Estamos terminando un año difícil y parece que las predicciones para el futuro próximo no son nada halagüeñas. La famosa burbuja explotó como era de prever, pero no sin llevarse por delante una extensa proporción de nuestra costas, prados, riberas y bosques por gentileza de los especuladores. Mala noticia para quienes vivimos de la observación del mundo natural, ver una gran parte del suelo hipotecado o definitivamente perdido, a cambio de edificaciones que nadie quiere. Donde hubo prados de siega o robledales ahora tenemos magníficas extensiones de oscuros pareados solitarios y desocupados en tierra de nadie, como para nutrir más de una película de terror.
Gracias a toda una caterva de sinvergüenzas que se llenaron el bolsillo y repartieron comisiones y corruptelas a diestro y siniestro tenemos muchos menos espacios naturales para pintar que hace unos cuantos años. Claro que, como las personas que nos compraban arte están endeudados hasta las cejas, tampoco hay mucha clientela para el arte y la cultura. No importa, seguremos al pie del cañón, pintando del natural lo poco que nos va quedando y dando guerra para que los liberales y predicadores de la autoregulación del mercado se guarden las zarpas en los bolsillos el mayor tiempo posible.
Ánimo compañeros, hagamos arte no guerra. Y si de guerra hablamos, recomiendo a quienes no la hayan visto aún, la exposición a dos bandas en el Thyssen y Caja Madrid sobre el arte de vanguardia durante la primera guerra mundial. Mirad todo el talento que se perdió por culpa de otros carcamales que, como los de hoy, decidieron embarcar al mundo en una guerra absurda.
Os dejo una felicitación navideña y mis mejores deseos para el 2009.