O al menos eso espero, que sea jugosa esta pequeña representación de mi tierra con motivo de la visita que hice este fin de semana después de haber estado sin pisarla desde enero.
El sábado escogí con mi mejor amigo de la infancia ir a Despeñaperros por su accesibilidad en comparación con el resto de Sierra Morena y sus malditas vallas que tan egoístamente restringen nuestro derecho a disfrutar de la naturaleza , y poder patear por la mañana esos arroyos serranos que muchos no creerían que están en Andalucía, pasando por las ruinas de lo que fue una casa de campo cerca de la aldea de Miranda del Rey. Unos pocos olivos abandonados crecen ya salvajes, casi como si fueran acebuches, atrayendo junto con la cercanía del arroyo a algunos paseriformes como el zorzal charlo (Turdus viscivorus), el inquieto mito (Aegithalos caudatus) y los bisbitas comunes (Anthus pratensis) que aún quedan.
Fuimos a ver el salto de agua conocido como La Graja, que en el cartel también aparece como Barranco del Fraile, deleitándonos por el camino un espléndido macho adulto de águila imperial (Aquila adalberti) remontándose en una térmica, joya reluciente de nuestro tesoro sin lugar a dudas. Quién me iba a decir de pequeño que algún día las vería cerca de donde vivo, cuando en los libros que leía por entonces aparecía como especie gravísimamente amenazada y con un panorama desolador.
Paseando por un arroyo distinto pudimos contemplar el vuelo de una joven águila real (Aquila chrysaetos) y de un ejemplar adulto del que omito imagen porque estaba aún más lejos, además de la agradable aparición en dos ocasiones de los azores (Accipiter gentilis) jugando sobre la masa de pinos.
La mañana del domingo la pasé en solitario en el mismo parque natural, aunque esa ocasión elegí ir al mirador que hay frente a la formación rocosa como Los Órganos por si se dejaba ver bien alguno de sus insignes habitantes.
Alguna vez he comentado la presencia de nuestros antepasados prehistóricos en este lugar, dejando incluso pinturas rupestres en los abrigos rocosos, y esta vez lo que mostraré es la huella de los íberos. En la Cueva de Los Muñecos se dejan lo que se conoce como exvotos, unas figurillas dejadas a modo de ofrenda, que lamentablemente han sido objeto de temibles expolios. Los que enseño están actualmente en el museo arqueológico de Sevilla, junto con los encontrados en otros puntos como Santisteban del Puerto.
Esa mañana estuvieron muy activos los jóvenes halcones peregrinos (Falco peregrinus) que nacieron la primavera pasada, dando un magnífico espectáculo cuando se persiguieron a una velocidad endiablada en el valle y pasando al lado de la carretera. De cuando en cuando aparecían cicleando en lo alto de los peñascos (incluso los ejemplares adultos también, pero muy altos), y uno de los jovenzuelos me sorprendió al pasar volando con parte de una presa en sus garras.
Los vecinos más habituales de ver son los buitres leonados (Gyps fulvus), con una modesta colonia de cría.
Otras especies interesantes que se pueden avistar son el águila perdicera, el avión roquero y el roquero solitario, y el época estival águilas calzadas, culebreras, cigüeñas negras, vencejos reales, vencejos cafres y golondrinas dáuricas.
El camino de vuelta lo hice pasando por La Aliseda, donde numerosos buitres leonados iban en línea recta hacia los llanos ganaderos, con dos buitres negros (Aegypius monachus) entre ellos. Los buitres negros en otros sitios son hasta normales, pero aquí no se ven tan a menudo ni con la abundancia de lugares como Sierra Madrona.
Un escenario de fondo de auténtico lujo mientras pasaban decenas de buitres lo constituyeron los restos del castillo de Las Navas de Tolosa, que en su momento fue parte importante en las batallas de La Reconquista con la relevancia que supuso este rincón de Sierra Morena para que los ejércitos cristianos lograran ganar este paso crucial a las tierras sureñas.
Sólo vi de momento un par de machos, alejados y con una birria de foto para ilustrar la entrada, pero sí que tengo unas cuantas fotos guardadas de enero de su entorno en las que podéis ver la llegada entre olivos a este bonito pueblo cuyo término municipal forma parte de la Sierra de Andújar, con el bien conservado castillo de Burgalimar y su iglesia de San Mateo.
Ya que hablaba de la Sierra de Andújar y de enero... es la ocasión de mostrar algunas cosillas que dejé acumuladas, como aquel día 25 de enero que di una vueltecita por esos carriles que pasan del olivar al monte mediterráneo con jaras, madroños, encinas y alcornoques, donde uno puede disfrutar del vuelo de aves tan señeras como el águila imperial y el buitre negro, a las que vi ese día. De hecho, topé con nueve águilas en total (6 imperiales y 3 reales), pero muy lejos en la mayoría de casos, así que dejo mejor una toma medio decente (imaginad con eso lo feísimas que serán las demás fotos) de un adulto y joven volando con un buitre leonado y un par de imágenes de buitre negro de diciembre que no llegué a enseñar.
Y aquí acaba esta entrada que justifica el nuevo título de la portada del blog que fui a poner justamente cuando menos tiempo estoy pasando en Jaén. La próxima entrada será de Doñana, cómo no, aunque con tiempo llegará alguna otra cosita distinta...