Había una vez un vagabundo que estaba tirado en la calle. La vida le había tratado muy mal y era muy pobre; se conformaba con su guitarra, con sus canciones y con las pocas monedas que la gente, mirándole de solayo, le dejaba caer en su zurrón. Y así uno y otro día, en una vida impregnada de desesperanza, con el alcohol como único consuelo y la desilusión como única compañía.
Un buen día, cayó una de esas esporádicas monedas y el clic fue muy especial. Sin saber por qué motivo, y llamado por algún tipo de extraña fuerza, nuestro vagabundo levantó los ojos. Allí estaba ella: Barbara Powers. Y llevaba ya un rato allí, escuchando sus canciones sin que él hubiera reparado en ello. Había comenzado a nevar y los dedos a penas podían ya apoyarse sobre las cuerdas de la guitarra. El fuego de las velas, que colocaba en el suelo junto a sus pies, parecía inmóvil, como si quisiera helarse también. La imagen de la chica empezó a difuminarse, a volverse borrosa y fue lo último que vio...
Barbara se convirtió en su hada madrina particular. Ella le sacó de allí y le dio los medios para tocar y grabar su música. Nuestro vagabundo sacó todo su talento, posiblemente agrandado por la difícil situación que había vivido, y empezó a componer una canción tras otra, tocando todos los instrumentos el mismo, en su pequeño estudio casero.
Y su música, al fin, tuvo el éxito que merecía. Acabó fichando por el sello Sarah Records, siendo el primer artista americano que lo hacía. Actualmente, en su zurrón, hay un buen puñado de discos y nunca ha querido salir de su laboratorio para tocar en directo. Sigue grabando canciones sin más ambición que el mismo hecho de hacerlas. No hay que esperar grandes alegorías, ni ese gran sonido de producción que muchas veces no hace sino envolver una canción banal.
Sus canciones son sencillas, minimalistas, “hechas en casa”, espontáneas, a veces ingenuas, pero artesanales. Ha escrito canciones realmente hermosas, directamente surgidas de ese alma que un día estuvo perdida. Es la música de alguien que se encontró a si mismo y ahora mira hacia adelante, con los ojos más sabios.
Nuestro hombre se llama F.M. Cornog, pero se hace llamar East River Pipe. Es probable que no le conozcas. Su etérea música anda vagabundeando por ahí, está esperando a su particular “Barbara”. Descúbrela...
http://rateyourmusic.com/artist/east_river_pipe