La segunda semana de junio sólo salí los días 7 y 8, pero vais a ver lo que dieron de sí... ni comparación con el invierno cuando necesitaba más tardes para poder hacer un reportaje en condiciones.
El miércoles 7 volví a Torres de Albanchez para intentar de nuevo ver el insecto que no conseguí encontrar, que ya sí os digo que se trata del duende (
Nemoptera bipennis), pero en vez de ir directamente se me ocurrió dar un rodeo por el valle e ir parando en sitios donde podría ir viendo más cosas de camino. Así es como fui viendo las golondrinas comunes (
Hirundo rustica) con los volantones de este año, unas orquídeas piramidales (
Anacamptis pyramidalis) en su mejor momento, una colonia de abejarucos (
Merops apiaster) y golondrinas dáuricas (
Hirundo daurica) y un milano negro (
Milvus migrans) sobrevolando un soto fluvial en el que abundan los caballitos del diablo
Calopteryx haemorrhoidalis.
Sobre el milano negro hay que decir que es escaso como reproductor aquí, y es llamativo haberlo visto por esa zona de choperas en dos días distintos de junio.
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El Yelmo |
Ya en Torres de Albanchez iba dispuesto a pasar la segunda fase de la salida. Subiendo por las agostadas laderas del cerro del Castillo vi un halcón peregrino (
Falco peregrinus) y las águilas calzadas (
Hieraaetus pennatus) sobrevolar los peñascos mientras una ardilla (
Sciurus vulgaris) y numerosas lagartijas colilargas (
Psammodromus algirus) se escabullían a mi paso.
En cuanto a insectos, me entretuve esta vez con las mariposas chupaleche (
Iphiclides podalirius) y mancha azul (
Satyrium spini) en vista de que nuevamente no aparecía ningún duende y las libélulas (unas
Onychogomphus uncatus) no se dejaban fotografiar. Pero, justo cuando ya me marchaba, le dediqué un último vistazo a un rincón muy propicio y apareció con su característico vuelo indolente un ejemplar de duende que se dejó hacer unas cuantas fotos antes de volver ya definitivamente a casa (la última foto, al igual que la del inicio, está hecha al atardecer en las afueras de Cortijos Nuevos).
Al día siguiente cambié de escenario, dejé las laderas tórridas con romeros, jaras y enebros para subir a calares con colosales cortados calizos y matorral de montaña.
Mientras llegaba a la atalaya escogida sobre el Valle del Segura vi de camino una culebrera (
Circaetus gallicus) que merece ser mostrada pese a la horrorosa foto lejana porque si la ampliáis veréis que lleva su presa en el pico, y algunas cornejas negras (
Corvus corone).
En las laderas rocosas cubiertas por cojines de monja vi collalbas grises (
Oenanthe oenanthe) como esperaba, además de algunos bisbitas campestres (
Anthus campestris), especie que aún no había visto en ese punto concreto.
Me quedé con las ganas de ver algunas especies carismáticas que iba buscando (aparecerán en otra entrada porque hace poco sí lo conseguí), pero no importa porque disfruté mucho de las especies "comunes" que se fueron dejando ver de cerca.
Era un gustazo estar asomado sobre el balcón natural de los farallones y ver los buitres leonados (
Gyps fulvus) pasar volando bajo mi posición, y me acabaron de amenizar la tarde una ardilla (
Sciurus vulgaris) y un pico picapinos (
Dendrocopos major).
Para redondear del todo la publicación añado unas fotos que no pertenecen a esos dos días pero sí a la misma semana, con el común denominador de la noche: un sapo partero bético (Alytes dickhilleni), Cortijos Nuevos ante las Cumbres de Beas y una rojiza luna tras las ramas de un olivo.