, Javier (Benicio del Toro), policía de Tijuana, representante, a pequeña escala, de la corrupción generalizada de los representantes de la ley (compinchados con los capos o queriendo usurpar incluso el dominio de éstos), y Helena (Catherine Zeta Jones), cuya vida, de lujos y privilegios, se ha tambaleado al descubrir que su esposo, Carlos (Steven Bauer), debe su fortuna a sus negocios ilegales como capo de la droga en Estados Unidos relacionado con el Cartel de Tijuana, se ejemplifican qué fácilmente se pueden cruzar ambas líneas, la de la honestidad o integridad y la corrupción. El recorrido, en uno y otro caso, es inverso. Javier se redime y Helena se corrompe. Hay una extraordinaria secuencia en que coinciden sus procesos de transformación, el respectivo cruce, en dirección contraria, de esa frontera moral. Javier, tras ser testigo de cómo su compañero y amigo, Manolo (Jacob Vargas) es ejecutado en el desierto, con un tiro en la nuca, ante una fosa que han cavado, hecho con el que también querían poner a prueba los del Cartel de Juárez, comandados por el general Salazar (Thomas Millian), a Javier y su fidelidad hacia ellos, conduce su furgoneta por las calles de la ciudad, y se detiene ante un semáforo. Soderbergh le dedica un largo primer plano en el que apreciamos el dolor y la desesperación de Javier (admirable y sobrecogedor Del Toro) que le determina a una decisión. Abandona el coche y se pierde entre las calles (ya decidido a colaborar con la DEA para desmontar el Cartel de Juárez, aunque, por otra parte, se siga sintiendo traidor), y en una esquina se cruza precisamente con Helena, quien ha tomado la decisión de adoptar el papel de su esposo y negociar con el Cartel de Tijuana, proponiendo el paso de cocaína en juguetes.

Hay otros personajes en los que también se evidencia ese difuso relativismo, como en la relación entre el policía que espía a Helena, Montel (Don Cheadle), y el traficante que detuvo al principio de la película, Ruiz (espléndido Miguel Ferrer), que delató a Carlos, y que fue capturado por Montel y su compañero Ray (Luís Guzmán), curiosamente, en un parque infantil (escondido entre globos). La honestidad de Montel, su afán por desmantelar una corrupción, se ve contrapunteada por los lúcidos comentarios de Ruiz, quien le ofrece otro ángulo con el que le hace ver que su tarea casi es inútil porque hasta se puede decir que con su detención está colaborando con los intereses del cartel de Juárez para eliminar a sus contrincante ( lo que de alguna manera, le convierte casi en esbirro de aquellos contra los que él lucha). La resolución de las diversas tramas combina logros y derrotas. El cambio de actitud de Wakefield, que abandona su cargo como asunción de su ignorancia, para por fin escuchar a su hija ( y lo que ello representa, comprender en vez de prejuzgar), o el pequeño pero grande logro de Javier de conseguir un campo de beisbol para los niños de la ciudad, se combina con la liberación del capo Carlos, al ser asesinado su testigo principal, aunque Montel proseguirá perseverante en su lucha. Traffic, mediante una exquisita narrativa sensorial (un extraordinario montaje) que a su vez teje afinados vínculos entre las diversas subtramas, sin imponer una mirada, establece interrogantes, una visión movediza en el que las certidumbres se difuminan en las frágiles líneas que separan las fronteras morales en un entramado (montaje) de una sociedad ( a uno y otro lado de la frontera de dos países tan diferentes) enmarañada en la corrupción y el vacío, las promesas de lujos y la banalidad.

lunes, 10 de julio de 2023

En tierra hostil

 

Durante la primera década del siglo XXI, tras la invasión de Irak por parte Estados Unidos, que determinaría un conflicto bélico que duraría del 2003 al 2011, Irak se convirtió en un escenario recurrente en la ficción estadounidense, en marco propicio para tanto desarrollar, o recrear en un nuevo espacio de conflicto, tramas actualizadas de géneros como el cine de espias combinado con el thriller, o el bélico, como para servir de espejo resonante de un estado de cosas más amplio, o de cuestiones candentes, en el propio pais, en cierto proceso de transformación (durante ese periodo también acontecería el colapso económico del 2008; la invasión no estaba vinculada con el atentado a las Torres gemelas dos años antes pero no dejaba de ser, para la Administración regida por George W Bush, una forma de respuesta o de conveniente maquillaje compensatorio). Red de mentiras (2008), de Ridley Scott o las notables Syriana de Stephen Gaghan (2006) y Traidor (2008) de Jeffrey Nachmanoff, o en cierta medida Green zone (2010), de Paul Greengrass, pertenecen a la primera variante, una reformulación de los patrones del cine de espias (o exploración de los entresijos de los despachos y sus maquinaciones), y la brillante Jarhead (2005), de Sam Mendes, Redacted (2007), de Brian De Palma, la espléndida El francotirador (2014), de Clint Eastwood o En tierra hostil (The hurt locker, 2009), de Kathryn Bigelow, a la segunda, sugestivas aproximaciones a las coordenadas del cine bélico, a la experiencia en sí misma, y a las implicaciones o consecuencias que conlleva. Se podría considerar una tercera variante, que es aquella centrada en las consecuencias derivadas del regreso al hogar de los participantes en el conflicto bélico, caso de Stop loss (2008), de Kimberly Peirce, la sugerente Regreso al mundo (2007), de Irwin Winkler, o las excelentes En el valle de Ellah (2007), de Paul Haggis y The messenger (2009) de Oren Moverman, centrada en los que notifican las pérdidas de los seres queridos en la guerra, o Billy Lynn (2016), de Ang Lee. En tierra hostil se convirtió en todo un fenómeno en Estados Unidos. De tardar más de medio año en estrenarse en su pais, tras su presentación en el festival de Venecia del 2008, y tener una pobre recepción en taquilla ( según parece, el espectador norteamericano no estaba muy receptivo con respecto a las películas centradas en el conflicto de Irak), pasó a ser la obra más premiada por la crítica de su pais, y además a disfrutar de las loas y reconocimientos de la propia industria, con los seis premios que le concedieron en los Oscars.

En tierra hostil está inspirada en la experiencia del guionista Mark Boal, quien acompañó, diez o quince veces al día, durante dos semanas, a una brigada de desactivación de bombas en Irak. Durante ese tiempo compartía sus experiencias, vía email, con la cineasta Kathryn Bigelow, quien, en principio, había estado implicado en la producción, en 2002, de la serie The inside, en la que un episodio estaba inspirado en uno de los relatos que había publicado en la revista Playboy. En un texto inicial, ya se anuncia la cuestión sustancial, la adición a la guerra. Durante el desarrollo de la narración se condensa el paradójico efecto de adicción a la adrenalina del riesgo o de la acción en los combatientes. Y en este particular caso es más extremo, dada la concreta dedicación del protagonista. El sargento James (un excelente Jeremy Renner) es un desactivador de bombas. Habría que remontarse a 1959, con la interesante Ten seconds to hell, de Robert Aldrich, para pensar en una obra centrada en tan tensa dedicación como la de los artificieros (en aquel caso con soldados alemanes). La singularidad de James es que tal acción la desarrolla con un desapegado estoicismo, y hasta desprecio de las normas de ejecución, que exaspera a algún compañero de su equipo, en particular el sargento Sanborn (Anthony Mackie). ¿Es inconsciencia que bordea con la enajenación? Pareciera que habitara (protagonizara) su particular esfera de realidad. Claro que no todo es lo que parece, y lo pone en evidencia su relación con un niño irakí, que se hace llamar Beckham (quien vende dvds en la base militar, y al que conoce con un balón de fútbol). La secuencia en la que cree que es Beckham a quien han asesinado para colocarle una bomba en su interior que él tiene que desactivar descosiendo la sutura en la piel de su vientre, es de lo más elocuente. Una contundente secuencia que define al personaje, que se resiste a simplemente explosionarla. James dispone de una caja en la que guarda componentes de bombas que pudieron matarle, pero también la fotografía de su hijo. ¿Cómo se relaciona con la vida aquel, que en las secuencias finales, precisamente con su hijo, reconoce que parece haber perdido las ilusiones, como si ya su único incentivo vital poner en riesgo su vida con su actividad de artificiero? ¿Qué había explotado en su interior?

La opción expresiva elegida, como la de Traidor, planteada con el mismo rigor y pertinencia, pero aún más poderosamente efectiva, es el rodaje de cámara en mano, y montaje sincopado. La tensión se adueña de la narración, pero sin crisparla ni buscar el efectismo, con una naturalidad que parece en consonancia con la forma de actuar del protagonista. Su inmediatez, por ello, se va insinuando perturbadora, como las mismas circunstancias que viven los personajes, siempre al borde de desaparecer en cualquier momento, por una bala o una bomba (al respecto es interesante el uso de un actor, entonces, desconocido, como Renner, como protagonista, para acentuar la impredecibilidad, amplificada por la rápida muerte de los personajes que interpretan actores conocidos como Guy Pearce o Ralph Fiennes). El logro, para cualquiera de ellos, es mantener el equilibrio en una situación como esa en la que vida está en constante amenaza. Poderosa y contundente al respecto es la imagen, breve y escueta, de James tumbándose en la cama con el casco de artificiero puesto. O el plano, dominado por la luz del crepúsculo, cuando llama a su esposa, pero se ve incapaz de decir nada. O, sobre todo, las extraordinarias últimas, y breves, secuencias, ya en su vuelta al hogar (unas de las que mejor han expuesto las consecuencias de la vuelta al hogar del combatiente, o en qué estado le ha sumido), tras que en la anterior secuencia Sanborn le pregunte, en el camión blindado, qué es lo que él siente en relación a su dedicación y la guerra, y él no sepa qué contestar, o lo sabe pero prefiere aún no articularlo (como quien necesita agarrarse al blindaje vital en el que se camufla). La elipsis, por su contraste, es brutal: Tras no contestar a su compañero Sanborn, vemos a James en uno de los pasillos de un supermercado. Tanto la expresión de su rostro contemplando los múltiples marcas de cornflex que ocupan todo un pasillo, como su figura minimizada, por un plano general (con una profundidad de campo que se puede asociar con el abismo), ante tales estanterías, como perdido en una inmensidad, resultan elocuentemente sobrecogedoras. O cómo los silencios pueden decir tanto. Como contundente es su concisa reflexión, acostando a su hijo, tras jugar con él, sobre cómo cuando creces pierdes progresivamente el incentivo por casi todo en la vida. ¿En qué vacío se había generado la explosión interior? Un prodigio de condensación.

martes, 6 de mayo de 2014

Espacio de cine Solaris: Skyfall y Syriana: De qué materia están hechas las sombras...del poder

Si habláramos de 'Skyfall' de Sam Mendes en Espacio de cine Solaris, nos preguntaríamos por qué empieza con la figura borrosa, desenfocada, del protagonista, y con su rostro entre sombras, como si fueran unas fauces, y derivaríamos en hablar sobre la figura del Doble, la sombra o el Otro, sobre el lado siniestro del héroe. Sobre la variación de tratamiento del personaje de James Bond en las tres últimas obras protagonizadas por Daniel Craig, que podrían contemplarse con un hilo narrativo, una evolución dramática, que las une, algo que no se había advertido en obras precedentes. Podríamos derivar en la filmografía de su director Sam Mendes, y observar el tratamiento de las relaciones paterno filiales, el hogar y el desarraigo, la intemperie vital y los modelos de vida instituidos. Podríamos deternos por un instante, como constante, en las sombras que dominan 'Camino a Perdición', en la que Craig interpretaba a otro hijo, este con vínculo de sangre, en relación conflictiva con la figura de autoridad, su padre. Y podríamos trasladarnos a los territorios de las películas de espías, espacios con muchas sombras, las de la doblez, la corrupción, las estrategias y las manipulaciones, y los intereses gubernamentales e institucionales poco o nada escrupulosos, y podíamos acercarnos a las costas de Syriana' de Stephen Gaghan, con otro agente, el encarnado por George Clooney, en relación poco cordial con los poderes fácticos. Un agente arrinconado a los márgenes, en las penumbras de la pesadumbre y la desubicación. Muchas sombras podridas se levantan en los intereses en el Oriente próximo...Y eso nos llevaría...

jueves, 13 de octubre de 2011

Clint Mansell - La desaparición de Embry (Abandon)


Un prodigio de composición de Clint Mansell ( que recordará a algunas de Angelo Badalamenti con la voz de Julee Cruise para obras de Lynch), para una joya de banda sonora, la de una discreta película, 'La desaparición de Embry' (2002), de Stephen Gaghan, que realizaría una obra muy superior con 'Syriana' (2005).

miércoles, 4 de mayo de 2011

Alexandre Desplat - Something Really Cool - Syriana


Alexandre Desplat compuso otras de sus grandes bandas sonoras para la notable 'Syriana' (2005), de Stephen Gaghan, en la que se desnudan los intereses encubiertos (por el petroleo), gubernamentales y económicos, en Oriente medio. Un tablero de ajedrez o lid para conseguir las mejores ventajas y seguir alimentando una industria, los intereses de las grandes corporaciones, mientras se dirime de quién o qué prescindir o aprovecharse en ese juego de alianzas y rivalidades.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Thriller político USA 2000

Hace un par de años 'Syriana' (2005),de Stephen Gaghan, analizaba con metódica precisión los reales intereses que regían el 'teatro político' en aquella zona...de hecho, hubo voces que la cuestionaron también en que primaba antes el discurso o la trama teórica de intenciones, pero lograba modular con eficacia un tapiz, cercano en estructura a Traffic, otra radiografia plurarl de un estado de cosas...por no hablar de esa obra maestra de Robert de Niro, 'El buen pastor'(2006), de Robert De Niro, que se sumergía con severa contundencia en las raices en el tiempo que ha generado el hoy...o como los tiempos pasados siguen presentes...

0 la poderosa alegoría de 'Mystic river' de Clint Eastwood, o cómo un enquistamiento social genera una violencia que se repite generación tras generación, asentado en el olvido que es lo opuesto a la reflexión, y los errores se vuelven a cometer, aunque se cambien los rostros y las posiciones, con la justificación siempre como enseña...Hay quien ha señalado que esta corriente reciente, en algunos de estos ejemplos, se apoya en la estetica del cine de los setenta, y cierto es...una estetica sobria que guarda unas corrientes subterraneas envenenadas y agudas, pero por qué no recordar previamente una corriente incisiva a mediados de los sesenta, que focalizaba sus obras en el espectro político sin complacencias...caso de 'Tempestad sobre Washington' de Otto preminger, 'The best man' de Franklin Schaffner, 'Punto limite' de Sidney Lumet, 'Siete dias de mayo' de john frankenheimer o Telefono rojo ¿volamos hacia moscu? de Stanley Kubrick...

Otras circunstancias, otros planteamientos estéticos, pero un espejo en el que no es ocioso mirar...no sólo por lo que pueden alumbrar en cuanto semillas del tiempo presente, o reflejos de nuestro tiempo, sino como modelos de acercamiento y mirada...

Expediente Anwar y el thriller político

Tras el atentado de las Torres gemelas, Bush encontró el apoyo necesario para justificarse en adalid de las libertades, haciendo artero uso de la cortina de humo del victimismo... el enémigo del 'sacrosanto' imperio no era otro que las hordas terroristas, y mejor olvidarse de la cada vez mayor presión a la que estaba siendo sometida su política económica por el G8, reclamando una reestructuración industrial para reducir la emisión de dioxido a la atmósfera: Qué más da el medio ambiente, lo fundamental es el beneficio de las grandes corporaciones, y no hay reparos en cualquier acción, sea una guerra o permitir (quizá, propiciar, quién sabe) un 'autoatentado' de gran escala dramática...Desde luego, la jugada le salió redonda...en un principio...Progresivamente, se ha incrementado la producción cinematográfica que se hace eco de la disensión y malestar con la política, o 'visión', de su gobierno...Una de las primeras medidas que reactivó fue una autorizada años antes, en 1993, por Clinton, 'extraordinary rendition', una medida de extradicción donde se pasaban por el forro cualquier justificación, y por la que podría detenerse sin cargos a quien pareciera sospechoso, y tras extraditarle, someterle, en alguna carcel de otro continente, a una tortura intensiva en forma de interrogatorio... De un caso así nos habla 'Expediente Anwar' (Rendition, 2007), de Gavin Hood...

Narrativamente, incide en la línea marcada por 'Traffic' (2001), de Steven Sorderbergh, cuyo éxito, a su pequeña escala, y reconocimiento, ha propiciado otra serie de obras definidas por una construcción dramática poliédrica, donde se alternan perspectivas de diferentes personajes, en buena medida, representativa de los distintos angulos que componen la cuestión sociopolítica retratada... y puesta en cuestión...En la misma senda transitó 'Syriana' (2005), precisamente dirigida por el guionista de la anterior, Stephen Gaghan...Si en la primera se radiografiaba la tramoya del negocio de la droga, sumergiéndose en sus entresijos, trenzados por los intereses creados, la hipocresia y la ignorancia...Un relato que transcurre a dos lados de una frontera geográfica, donde, paradojicamente, las fronteras entre ley y delincuencia se difuminan, y en donde quién 'instituye' (regula, condena y persigue el 'qué') descubre que ignora el por qué(de los que la consumen y llegan a ser adictos)...

La preocupación de este personaje 'institucional', encarnado por Michael Douglas, es erradicarla (como negocio e inclinación de consumo) como si fuera un virus pernicioso (ajeno a las entrañas de la propia sociedad), pero no todo es tan simple en un retorcido teatro de cínicos intereses... porque, por ejemplo, la estigmatización del consumo no es mas que otra cortina de humo para ocultar los citados 'intereses', y en donde, más bien, el consumidor no es que sea alguien que se 'desvia del camino' (el camino del provecho), sino que se convierte en reflejo indirecto de las carencias de toda una sociedad, 'vaciada' en su preeminente teleologica del éxito, el beneficio economico y el irreflexivo consumo, más 'recreador' de un círculo vicioso (la rentabilidad para los poderosos), que recreativo incluso ...Ese presunto Orden crea esas reacciones de rechazo ( no es casual que su propia hija caiga en la addición, ante un mundo que nada la motiva, pero qué va a saber él si no conoce a su hija)...El problema no es la adicción en sí, sino las circunstancias que la determinan...Es una fuga del vacio de una 'normalidad' mustia, puro simulacro, regida por la doblez...

En la segunda, se desnudaba otra falacia, la de los intereses encubiertos, gubernamentales y económicos, en Oriente medio (con el trasfondo de las lides por el petroleo), con un tapiz de personajes de ambos 'lados' (jugadores de un tablero de ajedrez, desde el rey al peón)... No hay otra, lo que prima, ante todo, por debajo de excusas patrías o ideologicas, es mas una cuestión económica (cómo conseguir las mejores ventajas para seguir alimentando una industria, y los intereses de las grandes corporaciones...y de quién o qué prescindir para conseguirlo en se juego de alianzas y rivalidades)...Las diferencias son de estilo...Sorderbergh sabe elevarse sobre lo arquetipico o representativo de cada personaje, creando una envolvente atmósfera (un trance), un 'estado' perceptivo y emocional, en donde un plano de larga duración sobre un personaje (el personaje de Michael Douglas tomando consciencia de su ignorancia) o la fragmentación sincopada de una secuencia ( la hija y sus amigos 'colocándose', y 'atropellándose' en un diálogo que refleja su desorientación vital, no exenta de desguarnecida lucidez), por no hablar de la preeminencia de un color en cada subtrama, lograban ser más elocuentes que un explicito discurso...Se palpaba una textura emocional, comprendiamos y percibiamos los estados y circunstancias emocionales de los personajes, su 'relieve'...

'Syriana' lograba mantener el equilibrio, aunque siempre en el filo de que la propuesta intencional, teórica, afectara a la potencia emocional...Su construcción dramática es proverbial, pero Gaghan no posee la sutil capacidad expresiva de Sorderbergh (ayuda eso sí, siguiendo la pauta de este, el uso de la música, en este caso la gran banda sonora de Alexandre Desplat, siguiendo los pasos de la compuesta por Cliff Martinez para 'Traffic', ambas, sobrerbiamente, engarzadas con la musicalidad del montaje: Pero las costuras de 'Syriana' no son tan afinadas como las de 'Traffic', en esta la fusión es impecable)...En suma, Gaghan teje una mirada más distante y 'matemática', quizás menos efectiva (emocional), que la sensorial y flexible de Sorderbergh (quien ha sabido tomar nota de esa capacidad, de pauta emocional más que narrativa, en el cine de Terrence Malick, como aplicado alumno, aunque aún sin alcanzar sus sublimes cotas; no por nada ha heredado del primero el proyecto sobre el Ché)...Pero,aún así, 'Syriana' se convierte en una estimulante muestra de cine 'necesario'...

'Expediente Anwar', en cambio, lidia con más dificultades en esa construcción narrativa, y, sobre todo, para lograr dar el suficiente relieve a unos personajes arquetipos, donde cada cual representa una posición en el puzzle del discurso...Un discurso que se convierte en visceral denuncia, pero cuyo propósito parece 'pesar' demasiado a la hora de insuflar la suficiente entidad dramática a las situaciones y personajes, aunque, en buena medida, contrarrestado por la brillante aportación de los actores, que logran transmitir una emoción de la que está un poco huerfana la caracterización de los mismos...Tenemos al ingeniero, de ascendencia egipcia, Anwar (Omar Metwally), que es 'raptado' por las fuerzas gubernamentales estadounidenses para interrogarle bajo la sospecha de estar implicado en un atentado terrorista en un pais de oriente medio...Sin más, él que volvía a Washington en un vuelo de Surafrica, se ve esposado, y enviado a los sórdidos sótanos de una carcel de un pais norafricano, y torturado sin piedad...

Mientras, su esposa, Isabella (Reese Whiterspoon), embarazada (¿para enfatizar su desvalimiento?) intenta averiguar qué ha podido ocurrir con su marido, recurriendo a un asistente de un senador (Alan Arkin), antiguo amigo y enamorado, Alan (Peter Sasgaard), quien voluntarioso, se enfrenta al 'muro' que representa quién ha dado esa orden, Corinne Whitman(Meryl Streep)...Por otro lado, tenemos al analista ahora encargado de observar el interrogatorio, Douglas (Jake Gyllenhal), el comisario encargado de la misma, Abasi (Igal Naor), quién a su vez está preocupado por su hija mayor, quien anda relacionada con grupos extremistas ( precisamente, los que han propiciado el atentado)...Las piezas del puzzle están definidas, el pulso es efectivo y contundente, pero los personajes parecen presos de lo que representan en ese puzzle...Algo más obvio en los que interpretan Reese Whiterspoon o Meryl Streep, sin especiales matices caracterológicos, los cuáles gracias a su poderosa prestación, alcanzan esa fisicidad emocional...

Y, en especial, en el que interpreta Jake Gyllenhal, ya que es el personaje que más claramente sufre una evolución, ya que su toma de conciencia es determinante para cambiar el rumbo de los acontecimientos al enfrentarse a los inclementes designios de sus superiores...La falta de detalles de caracterización del personaje, más allá de que sea analista, es decir, que no sea un mero esbirro que cumple ordenes ciegamente, se ve más que contrarrestada por su interpretación, gestada desde su mirada, palpitante de diversos estados emocionales y dilemas, y logra que no sea tan inverosimil su decisión...Hay un momento que define lo que podría haber sido la película si el tono hubiera surcado esa línea: Un sólo plano de Douglas en una terraza, ante una mesa, llena de botellas vacias (escuetamente, unido a su gesto, queda definido todo lo que acaece en el personaje; y, de este modo, que sea coherente que sea capaz de decir, en una conversación telefónica con su superiora, Corrine, cuando esta le pregunta sobre cómo lleva el que es su primer tabajo en tan sórdidas lides, que sí, es su primera tortura, a lo que ella replica que Estados Unidos no tortura, sólo obtiene información)...Hay alguna otra secuencia en esa línea, como esa transición que une un plano de Isabella,con expresión dolorida, no logrando conciliar el sueño en la cama, con uno de su marido, recluido, desnudo y sucio, en esa angosta capsula donde le encierran entre cada sesión de tortura...

Y, el personaje con más relieve, el citado Alan, ya que el hecho que esté enamorado desde hace años de Isabella le da una mayor complejidad y matices en su particular batalla contra las altas instancias ( a lo que ayuda, de nuevo, la gran interpretación de Sasgaard)...de la que saldrá desoladamente derrotado ( uno de los mejores planos de la película es el último que se le dedica a él, cuando ya ha desistido, reprendido por el senador -por meterse en fangales sin las necesarias pruebas para cuestionar las oscurantistas politicas del gobierno-, de seguir con su 'cruzada', y sin poder siquiera decirle el por qué a Isabella; un plano general nos lo muestra 'integrándose', o más bien, 'desapareciendo', entre los compañeros que colaboran en la campaña del senador)...Una última cuestión, la elección narrativa más discutible...Al final, descubrimos que una de las subtramas, la de la hija de Fair, relacionada con un terrorista, sin ella saberlo, resulta que es anterior en el tiempo, y que estaban implicados en el atentado inicial...¿Por qué ese escamoteo? ¿Para que guardarse esa revelación si dramáticamente no aporta nada? ¿Por qué si se juega con esa alternancia de tiempos, no haberlo hecho de modo manifiesto? Porque esa revelación final, además montada paralelamente a la acción de Douglas de sacar a Anwar de su encierro lo más rapidamente posible, antes de que sus superiores se enteren, no hace más que cortocircuitar la potencia emocional...De nuevo, el artificio del mecanismo supera a la carga emotiva...Una pirueta narrativa, caprichosa e innecesaria, que entorpece el alcance del film más que ayudar a superar sus ya considerables corsés teóricos, todo lo bienintencionados y agradecbiles que se quiera, pero que devaluan la entidad dramática...Por lo menos, el reencuentro final entre marido y mujer es escueto y conciso, no hacia falta más, dado el dolor acumulado, que será más que dificil superar...Y es que la obtusa ceguera del poder (por ignorancia o mezquina inquina) mata las emociones...