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martes, 26 de julio de 2016

La vida silvestre a las puertas de Los Palacios y Villafranca





En una entrada anterior dije que aún me quedaba algo por contar sobre Los Palacios aunque ya hubiera terminado con el Brazo del Este, y aquí tenéis el motivo, que no es otro que comentar lo que se mueve por el entorno del mismo pueblo.

¿Qué podría decir a estas alturas sobre la riqueza ornítica de los arrozales y zonas palustres del paraje del Brazo del Este? Por mucho que me llegara a acostumbrar a aquello, siempre he sido muy consciente de lo apabullante que resultó.
No obstante, aquello no me eclipsó la fauna que vivía en el pueblo y sus afueras, en muchos casos pequeña fauna más bien, modesta y desapercibida para muchas personas, pero entretenida para mi gusto y con bastantes sorpresas como recompensa por haberme tomado la molestia de conocerla mejor.

Doy comienzo con un lugar que descubrí por casualidad una noche de invierno en la que buscaba anfibios, llamado Corredor Verde Metropolitano de Sevilla en un letrero a su entrada.
Allí pude ver y oír en las noches lluviosas a numerosas ranas comunes (Pelophylax perezi) y sapos corredores (Bufo calamita) en ruidosos coros cuando su reproducción estaba en plena efervescencia. También se oían las ranitas meridionales (Hyla meridionalis), que se resistieron durante más tiempo, pero acabé por encontrar unos cuantos ejemplares a los que su camuflaje no les sirvió en ese momento.




Metamórfico de sapo corredor







Sus invertebrados también cobraron protagonismo con las arañas de laberinto (Agelena labyrinthica) o los escarabajos buceadores (Dytiscus marginalis) por ejemplo, pero una cosa que no esperaba encontrar fueron los triops (Triops cancriformis), unos crustáceos que han llegado desde el Triásico a nuestros días sin apenas cambios morfológicos.
Los triops son propios de charcas estacionales, en las que nadaban junto a unos renacuajos que identifiqué (al igual que durante el invierno) como pertenecientes al sapillo moteado, especie de la que desgraciadamente no llegué a detectar ejemplares adultos por la zona.













Este lugar contaba con una vegetación compuesta por acebuches, lentiscos y gamones, dando un toque de "monte" a mis incursiones por allí. De hecho me encontré con culebrillas ciegas (Blanus mariae) y las orquídeas Ophrys tenthredinifera y Serapias parviflora, algo muy propio de mis salidas serranas.
Siento no contar con fotos de aves, pero vi milanos negros, culebreras, cigüeñas blancas, moritos o ratoneros entre otros. Y sin olvidar la revelación que supuso el sitio para oír aves nocturnas como alcaravanes, mochuelos, autillos, cárabos o chotacabras (a estos últimos además los llegué a ver haciendo el cortejo).












Todo aquello estaba apartado en comparación con el otro rincón que vengo a enseñar, porque la laguna de La Mejorada (llamada Lago de Diego Puerta localmente) estaba inmediatamente en las mismas afueras urbanas.
Había mucha basura y escombros al estar tan cerca de los edificios, no lo voy a ocultar, así como tampoco el origen artificial de la laguna, pero me brindó muy buenas observaciones con las que no contaba. Empiezo con lo más esperable, como las abundantes culebras viperinas (Natrix maura), pero también di con un par de ejemplares de culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis) a las que rescaté de arquetas, esas malditas trampas mortales para fauna.















Su cercanía y accesibilidad convirtieron al lugar en escenario de las salidas con mis alumnos para ver animales, sin duda recordaréis que las culebrillas ciegas fueron una sensación entre los niños, y ya yendo en solitario comprobé que también vivían allí los eslizones tridáctilos (Chalcides striatus) después de buscarlos mucho al pensar que era buen hábitat para ellos.
Fijaos bien en el eslizón de la penúltima foto, con la cola empezando a regenerarse después de haberlo encontrado con el muñón unas semanas antes.













Pasando a los anfibios, para mí fue una maravilla hallar sapillos pintojos (Discoglossus galganoi), otra de las sorpresillas que tenía reservadas por insistir en buscar allí.










Con los invertebrados tuve por ejemplo a los grillotopos (Gryllotalpa gryllotalpa) y a las arañas lobo (Lycosa fasciiventris).









En el pueblo era inevitable la estampa de los vencejos pálidos (Apus pallidus) volando y chillando, pero en la laguna estaba el añadido de un par de fumareles cariblancos (Chlidonias hybridus) que se ve que preferían estar allí en vez de en el Brazo del Este.
















Desde luego no fueron los únicos con respecto a las aves. También junto a aves como abejarucos (Merops apiaster) y milanos negros (Milvus migrans) observé especies marismeñas como moritos (Plegadis falcinellus), garcillas cangrejeras (Ardeola ralloides), martinetes (Nycticorax nycticorax) o canasteras (Glareola pratincola).











Y ahora es cuando llega una muy grata sorpresa, cuando una noche oí las llamadas de unos pollos de búho chico (Asio otus) y acabé consiguiendo verlos.
La verdad es que fue muy oportuno pillarlos en esa época del año en que no paran de llamar a sus padres para que los alimenten mientras se posan en casi cualquier sitio. El caso es que yo iba a ver chotacabras y me encontré con este momentazo... de hecho oía sus reclamos de fondo, imaginad lo que es escuchar a ambas aves al mismo tiempo.








Desde luego que estas pequeñas salidas no eran tan fructíferas como ir al Brazo del Este y la mayoría de ellas se saldaban con un cero patatero, pero mi insistencia me regaló ver distintas e interesantes especies de anfibios, reptiles, artrópodos e incluso orquídeas, con la guinda de los búhos chicos. Hay muchos casos en los que tenemos grandes cosas justo al lado de casa, es con lo que me quedo.

Quienes me conocen saben que me sentí muy cómodo viviendo allí, y justo ahora estoy a la espera de saber de forma definitiva dónde estaré el próximo curso. ¿Qué tocará?