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jueves, 7 de mayo de 2009

Fotografía: "JERGÓN DE MUERTE"

Este fue el último pensamiento de Mardoqueo delirando en su jergón de muerte, mientras se soltaba poco a poco de las sábanas que lo ataban a esta vida:

-"¡Qué raro!... Nunca hubiera imaginado que morir era soltarse para bajar lentamente hacia arriba, mientras se siente este vértigo que debe ser algo así como la paz eterna".

lunes, 27 de abril de 2009

Fotografía: "DÍA DE PAGO"

Sucio, maloliente, con las manos rudas y agrietadas, Roberto tomó la boleta de su cheque (que seguía sin llegar al salario mínimo), jodido pero agradecido; sonriente, acercó la almohadilla y llenó de tinta su dedo pulgar, cuya huella digital estaba casi borrada por cada pieza de concreto que subía a los camiones de carga. No importaba. Impregnó su dedo y lo presionó fuertemente sobre la boleta. Viendo a Remigio que dibujaba sus iniciales muy lentamente sobre su respectiva boleta, le dijo:

-“¿Pa´ que putas tanta mierda? ¡Mejor más rápido con el dedo!"

lunes, 22 de diciembre de 2008

TARJETA DE NAVIDAD

Una de las tradiciones que se han ido perdiendo en Guatemala es la de enviar tarjetas navideñas a los familiares y amigos.

Recuerdo que allá por los año 80’s, mi padre mandaba a hacer las tarjetas o las compraba porque ya las vendían por docena. Los motivos favoritos eran pastorcitos, José María y Jesús, ángeles y otros, pero todos vestidos con trajes indígenas. Después llegaba a la casa y hacía una larga lista en una hoja de papel, pidiendo siempre a mi madre su opinión para no dejar a nadie sin tarjeta. Nunca faltaban las discusiones por darle a este, o por no darle a aquel. Cosas de mis viejos. Al final se definía la lista y posteriormente, mi padre con su letra caligráfica que siempre admiré, comenzaba a llenar cada uno de los sobres. Era emocionante ir a repartirlas y recibir otras a cambio. Nuestro arbolito de navidad siempre estaba lleno de tarjetitas de toda clase: unas parecidas a las nuestras, otras más grandes y algunas con música que venían de los amigos o parientes en Estados Unidos; también extrañaban mis viejos la tarjeta de alguien que siempre había llegado pero aquel año no. Suspiraban diciendo “saber que le pasó a aquel”. Recordá que la comunicación no era tan eficiente como ahora.

Esta tradición se terminó. Sin embargo yo quiero enviarte hoy una tarjeta a la usanza de aquellos tiempos, pero con la Guatemala de hoy… a ver, te la describo:

En la parte de arriba tiene un cielo estrellado de fondo, pero una estrella sobresale del lado izquierdo. Abajo tiene montañas todavía algo verdes porque no han terminado de depredarlas, pero eso si, sin nieve, (Somos Guatemala, ¿si te acordás va?). Al lado derecho, muy a la derecha, tiene un ranchito tan humilde en el que podemos ver por la ventana, a una familia cenando tranquilamente. Es una familia dos veces desintegrada: La primera por la insania de la guerra que les quitó al hombre de la casa que solo era un campesino catequista, por lo que lo etiquetaron de “rojo” y nunca apareció. La segunda, porque por necesidad el mayor de los hijos se fue a la ciudad, pero se volvió marero y no se sabe de él, es decir, se lo quitó la guerra actual. La pobre viuda está contenta, dentro de lo que cabe (como muchos en Guatemala), porque está con sus otros hijos, hijos políticos y nietos.

Si te acercás más verás dentro de la casa, que la cena son unos tamalitos, café y tortillas recién hechas, pero para más tarde tienen una magdalena y ponche de frutas. Los adornos son sencillos: Unas cadenas de manzanillas atravesadas por un hilo (¡Qué rico huelen va! ¿Sentís?) Aunque faltan algunas manzanillas cada cierta distancia porque el Chepito se las ha ido comiendo, según él, sin que nadie se de cuenta. Tienen unas palmeritas en todas las paredes que la Mariíta trata de bajar pero qué bueno que no alcanza todavía. En el piso de tierra hay pino muy verde que huele muy rico y los patojos juegan con sus camioncitos de madera y las patojas con sus muñequitas de trapo. En una esquinita hay un nacimiento hecho con muñequitos de tusa y casitas de barro y otros adornitos que parecen patitos, gallinas y ovejitas. La viuda voltea a ver su nacimiento con orgullo y mucha nostalgia, mientras se traga el nudo en la garganta porque no es momento de llorar por los que se han ido.

¿Viste que tampoco hay “Santacloses” ni muñecos de nieve?, es que aquí siguen siendo Guatemala vos, (porque no hay nada que me parezca más ridículo que ver a esos pobres hombres vestidos de “Santa” con trajes rojos y botas para la nieve, en este país tropical).

A las doce le rezarán al buen Dios para darle gracias, pues a pesar de todo, siguen vivas las enseñanzas del catequista mártir de la familia que siempre les leía por estos días la frase que tiene esta tarjeta del lado izquierdo en letras doradas, cabal debajo de la estrella que sobresale:

“Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”

Con esta sencilla tarjeta, te envío a vos que me leés, mi más fuerte abrazo fraterno y mis mejores deseos para que el próximo año 2,009 sea abismalmente mejor que este año 2008. Que desaparezca el promedio de 16 muertos diarios, que nunca más se den robos millonarios desde el gobierno, ni más corrupción. Que ya no quede más hambre y que vaya desapareciendo la injusticia social.

Especialmente va este mensaje a toda la Diáspora Guatemalteca, con el deseo de que algún día podamos todos estar reunidos en nuestra querida patria, y que hagamos de este país lo que siempre hemos soñado.

martes, 9 de diciembre de 2008

ACTUAL PARANOIA I

-El autoexilio es ridículo e infructuoso cuando no se es un perseguido político, ni revolucionario, ni nada. Más parece cobardía. ¡Lloro sangre por eso! Mi padre también se fue del país pero por defender sus ideales. Nosotros… ya no importa… ¡Nos vamos!... Primero Dios todo sale bien.

-¿Primero Dios Margarita?... Aunque Dios no vaya de primero, ¡Nos Vamos!

-No blasfemés Mario, no blasfemés.

-¡¿Blasfemar?! No te preocupés Margarita. Si Dios no nos escucha las oraciones, tampoco escucha las blasfemias. ¡¿Y no que él es justo pues?! Entonces ni unas, ni otras.

-Con vos no se puede.

Mario sumergido entre los papeles, tomó el último sorbo de café ya frío y más amargo que de costumbre, mientras Margarita continuaba seleccionando la ropa mas adecuada para el viaje. Sentían frío. Pero no por fuera sino por dentro. El ambiente era sombrío, lúgubre, tenso, desgraciado. Margarita no dejaba de pensar en sus hijos y le pedía a Dios que hubieran llegado bien. Se decidió por fin a cocinar unos huevos y mientras se dirigía a la estufa preguntó con energía:

-¿Ya no recibiste más llamadas telefónicas verdad?

Mario sonrío burlonamente:

-¡Sos necia Margarita! Ya te dije que si así hubiera sido te lo habría contado enseguida.

Margarita suspiro de alivio. Preparó los huevos revueltos, sirvió más café y abrió una nueva cajetilla de cigarros:

-¿Querés? –Dijo mientras mostraba la cajetilla-

-Gracias. –Respondió Mario mientras terminaba de ordenar los documentos. Observó por un momento la mesa, que al igual que la estufa, no tuvieron tiempo de vender.

Mientras estaban cenando, Margarita percibió que las manos de Mario temblaban incontrolables. El motivo era obvio: Habían continuado las extorsiones y amenazas aquella tarde, pero no quiso decir que lo había descubierto para no inquietarlo más y porque se sintió indiferente ante aquella situación. Justificando su indiferencia, pensaba en la frase de Manuel José Arce: “El horror, como las drogas, crea tolerancia en el organismo social, a fuerza de repetirse, se neutraliza”.

Se acostaron pero ninguno de los dos pudo dormir aquella noche.

No se puede dormir cuando uno va a dejar la patria por salvar la vida. Salvarla de la maldita avaricia de los que extorsionan y de los que exprimen Guatemala desde sus corruptos e impunes cargos públicos. Maldita avaricia también la de los poderosos caninos que manipulan el sistema haciéndolo cada vez más injusto.

Margarita recordó su fiesta de quince años y vió de nuevo a los marimberos tocando solemnemente aquella canción que retumbaba en su cabeza. Mario sintió por un momento un delicioso sabor a tamal, que le hizo agua la boca.

lunes, 29 de septiembre de 2008

MARIO EL UNIVERSITARIO


La Avenida Petapa estaba llena de ruido, humo, carros. Cada vez más humo y más gente caminando con desesperación.

Mario dormitaba en su vehículo que no avanzaba en aquel congestionamiento, pero de pronto vio pasar una mujer que le pareció interesante y pensó:

-Esa “traidona” meciendo placenteramente las nalgas, y meciendo mis pensamientos que suben y bajan a su ritmo.

Camionetas con gente colgando como garrapatas en un perro callejero.

-¡¿Cómo no se cae ese pisado?!

Motos van y vienen.

-¡Que de a huevo! No hacen cola. Con el aguinaldo me compro una. ¿O mi televisor plasma?

Carros, carros, carros. Carros negros, blancos, rojos, nuevitos, chocados.

-Casi todos los chocados son de mujeres. (sonrisas)

Adelante: un Corolla 87.

-Parece que lo maneja una mujer pelo teñido. ¡Está fea!… (Muecas) ¡Cómo no el Chulo!

A la izquierda: La Avenida Petapa hacia el Trébol, libre de congestionamiento.

- ¡Qué ganas de regresarme! (suspiros).

A la derecha: un fulano encorbatado va sudando mientras cabecea torpemente. Humo negro. Camionetas, motos, carros y un señor en bicicleta que casi arranca el retrovisor del carro de adelante.

- “Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, e indudablemente la de Hegel que inspiró a Marx acerca de la aplicación de la dialéctica al materialismo…” ¿O era Kant?... ¿O Adam Smith?... Ya me pisaron otra vez en el examen.

En el retrovisor, exactamente detrás del carro: una Cherokee negra totalmente polarizada.

-Tiene cara de narco el pisado.

Una hora de cola en la Petapa. Humo, carros, ruido. Mucho humo.

-¡Puta que aburrido! Y el radio se me chinga. Me voy a quitar el cinturón.

Nuevamente en el retrovisor pero más cerca:

-Mis ojos. Yo Mario. Preocupado como siempre, pensativo de camino hacia la Universidad.

Su rostro bermejo luce cansado, decepcionado, vencido.

Es lunes a las 5:35, aquella tarde de verano en la ciudad de Guatemala y su examen de curso comenzaba a las 5:30.

- “Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, e indudablemente la de Kant que inspiró a Marx...”.

Acababa de cumplir 12 horas de haber salido de su casa en una de esas colonias de treinta o cuarenta años, que ahora como consecuencia de la violencia, se habían organizado en comités de vecinos corruptos en su mayoría, cuyo nuevo modus vivendi era improvisar sistemas de seguridad que les dejaban embarrados los bolsillos. Habían convertido las colonias en ghettos vigilados por policías enclenques y mediocres; rodeados con portones, rejas y toneles pintados de amarillo, llenos de piedra y concreto. En fin ghettos. Campos de desconcentración.

El tránsito vehicular en la Avenida Petapa estaba invariablemente pesado; el vehículo de Mario no era más que una pequeña escama de aquella larga serpiente de metal, que parecía estar recostada sobre el asfalto durmiendo cómodamente su digestión.

-¿Cómo fue posible que me asaltaran otra vez esta semana?... “Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia”…Debería llamar a la Karina…

Pellizcó el pantalón para acomodarse el calzoncillo que le incomodaba los testículos y tomó el celular para llamar a su esposa.

- “Kant tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Marx, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, e indudablemente la de…”

Después de varios intentos, Karina contestó por fin con un insulso “Aló”, pero se cortó la llamada porque ya no tenía saldo disponible.


-… ¡Es una mierda! –concluyó Mario.

-“Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Kant, que le aportó y afirmó su visión materialista de la historia, e indudablemente la de…” ¿Quién fue ese pisado?

Por fin se aproximó unos metros más a su objetivo, para descubrir que la Asociación de Estudiantes Universitarios había tomado una vez más la Universidad. Protestaban porque a algún “inconsciente” que solo buscaba “privatizar la educación nacional” se le ocurrió que se debería subir la cuota estudiantil por lo menos en cinco quetzales al mes.

Un policía estaba a cargo de ordenar el tránsito vehicular. El gendarme destilaba a goterones la exudación sobre sus mejillas quemadas por el sol y por el guaro. Su rostro parecía una olla de barro que sudaba agua por todos lados. Cada vez que soplaba su silbato, estaba a punto de despedir los botones del uniforme que cubría su cuerpo rechoncho. Escupía una saliva pastosa y muy blanca mientras sus ojos parecían salirse de sus órbitas con cada esfuerzo.

Carros, motos, camionetas con gente colgando hasta en las ventanas. Gente: Secretarias, peritos contadores, maestros, mecánicos, bodegueros, desempleados…

-El Johnatan ya se va a echar un año sin chance. ¡Cómo lo aguanta la mujer! Rayado porque los rucos lo ayudan. Fueran mis rucos ya me hubieran mandado a comer MARX TUVO DOS GRANDES INFLUENCIAS FILOSÓFICAS: LA DE FEUERBACH, QUE LE APORTÓ Y AFIRMÓ SU VISIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA, E INDUDABLEMENTE LA DE HEGEL QUE LO INSPIRÓ ACERCA DE LA APLICACIÓN DE LA DIALÉCTICA AL MATERIALISMO HISTÓRICO”...
...¡Así mero era!... Ahora pa’que putas.

…Informales, con aliño, indecentes, rockeros, anticuados. Felices, infelices, afligidos, indiferentes. Casi todos ataviados con lo último en tecnología y con todo lo que nos ofrece este “libre mercado”. Muchos de ellos vendieron su vida a los representantes para Guatemala de Mastercard, Visa, y similares, ¡Eso si! A diez pagos precio de contado.

-¡Mejor me compro el plasma!

martes, 16 de septiembre de 2008

EL SUEÑO PROFÉTICO DE ABELINO


Abelino logró después de muchos años de esfuerzo, dedicación y especialmente sufridos diezmos, entrar al grupo de “ancianos” de la Iglesia a la que él y su familia asistían.

El Pastor se mostraba complacido con cada servicio de Abelino y se sentía orgulloso (aunque él decía “gozoso” porque el orgullo es pecado) al ver a aquél que un día fue oveja descarriada por el vicio del alcohol, convertido en todo un ejemplo para los neófitos de la Iglesia.

Un mañana fría de septiembre, Abelino se despertó sudando desesperado. Su esposa al verlo se preocupó sobremanera y le dijo:

Abelino! ¿Qué te pasa? ¡Estás sudando frío! ¡Abelino!

Después de unos segundos, ya un poco más calmado, Abelino logró farfullar unas palabras:

-Tranquila Marcela. Es que tuve un sueño. ¡Un sueño muy extraño!

Abelino contó sin descuidar el más mínimo detalle, que en sus sueños había descendido a los infiernos y que aquella era una cosa terrible, pero no la más terrible.

Marcela angustiadísima exigió que explicara que significaba aquello:

-Si estar en los infiernos no fue lo más terrible. ¿Qué fue lo que más te asustó entonces?

Abelino con un nudo en la garganta le dijo:

-¡Que en el infierno estaba el hermano Pastor!

-¡Hay Dios mío Abelino!... ¡Tienes que contarle tu sueño al Pastor!, no sabemos si Dios tiene un mensaje para él.

Decidió ir a visitarlo ese mismo día después del trabajo, para que el hermano Pastor discerniera aquella ¿pesadilla?, ¿profecía?, lo que fuera. Y así lo hizo.

Por la noche Marcela esperaba inquieta a su marido, para ver cómo le había ido con su cita. Abelino entró por fin muy tranquilo aunque con rostro entristecido.

Marcela llena de curiosidad, preguntó entonces:


-¿Y qué te dijo el hermano Pastor?

Abelino con lágrimas en los ojos, respondió:

-Me dijo que desde hoy pierdo todos los privilegios en la Iglesia, por estar soñando babosadas.
Nota: Este es un cuento tomado de la vida real. ¡Aunque usted, no lo crea!

viernes, 18 de julio de 2008

LOS QUE SE LLEVÓ EL VENADO


Allá por los años 80´s, la tienda más famosa de la colonia donde vivíamos se llamaba "La Yakie" y era propiedad de Don Beto y doña Mary, una pareja de esposos salvadoreños que salieron de su país huyendo de la guerra y la miseria (aunque parezca paradojico que vinieran a Guatemala).
Una peculiaridad de "La Yakie" era que siempre estaba llena de borrachitos que compraban licor desde el "Venado" que era para los "más finos", hasta los frasquitos de alcohol que eran desesperadamente succionados por cuerpos raquíticos y sucios que alguna vez comenzaron con Venado. Don Beto era un hombre viejo y canoso que tenía una manera amable pero parsimoniosa para atender a sus clientes.

Tendría yo unos 11 años, cuando llegué una tarde de noviembre a comprar no recuerdo que abarrotes y por esa extraña atracción que siempre tuve hacia algunas cosas artísticas, me quedé impresionado al ver un viejo cuaderno sobre el mostrador, que tenía un rostro sucio y sonriente dibujado perfectamente al lápiz.

Lleno de curiosidad y admiración, le dije a don Beto:
-"¿Y esos dibujos?... ¡Están chileros!"

Sonriendo con falsa modestia me dijo:
-"Algo hay que hacer para no aburrirse cuando no compra la gente".

Tomó nuevamente el lápiz "Mongol" y continuó desperdiciando su arte en aquel cuaderno viejo, mientras me contaba que el rostro que estaba dibujando pertenecía al "Flex" un famoso charamilero que a diferencia de los otros, era conocido más por su manera divertida de comportarse, que por sus vicios. Me contó también que ese mismo día, el "Flex" había amanecido muerto en una de las banquetas de la colonia y que cuando moría algún charamilero que había sido su cliente, él le rendía un último homenaje dibujando su rostro en aquel cuaderno lúgubre.
Mientras movía con su dedo pulgar las hojas llenas de rostros para que yo los viera, me dijo sonriendo con una mueca que titubeaba entre lo macabro y la melancolía:

-"Este cuaderno está lleno de los rostros de los que se llevó el Venado".





"Venado": Marca de licor popular que se vende en Guatemala (muy malo por cierto).
"Charamilero": Se les llama así a las personas que han llegado a la indigencia a causa del alcohol y otros vicios.






miércoles, 25 de junio de 2008

DON LORENZO Y LA MARTINA

Tanto que cuesta hacer estas dobladitas. Vaya que doña Licha me tenía lista la carne… ya´sta bueno de sal así las vo´adejar. El aceite que me trajo el Alvarito está caro, mejor ´biera usado la manteca de coche, ´hora ya´stuvo... ese Juliancito como chilla y ya le di de mamar, debe estar miado de seguro... ´hora que se aguante otro ratito...”.

Este y otros pensamientos resignados aderezaban las dobladitas de masa rellenas de carne que afanada preparaba la Martina allá por los años sesentas; mientras que el borracho del Lencho (el huevón de su marido) llevaba varios días sin trabajar en su carpintería y muchos más sin darle dinero para comer. Pero la Martina era abusada y decidió no dejarse morir de hambre ni dejar morir a los seis patojos, así que ni sabía hacer dobladitas pero preguntó, compró los ingredientes y se animó. ¡Ay, si yo la vi!

Cuando estaban listas unas cuantas, llamó a la Lichita, hija de doña Licha la carnicera, para que le ayudara y se ganara unos cuantos centavos vendiendo las dobladitas, porque “qué vergüenza salir a vender a la calle, hasta allí no llega toavía mi necesidá” decía altanera como fue hasta ese día. La Lichita pidió permiso a la Lichota que algo brava dijo que sí. ¡¿Cómo no iba a estar brava?! Si la Lichita nunca la ayudaba. Ni modo como en la carnicería no se ganaba sus centavos ¿Qué iba a querer?; pero ese día quiso. ¡Ay, si yo la vi!

-Andaite pues mija... ´ay te acordás que son a centavo”. –Le decía la Martina mientras no la dejaba salir pues estaba terminando de acomodar las dos docenas de dobladas calientitas, junto con el frasquito donde había preparado la salsa de tomate para acompañar. La Lichita estaba impaciente por ganarse sus centavos pero trataba de ser educada. Sin embargo cuando la Martina terminó de acomodar la canasta, salió corriendo tan rápido que por poco se cae al tropezar con el Canelo (el aprovechado de su perro).

Como a la media hora regresó la Lichita recontenta y gritando alborotada:
Doña Tinita!... ¡Doña Tinita! Apúrese mamayita , ¡¿No ve que ya las vendí todas?! ¿Ya me tiene otra tanda lista?

-¡¿Tan rápido mijita?! ¡Dame chance que ´horita te preparo otra buena tanda! –Contestó emocionada la Martina, mientras se secaba los espejitos redonditos de sudor que le brotaban de la frente y reflejaban las llamaradas que salían de la leña ardiendo por debajo de la parrilla, donde había colocado su sartén. ¡Ay, si yo la vi!

Terminó pues la nueva tanda, que ahora era de 4 docenas de dobladitas. Buscó una canasta más grande y las acomodó.

Andaite pues mijita, después nos arreglamos! -Le dijo a la Lichita mientras contaba ilusionada el dinero de la venta.

A los quince minutos regresó de nuevo la patoja, ahora más emocionada que antes. La Martina se imaginó que todo lo había vendido otra vez y no se había equivocado. Así que mandó a comprar más masa, carne, tomate y aceite y se apuró para hacer otra tanda de dobladitas. Aquello se repitió varias veces más.

Se vendieron toditas. Entonces la Martina ya cansada y con las bolsas llenas de monedas de a centavo y de a cinco, decidió que era suficiente, acercó su silla vieja y jaló otra para la Lichita. Se pusieron a hacer cuentas las dos bien cansadas y la Martina le dijo:

-Bueno vos Lichita, ya no sigamos ois, ya mucho vos... ya mucho. Mejor hoy si te vo´a pagar. Te vo´a dar un centavo por cada tres dobladas que se vendieron, así que te tocan… un quezal setenta y cinco centavos oís.
Vaya! –Decía la Lichita con los ojos que se le salían de emoción, pues nunca había ganado tanto dinero en sus doce años de vida.
-Cinco, seis, siete
Vaya!- Y extendía la manita.
-Aquí hay cuatro de a cinco centavos

Vaya!- Y se echaba las monedas en la bolsa del pequeño delantal.

-En total un quezal cincuenta y nueve… sesenta… más otras dos fichitas de a cinco… ¡Ya´sta!

La Martina parecía que estaba limpiando frijol cuando buscaba las monedas. Después de terminar de hacer sus cuentas, la Lichita emocionada se despidió ofreciendo sus servicios para el día siguiente. Cuando ya iba hacia su casa, la Martina la detuvo porque del cansancio ni siquiera se le había ocurrido preguntar qué había hecho la lichita para vender tantas dobladitas en tan poco tiempo. Así que le dijo:

-Mirá mijita… ¿Y cómo hiciste para vender tanto vos patoja?

La Lichita que no terminaba de creer todo lo que había ganado, sin voltear a ver respondió con naturalidad:

-Es que don Lencho está chupando en la cantina de don Chico y está invitando a todos los que llegan a chupar…
Varios días pasó la Martina llorando desconsolada, hasta que se le fue la tristeza, pero lo que no se le quitó, fue la vergüenza porque la Lichita corrió a contarle a la mamá y esta señora si se comunicaba con todos así que regó la historia de las dobladitas.
La Martina nunca más volvió a hacer dobladas en su vida… al menos no para venderle a su marido. Yo ya no mucho me acuerdo porque estaba pequeñito, en su espalda, llorando y todo miado, pero ¡Ay si yo la vi!

martes, 27 de noviembre de 2007

El Chon



Allá por mediados de los 80`s, mi hermana estaba por hacer su Primera comunión. Tendría ella unos ocho años, mi hermano once y yo andaba por los 14. Unas semanas antes, a alguien se le ocurrió la "brillante idea" de regalarle a mi mamá un Chompipe (es decir, pavo, para la mara que no es de Centroamérica) con la intención de que en casa se terminara de engordar al susodicho y que estuviera fresquito y gordito para tan esperado acontecimiento.

Mi mamá que nunca ha sido muy amiga de las mascotas (y menos de las aves), lo aceptó encantada pero sin pensar todo lo que aquella aventura implicaría. Emocionada salió al mercado a pedir hierbas (no me acuerdo cuales) para poder alimentar al desafortunado (aunque en ese momento no conocía su infortunio el pobrecito... el incauto se sentía dichoso en aquella casa en que todas las atenciones eran solo para él. ¡Imaginense cuanto lo cuidábamos todos! ¡Cuando lo veíamos lo imaginábamos en el plato, y el pobrecito sentía que estábamos enamorados de él!).

Conforme pasaron algunos días, empezó a caernos mal el plumoso animalito; nosotros ya ni lo volteábamos a ver, mi mamá se desesperó de cuidarlo, y cada vez era más difícil atenderlo como "se merecía". Así que un buen día, mi mamá se fue al mercado para comprarle más hierbas, pero esta vez no fue tan paciente, así que decidió dárselas todas de un solo y olvidarse del chompipe por unos días. Nuestra sorpresa fue que el pobre "Chon" no sabía medirse con la comida, así que se atragantó todo lo que sus fuerzas le permitieron. Aquella fue una tarde muy lluviosa y el desagüe del patio se tapo por completo. De pronto alguien entró a la casa dando gritos para que saliéramos a ver al Chon: El desdichado estaba flotando lentamente en el patio, totalmente indigestado.

En su angustia, a mi madre se le ocurrió buscar ayuda (por supuesto, cuando ya había pasado la lluvia) y sus ojos verdes brillaron cuando pensó en la persona idónea para tan complicadas situaciones: "Doña Naya", la ancianita que nos vendía tortillas. Nunca supimos su verdadero nombre pues casi no hablaba español, pero muchos aseguraban que se llamaba "Leonarda". Sin embargo este es un dato inverosímil (¡a puchis!).

Doña Naya llegó con sus pasos ancianos pero acelerados, acompañada de una botella de aceite y muy buenas intenciones. Al ver al "Chon" todavía flotando, quedó impactada y no pudo contenerse así que salió corriendo a rescatarlo. La sorpresa fue para todos: ¡todavía estaba vivo!
Ante nuestras escépticas miradas, Doña Naya se inclinó y colocó la cabeza de Chon sobre su mano izquierda y comenzó a frotarle el cuello con aceite, y el alma con la siguiente letanía adornada de su peculiar forma de hablar:

-¡¿Que te pasó Chon?! ¡Tode este es porque sos chuch con la comide, Chon! Ya te vas´curar.

Después de repetir varias veces la formula, el Chon se durmió resignado sobre las manos que intentaban rescatarlo. Doña Naya lo acomodó suavemente y se levantó diciendo:

-¡Ya´sta. Se va curar el pobrecito! Tené pacencia.

Al día siguiente, Chon corría como rejuvenecido por todo el patio. Extendía sus alas como coqueteándole a la vida. ¡Se sentía la mamá de los chompipes pues!

Lamentablemente para Chon, el proceso de engorde no fue para siempre. Llegó el día en que cumplió el destino para el que había venido a este mundo: Lo hicieron en un recado (salsa típica de Guatemala) delicioso para celebrar la fiestecita de mi hermana. ¡Qué paradojas las de la vida! La Primera Comunión de mi hermana, fue la última comunión del Chon. Doña Naya fue la invitada especial pero no pudo llegar por sus ocupaciones, así que mi mamá le preparó una buena olla de comida para ella y su familia.

Recuerdo con alegría todos aquellos días de la infancia-adolescencia, en que todo era novedad. Recuerdo con nostalgia todas aquellas personas de la cuadra que formaron parte de nuestra vida: Vecinos, vendedores, el carpintero, la maestra, el electricista y especialmente en este día, a doña Naya, la señora de la tortillería. Todavía me parece verla con su cara iluminada por el fuego de su comal, o mejor dicho, por su sonrisa esplendida y desdentada mientras me decía:

-¡Ay´me lo saludas a tu mamá!