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sábado, 7 de enero de 2023

El deseado regreso a Cantabria

 




Quien me conoce sabe que he pasado muchos años de mi vida yendo en verano a pasar las vacaciones a Cantabria, habiendo sido incluso escenario de mis primeros intentos con la fotografía de aves y otros animales.
Pero no es lo mismo el verano que el otoño-invierno allí, cambia mucho el panorama durante la invernada y eso es algo digno de ver alguna que otra vez, sobre todo si no se está acostumbrado a ver algunas especies que allí son más regulares.
Por ello fui en diciembre junto a José Carlos y Esperanza a pasar unos días en las Marismas de Santoña, aunque había también firmes planes de visitar la Bahía de Santander, lugar que siempre me trae recuerdos de mis veraneos.

Estar a primera hora en la playa de Laredo equivale a ver barnaclas carinegras y colimbos chicos. Las primeras han arrojado en el censo del pasado mes la cifra de 873 individuos, número que aunque sea el máximo registrado aún puede aumentar hasta febrero. Los colimbos chicos, por su parte, han sido registrados con 12 ejemplares. Estos datos los he tomado de Alberto Benito y su censo del parque natural con el grupo local de SEO.




Barnacla carinegra (Branta bernicla)

Colimbo chico (Gavia stellata)

Barnacla carinegra (Branta bernicla)

Zarapito trinador (Numenius phaeopus)

Comparación de tamaños

Barnaclas carinegras (Branta bernicla)


Barnaclas carinegras (Branta bernicla)


El parque de Las Llamas en Santander es el clásico ejemplo de parque urbano que hace que las anátidas silvestres se comporten de manera muy mansa por la compañía de los patos domésticos y la confianza que otorga acostumbrarse a la presencia de paseantes.
En ese contexto encontramos uno de los muchos falaropos picogruesos que han aparecido por muchos lugares del país tras las borrascas otoñales. Como no podía ser de otro modo, lo vimos ridículamente cerca con sus movimientos propios de un patito de goma en una bañera.



Cuchara (Spatula clypeata)

Silbón (Mareca penelope)

Porrón moñudo (Aythya fuligula)

Falaropo picogrueso (Phalaropus fulicarius)

Mito (Aegithalos caudatus)



Estando en Santander había que aprovechar para ir a Cabo Menor, donde un buen grupete de 15 correlimos oscuros compartía rocoso hábitat con su habitual compañía de vuelvepiedras. Ya de por sí el sitio merecía ser visitado por su precioso paisaje.




Correlimos oscuros (Calidris maritima)

Vuelvepiedras (Arenaria interpres)

Correlimos oscuro (Calidris maritima)




En las Marismas Blancas de Astillero había unas cuantas gaviotas enanas, traídas al igual que el falaropo picogrueso por los temporales a muchos humedales costeros y de interior. Allí las estuvimos disfrutando con sus vuelos como de fumarel antes de dar un último paseo por las praderías de Elechas viendo una lavandera blanca de la subespecie británica y oyendo reclamos de escribano cerillo.




Gaviota enana (Hydrocoeleus minutus), adulta

Gaviota enana (Hydrocoeleus minutus), joven

Lavandera blanca enlutada (Motacilla alba yarrellii)




El toque gastronómico sé que os encanta, por lo que hay que enseñar las especialidades segovianas del viaje de ida con su cochinillo asado y ese gran postre que es el ponche segoviano.







Tampoco he de olvidar mi cada vez mayor costumbre de retratar las pintadas callejeras que reflejan tan bien la estupidez de nuestra sociedad, elegiendo para esta ocasión un observatorio de aves en el que alguien no se resistió a mostrarnos sus grandes conocimientos conspiranoicos. 







miércoles, 25 de diciembre de 2019

De Sierra Nevada a la costa almeriense





El 7 de diciembre continuamos José Márquez y yo con nuestras andanzas por Sierra Nevada, aunque solamente durante la mañana. Amanecimos en Pinos Genil y desde allí fuimos bien temprano al Puerto de la Ragua para intentar ver verderones serranos, no sin antes disfrutar de las vistas desde Guadix y del pueblo de La Calahorra con la preciosa estampa de su castillo renacentista (uno de los primeros en nuestro país) y la sierra cubierta de nieve de fondo.

No pudimos evitar la masificación de la zona con muchísimos turistas yendo a disfrutar de la nieve, pero apartándonos del gentío pudimos ir viendo en los bosques de pino albar aves como piquituertos, carboneros garrapinos o herrerillos capuchinos... sin rastro de verderones serranos, lo único que nos quedó sin conseguir en el exitoso viaje.



Guadix

Cabra montés (Capra pyrenaica)


La Calahorra


Sierra de Baza

Tocó bajar por el puerto hacia la provincia de Almería, lo que supuso pasar por la comarca de La Alpujarra con su bien merecida fama, pero disfrutarla en condiciones supondría un viaje con ese objetivo en concreto como el que hice cuando era todavía adolescente (no hace falta decir que me encantó).
Al dejar atrás las cumbres de Sierra Nevada no dejábamos de ver nieve porque teníamos ante nosotros la mole de la Sierra de Gádor (2249 metros de máxima altitud) también con su manto níveo, una imagen muy llamativa tan cerca ya del mar. No puedo evitar pensar en lo que debieron ser en su día esas sierras tan magníficas antes de ser brutalmente deforestadas, a causa de la minería en el caso particular de Gádor.


Bayárcal

Sierra de Gádor


La Alpujarra

Tras unos drásticos cambios en el paisaje con cárcavas y estepas áridas llegamos a la costa almeriense para tener también un pajareo totalmente distinto. En Punta Entinas descubrimos un humedal realmente potente que llegamos a comparar con las salinas de Bonanza por el repertorio de aves observadas.

Como muestra aquí tenemos lo que vimos nada más dejar el coche y quitarnos capas de prendas de abrigo, ni más ni menos que cercetas pardillas, porrones pardos y malvasías nadando junto a otras anátidas como silbones, ánades rabudos, patos colorados y ánades frisos. Un contraste tremendo cuando hacía poco que estábamos pisando nieve.


Cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris)

Malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala)

Porrón pardo (Aythya nyroca)

Patos colorados (Netta rufina)

Cucharas (Spatula clypeata)

Porrones pardos y malvasías

Subrayo nuevamente la revelación que nos supuso este humedal de Punta Entinas, acostumbrados como estamos a tener que ir a al occidente andaluz para ver este tipo de cosas. Faltaron más limícolas para que hubiera llegado a ser como cuando vamos a Sanlúcar de Barrameda, porque el resto del abanico de aves era muy similar y nos dejó un muy grato sabor de boca.

A lo mostrado en fotografías hay que sumar un calamón, tarros blancos, vuelvepiedras y lúganos por poner varios ejemplos, además de varias mariposas y libélulas e incluso una gran culebra de herradura con esa temperatura que nos permitía pasear en camiseta.



Chorlito dorado (Pluvialis apricaria)

Alcaravanes (Burhinus oedicnemus)

Pechiazul (Luscinia svecica)

Flamencos (Phoenicopterus roseus)

Escribano palustre (Emberiza schoeniclus)

Silbones (Mareca penelope)

Flamencos (Phoenicopterus roseus)

Ánsar común (Anser anser)

Cuchara (Spatula clypeata)

Flamencos (Phoenicopterus roseus)

Gaviotas de Audouin (Ichthyaetus audouinii)

Correlimos tridáctilos (Calidris alba)

Chorlitejos patinegros (Charadrius alexandrinus) junto a correlimos tridáctilos y menudos

Flamenco (Phoenicopterus roseus)



Tras avistar alcatraces y pardelas desde la playa y una buena cena en un restaurante italiano tocó descansar, que al día siguiente llegaría el plato fuerte ornitológico con las dos especies más exclusivas del viaje y una generosa dosis de paisajes espectaculares.