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miércoles, 16 de marzo de 2022

Malaventura (Impedimenta), de Fernando Navarro

 

El viento ha borrado a la gente. Las calles y las casas están abandonadas. Todo está cubierto de la arena del desierto (…) Como un intruso, el viento se cuela en una casa vacía. Atraviesa una puerta abierta, que alguien dejó olvidada en una huida que parece apresurada (…) Este es un lugar muerto y borroso. Es un fantasma gigante hecho con casas de piedra sin librar; con polvo y suciedad. El espectral inicio de Un burrico, uno de los relatos que componen Malaventura (Impedimenta), del escritor español Fernando Navarro (1980), recuerda al del excelente western Chuka (1967), de Gordon Douglas, en el que un destacamento del ejercito de la Union se encontraba con un fuerte plagado de cadáveres. Y la telúrica fisicidad de sus descripciones, la relevancia de los elementos y el paisaje, la materia y los objetos, que es seña distintiva de todos los relatos, evoca otro western, Río Conchos (1964), la obra maestra de Douglas. Su protagonista, Lassiter, interpretado por Richard Boone, uno de los personajes más memorables que ha dado el género del western, podría ser uno de los protagonistas turbios, desesperados, siniestros, pero también ambivalentes, que abundan en Malaventura, como el personaje espectral que protagoniza ese relato, que evoca al que aparece, perfilándose como una difusa presencia en la calima, en la secuencia inicial de Infierno de cobardes (1973), de Clint Eastwood, esa figura ambivalente que no se sabe si es real, un supuesto hermano idéntico al sheriff que los habitantes permitieron que fuera asesinado por unos forajidos, o si es una figura sobrenatural que aparece para castigarles. Un detalle evidencia la singularidad de ese personaje que arrasa, en Un burrico, con toda un pueblo. Posó su mano -dibujos en los nudillos, una estrella, letras que forman palabras que no queremos repetir- sobre el lomo del burrico atado. Acarició su piel un instante. Le habló al oído.

Esos detalles, como contrapunto y contraste, dotan, en ocasiones, de doloroso lirismo a unos relatos atravesados por la aridez de los paisajes y las emociones, como si estas mismas quedaran cubiertas por el polvo, y no permitiera que los seres humanos pudieran culminar su conversión en humanos y quedaran, de ese modo, abocados a su condición de bestia, o simplemente seres truncados, por una inundación que arrasa con todo un pueblo, o por la imposibilidad de un amor por el hecho de ser primos. La violencia es reflejo de la naturaleza bestial del ser humano, pero también expresión de un grito que expresa la impotencia. O la constatación de una fatalidad que parece evidenciar que la vida se trama sobre la mera aleatoriedad. La muerte puede señalarte en cualquier momento, como en el relato sobre esa mujer barbero en un pueblo, una figura triste, indefinida, porque no se sabe de dónde viene, y porque su trayecto ha concluido en ese pueblo, como barbero. Unas lágrimas, por la única carta que recibe, sugieren meramente que ese pasado quizás se asemeje a una herida. Solo trajeron correo para ella una vez. Las mujeres del pueblo se inventaron que leyó aquella carta de solo dos páginas en silencio y se secó las lágrimas al acabar. Luego la rompió en trocicos y la quemó. Algunos días pienso que si el fuego no pudiera quemarme la piel, si yo fuera uno de esos héroes de los que hablan en los tebeos, hubiera podido recuperarla de las llamas sin dolor. Pegaría todos los trozos de la carta y la leería, sin decírselo a nadie.

Hay relatos, como Del mismito color del vino, protagonizados por quienes asumen que su condición solo puede ser la del ejercicio del daño y la crueldad, como si se plegaran a una inexorabilidad, como si fuera el reflejo de una tendencia preponderante en el ser humano, no una excepcionalidad. No es el cuerpo extraño, sino el cuerpo que evidencia, aun en forma extrema, la naturaleza de la bestia en el ser humano. Nunca fui un niño bueno. Aunque casi no fui un niño ni tampoco viví como un niño ni reí como un niño o jugué como juegan los niños más que los años justo de desarrollar y dejar salir a la calle lo que fuera que me habitara por dentro. Esa cosa turbia (…) No he sido un buen hombre: por qué serlo. Aunque he sabido parecer un buen hombre. Una sonrisa siempre falsa, fingida. Un gesto amable en el momento preciso. Una buena sarta de mentiras que llegan a parecer verdades. Es el hombre funcional, el hombre máquina, el hombre eficiente, el hombre que solo se preocupa de si mismo, como un automata que cumple su cometido. Es a la vez el cinismo y la negación: Ya sabeis que soy un mentiroso, no deberíais creer casi nada de lo que digo. Qué le hago yo si soy así (….) A veces me cuento mentiras a mí mismo también. Lo hace todo el mundo, ¿no?. No sé, es difícil aceptar las cosas cuando pasan. Ese reconocimiento del personaje como narrador no fiable evoca el de mi propia novela Desconocido, aunque en principio, esa no fiabilidad más bien deja patente que es una mentira como forma humana. Puede decir lo que sea conveniente para él. Pero, como en mi novela Desconocido, en su último tramo el mismo personaje se pone en cuestión a sí mismo, pero no en cuanto a la fiabilidad de lo que siente, sino, incluso, como realidad. Una actitud o mentalidad como la suya parece diluirse en la abstracción de lo irreal o virtual, como la noción de los demás y la realidad, mera pantalla funcional o prescindible. Pero en su caso, es el mismo vacío ontológico, la bestia en los añicos, o el temblor del agujero negro en el que nos podemos convertir. A veces no distingo entre algo que ha ocurrido y algo que está por ocurrir (…) No puedo verme reflejado en el cristal grande que devuelve la imagen del resto de los asientos y de los pasajeros de mi vagón. Pero, como se expone en Retrato de un cazaor, siempre queda, como el ruido de una funda en la calle polvorienta de un pueblo abandonado, la perturbadora evidencia de una incógnita que continua desbordándose desde el interior de los humanos de modo incontenible para infligir daño a los demás. Me pregunto qué fuerza misteriosa nos arranca de los hogares y nos lanza así a los campos, armados y con el rostro apretado: dispuestos a matar antes de que nos maten. Malaventura es el descarnado reflejo de la bestia que reside en nosotros.

viernes, 21 de enero de 2022

Próxima firma de ejemplares de Desconocido en Madrid

 

Estaré firmando ejemplares durante la tarde del viernes 28 y la mañana del sábado 29 en Madrid. Quien quiera pasarse se llevará cuando menos mi radiante sonrisa. 

martes, 18 de enero de 2022

sábado, 18 de diciembre de 2021

La noria en el cine (y en mi novela Desconocido)

Una noria dispone de particular relevancia en DESCONOCIDO, por eso se destaca en la portada de la novela. Un parque de atracciones abandonado, un estudiante de criminología que realiza la misma tarea de guarda de seguridad que aquel asesino soñador que analiza en su trabajo universitario, los sueños románticos... A lo largo del cine ha habido excelentes películas en las que una noria ha cobrado relevancia dramática o simbólica, caso de El tercer hombre (1949), de Carol Reed, Al este del Edén (1955), de Elia Kazan, Antes del amanecer (1995), de Richard Linklater, Wonder wheel (2017), de Woody Allen o Una (2016), de Benedict Andrews (una de las mejores secuencias que ha dado este siglo)

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Inventario de algunas cosas perdidas (Acantilado), de Judith Schalansky

 

A lo largo de la historia hemos utilizado distintos símbolos para representar lo desconocido y lo indefinido, lo ausente y lo perdido, el vacío y la nada. Son múltiples los lugares, los seres o los objetos que ya no existen, como también los que pudieron ser. En el fondo, cualquier objeto está llamado a convertirse en basura, cualquier edificio encierra en sí mismo el germen de una ruina y cualquier creación comporta destrucción. Hay cursos y direcciones que no fueron tomadas, hay posibilidades que quedaron estancadas. Relaciones que se deterioran. Circunstancias que cambian de modo radical. Durante un periodo de tiempo se puede ser centro de pantalla o escenario, una estrella o figura relevante y distinguida, en una escala u otra, y, quizá de repente, quizá de modo progresivo, te conviertes en una figura marginal o periférica, nadie. Por añadidura, lo que ya no es o no pudo ser también implica lo que representa. No son concreciones sino también metáforas que se exploran, en Inventario de algunas cosas perdidas (Acantilado), de la escritora alemana Judith Schalansky (1980), en forma de ensayo o relato ficcional, el palacio de la república de Berlín, el tigre de Caspio, el unicornio de Guerecki, los cantos de Safo, los siete libros de Mani, o la isla de Tuanaki en el Pacífico, una isla en la que sus habitantes no sabían lo que era luchar y desconocían la palabra guerra en cualquiera de sus funestas acepciones. Una isla desconocida, y lo que lo que no se recuerda no existe. Fue una posibilidad ignorada que se convierte en metáfora de lo que la especie  humana no ha sido. El mundo pudo ser como aquella isla que dejó de existir, pero el ser humano ha preferido, de modo intencional o de modo inconsciente, tomar otras direcciones. Con la extinción de tigre del Caspio se refleja la tendencia humana al disfrute del Circo romano en sus diversas manifestaciones y variaciones, al deleite con la desgracia y la violencia. En ese relato una tigresa combate con un león después de haber sufrido las penurias de un confinamiento en un espacio reducido. Metáfora de lo que hemos hecho con nuestro entorno y otras especies. Metáfora de cuáles son nuestras pantallas recreativas predilectas. Metáfora de nuestra indiferencia.

El unicornio representa a toda esa serie de monstruos míticos que protagonizaban los relatos en los que su fundamento vertebrador era poner a prueba el valor de un hombre, someter a la naturaleza indómita, enfrentarse con éxito a lo desconocido y superar el pasado. El sometimiento y la conquista se cimenta y apoya en la definición de lo otro como monstruoso. No es el ser humano, o esa actitud conquistadora, la monstruosa. Hemos siempre preferido vernos en el espejo del modo más conveniente y favorecedor. El mundo es un escenario en función nuestra. La ficción que pergeñamos. En contraste con esa concepción y perspectiva utilitaria, la idealista o idealizadora: los románticos ven en el fragmento una promesa infinita, un ideal cuyo poder persiste, gravitando todavía sobre nosotros. El mundo podría ser un modo que se ajustara a esos ideales sublimes. O quizá una y otra tendencia humana sean tendencias complementarias, aunque parezcan contrarias, como el psicópata y el soñador romántico cosifican desde la distancia, ya que para uno y otro los demás son representaciones, de las que aprovecharse (y por lo tanto, a las que dañar con absoluta indiferencia) o las que sublimar, como planteo en mi novela Desconocido.

La relación con la vida se tensa entre dos extremos. Uno es la perturbadora consciencia de nuestra condición mortal, inexorabilidad con respecto a la que el ser humano se ha rebelado con las contorsiones de los relatos consoladores. El otro es la convivencia asombrada con lo posible, la incertidumbre, los espacios en blanco o las tinieblas oscuras, la vida como una sucesión de territorios desconocidos, cuya equiparación podrían ser los puntos suspensivos, los cuales tienen el poder de abrir el texto a ese reino de sensaciones, vasto e indefinido, que no puede verbalizarse o que huye ante las palabras de las que solemos servirnos: <<… el ser por quien me desvelo>> (…) estos tres puntos se han convertido en un signo que invita a deducir aquello que se sugiera, a imaginar aquello que falta, un símbolo que representa lo que no se puede decir, aquello sobre lo que callamos celosamente, lo repugnante y obsceno, lo quimérico, lo reprobable y, a veces, la propia realidad tal cual es, por más que queramos cerrar los ojos ante ella. Si mantenemos los ojos abiertos, la realidad es una singladura de imprevistos y recovecos diversos, nieblas que disipar con la perseverancia de quien asume la vulnerabilidad ante lo impredecible (en un momento estamos vivos, y en el siguiente quizá no). Incluso el pasado vivido es un territorio por explorar, un espacio palpitante y vivo que comprender y descifrar, como sus fulgores brotan en nuestro presente del modo más imprevisto. Somos al fin y al cabo tanto nuestros sueños como nuestros recuerdos. Y lo que fue aún puede ser el eco de un futuro larvado. Esta obra habla por igual de búsquedas y de hallazgos, de pérdidas y de conquistas, guiada por la intuición de que la diferencia entre presencia y ausencia es puramente marginal, siempre que exista la memoria.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Las primeras páginas de mi novela Desconocido

Las tres primeras páginas de mi novela Desconocido. Anticipo que en enero firmaré ejemplares el 13 de enero en el FNAC de San Sebastián/Donostia, y semanas después, en Madrid, en La Casa del Libro, en Goya., la tarde del viernes 28 y la mañana del sábado 29, a vuestra disposición durante dos horas (que ya especificaré).