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lunes, 8 de julio de 2013

En el paseo, al primer cántico

Han pasado diez años desde los juegos olímpicos de Madrid 2020, verano en el que él comenzó a cumplir una promesa quebrantada durante veinte años. Esos días de julio, el siete y el ocho y el nueve y hasta el catorce, acude, puntual a las ocho menos cinco de la mañana, al paseo marítimo de aquella ciudad del sur. El sur, siempre el sur. Nunca lo ha querido reconocer pero su vida ha quedado marcada por el sur. Se resistió a admitirlo durante años, hasta que en el verano de Madrid´2020 se rindió y acudió a la cita que durante veinte años había evitado.  En el paseo, a la hora del encierro. Así quedaron. Pero él, cobarde, y se maldecía por eso, nunca acudió. Nunca, hasta Madrid 2020. Con veinte años de retraso.

   

Como cada día de encierro, como cada año desde hace diez, viaja al sur en julio. Siempre al mismo hotel. Aquel hotel. Pequeño, confortable, cómplice. Cuando volvió al hotel el verano de las olimpiadas, después de tantos años, preguntó por Fermín, el conserje de noche, el encubridor de noches de velas y sábanas,  el caballero atento que les reservaba la mejor habitación y la disponía con una botella de champán, el sabio que adivinaba cuándo necesitaban un whisky  y veinte minutos de conversación a las cinco de la mañana. Un genio que se había jubilado hacia tres años. Siempre tarde, se lamentó.

Diez años, setenta y nueve encierros sin fallar ninguno. Puntual, a las ocho menos cinco, para oír los cánticos y los cohetes que abren las puertas de los corrales. Hoy es el último encierro del décimo año. Quién sabe, se dice, igual es hoy. Y si no, no importa, volverá el año que viene. Él sabe que ella está bien, por el Facebook. Son amigos en Facebook, ella no lo sabe, él se ha disfrazado de hombre bueno y ella lo ha acogido. Para ver sus fotos, su vida. Pero él quiere verla aquí, en el paseo, y preguntarle si ella acudió alguna vez a la cita. Y pedirle perdón.  Hoy es el último día del año diez, son las ocho menos cinco de la mañana del 14 de Julio de 2030. Suena el primer cántico. 

jueves, 14 de junio de 2012

La bandera, pero

Goran llegó a España hace dos de años, por los mundiales. Hizo escala en el Búho Bizco camino de la Costa del Sol, donde iba por asuntos de la mafia. Con la ayuda de un par de gintonics cimentamos una amistad que los tiempos no han conocido. Desde entonces han pasado muchas cosas: ha viajado por todo el país, ha cambiado de negocio, ha probado las tapas, el jamón y la manzanilla, se ha empapado de alma española y sobretodo ha conocido a Margarita Ricchi. Ya no quiere ser un guiri. Pero.

Explícame otra vez lo de la bandera, amigo Jota, me dice desconcertado. Y es que el albanokosovar, un tipo duro que ha visto de todo en esta vida, no acaba de entender el juego de banderas que nos traemos en este país. Hace dos años, recuerda, me dijiste que la bandera es el símbolo de un equipo de fútbol, el España Fútbol Club, y me lo creí un rato de tiempo. Es cierto que se le dije. Una chanza entre camaradas de gintonics que poco después me ocupé de aclarar. Pero.


-Verás, Jota, después de que el España Fútbol Club ganara a todos los equipos del mundo en Sudáfrica, dejé de ver banderas en los balcones y en los bares. Ya sólo estaban en donde la policía y los guerreros. Y cuando el rey viaja con la reina. Pero.

No me digas más, le interrumpo, las vuelves a ver. Me dice que sí, pero que menos. En estos detalles es cuando se comporta como un guiri, quiera o no. Tomo un sorbo de gintonic para refrescar la garganta y le explico lo que todo español con cuatro telediarios sabe de corrido. 

-Verás, Goran, a pesar de esa hermosa leyenda según la cual los españoles somos espontáneos,  apasionados, volcánicos y que estallamos como un castillo de fuegos artificiales en noche de San Juan, la verdad es otra. Nos movemos a golpe de alfilerazo en el culo, inventamos las tapas porque somos indecisos, a los toros vamos cuando el cartel es seguro, somos del madrid o  del barsa para evitar sorpresas, pagamos los recibos el último día y los cobramos pasados el último día. Te digo, amigo Goran, que si el España Fútbol Club va ganando partidos y se acerca a la final, las banderas saldrán de los baúles, decorarán los bajos de la tele en los bares y lucirán en todos los balcones de España. Los españoles, ya ves, somos más bien pausados. Vamos pasito a pasito.

Me mira, gira la cabeza, la detiene en la espalda de Lola que está preparando cafés, sigue el barrido hasta tropezar con la mirada de Margarita Ricchi...En cambio, piensa en voz alta, las españolas sí son de leyenda.

-¡Falso, Guiri, falso! Las españolas, racata-plán, son tan auténticas como el calor en agosto y el frío en iinvierno. Lo que es una fantasía son los símbolos nacionales.

En cuanto me deje el albanokosovar voy a rebuscar en un viejo baúl donde guardo la bandera, y si llegamos a la final limpiaré los pliegues de carcoma y la izaré orgulloso. Un orgullo que dura lo que duran las noticias de deporte. Pero.

miércoles, 18 de abril de 2012

El sabor de un beso

Del Baúl de los Post. Una historia que me contaron. O conté. Un sueño en una noche de primavera




Lola disponía los servicios para los primeros cafés de la mañana cuando entró Jota
-Muy temprano,  jefe. ¿Café sólo y corto?
-Manzanilla, Lola. No quiero perder el sueño.
-¿Eh?
-Un sueño, Lola, no lo quiero perder. Vale, te cuento rápido.



Ha sido esta noche, poco antes de despertar, de madrugada. No distingo bien quién me acompaña, un amigo, o un socio de una sociedad inexistente. Alguien. Subimos, un ático creo. La recogemos y bajamos con ella, una mujer, por la escalera. Nos retrasamos, ya solos la acorralé en un rincón de un tramo de la escalera, le cerré el paso con un palo largo. Me miró, recuerdo sus ojos:  brillantes, penetrantes, juguetones. Apartó el palo y me retó con sus lábios húmedos y una sonrisa silenciosa. Unimos nuestros cuerpos; ella contra la pared, yo apoyado sobre ella. Era, su cuerpo, confortable; estaba, su cuerpo, ardiendo. Las bocas se buscaron.




Fue entonces, cuando nos besamos, el momento en el que supe quién era. Un beso, si es de verdad, no se olvida.

He despertado después del beso -por una vez los sueños han respetado mi momento de gloria- y no he sabido ponerle nombre al rostro, ni siquiera rostro a esos labios, a esos ojos. Pero el beso tenia, tiene, nombre de pasado. Un beso, si es de verdad, no se olvida. El beso le ha puesto nombre a los labios, a los ojos.

Ahora sé de quién es el beso furtivo, clandestino...sincero. Un beso de verdad, con sabor. Con un sabor que no se olvida.



-Es por eso, amiga mía, que no quiero perder el sueño.
-Ummmm...uno de esos besos que retornan por primavera, cuando el sol empuja a la noche y el calor al frío.
-Es el beso de un ayer.
-Esos besos no caducan, te lo digo yo, Jota. ¿Sigues queriendo manzanilla?
-Me siento extraño, creo que es mañana para un chupito de Jack Daniel´s
-Uno para ti y uno para mi. Y chin-chin, por los besos que regresan cada primavera
-Por el mañana, Lola, brindemos por un mañana con los besos del ayer.


Nunca se brindó tan temprano en el Búho Bizco.


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sábado, 24 de diciembre de 2011

El día de la Noche

Hoy no hay día. Hoy hay noche, la noche buena, el día de nochebuena. Sin día. Las horas de sol, bah, solo son un trámite para llegar al núcleo del día: la noche. Y se presupone buena.


Sean felices; no es obligatorio, digan lo que digan. Pero sí conveniente. Para ello: háganse los sordos durante la cena, controlen el contador de chupitos, elijan bien los compañeros de mesa y piensen que los abuelos están presentes. Ah, y no olviden que mañana es Navidad.

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Veinte minutos

Tic-ta, tic-tac...cinco minutos
Tic-tac, tic-tac...diez minutos

Y silencio

Tic-tac, tic-tac...quince minutos
Tic-tac, tic-tac...veinte minutos

Y silencio.

Un silencio que pide a gritos una interrupción

-La soledad es mala.
-¡Claro que no!, la madre Soledad es un amor
-¿La madre Soledad?
-Sí, Jota. Era mi tutora en el colegio de señoritas de Buenos Aires.
-No hablaba de eso, Margarita.
-Es por romper el hielo.
-Lo que quiero decir, Margarita, es que no es bueno...
-Lo sé, Jota, lo sé ...no es bueno que el hombre esté solo.
-Por eso, Margarita, por eso yo...
-Soy mujer, Jota. Y a esta mujer le basta un cigarro y veinte minutos de silencio después de veinte minutos de gemidos.
-¿Y ya está?
-Y una copa. Bajemos al Búho, te invito. El próximo "veinte minutos" invitas tú.




Se lo pregunté una madrugada: Margarita, ¿qué placer le encuentras a los segundos veinte minutos?
-Tendrías que haber nacido mujer para saberlo...ellas nunca lo preguntan

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Nota: el post que precede a éste...¡echarle un ojo!

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jueves, 10 de marzo de 2011

Cómo conocí a Margarita Ricchi

Margarita Ricchi es mi secretaria. Espectacular por dentro y sorprendente por fuera, Margarita es una brillante criminalista, domina varios idiomas y posee una considerable fortuna de la que no hace aprecio. Es hija de un noble italiano que multiplicó su capital en Argentina, donde Margarita adquirió una exquisita educación antes de trasladarse a Venezuela para mejorar sus conocimientos de criminología. Es allí donde nos conocimos. Aznar contrató mis servicios como espía privado para que le echase un ojo a Chavez, un tipo poco de fiar, me dijo el Presidente. Después de seis meses de intenso espionaje redacté un informe para el Presidente Aznar, con quien  había estrechado una dicharachera amistad gracias a  mi probada cordialidad, ¡y ay!, no por la suya; dicho sea esto sin ánimo de crítica hacia el Presidente, que no todos somos de la misma condición.

José, cuidado.
No me fío un pelo del gachó.

Fdo.: Jota. 
(Espía privado con resultados garantizados)

El Gobierno quedó impactado con mi trabajo, y como una cosa lleva a la otra, me encargaron que espiara de cerca a los etarras instalados en Venezuela. Los informes, que no son mi fuerte, se acumulaban sobre la mesa de la habitación de mi hotel. Prefería, les soy sincero, desplegar mis encantos personales en el bar del hotel antes que encerrarme en mi habitación para redactar historias que el Gobierno ya conocía; tengan en cuenta que hablaba a diario con José María, de nuestras cosas, pero siempre comentábamos algo sobre Venezuela. Una noche, mientras instria al camarero cómo preparar un gintonic como dios y yo mandamos, se acercó Margarita hasta la barra y pidió un Martini Hemingway, corto de vermú y largo de ginebra. Tres gintonics y cinco Martinis Hemingway después -los espías privados trabajamos rápido- ya nos habíamos contado nuestras respectivas historias y Margarita se había ofrecido para redactar los informes que tenia pendientes. A la mañana siguiente le ofrecí trabajo como secretaria. 



Aceptó. A sus cuarenta años no confirmados, Margarita nunca había tenido un trabajo de mesa y horario, circunstancia ésta que me advirtió. No importa, le dije, aprenderás. Lo sé, me contestó, pero impongo una condición innegociable: no cobraré; tengo suficiente dinero como para  jubilarte en una isla del Caribe. Acepté.

Esta es la pequeña historia de cómo conocí a Margarita Ricchi, una mujer que trabaja sin cobrar y ha publicado tres libros sobre criminología aprovechando que apenas tiene trabajo en mi oficina. La mujer, en fin, que ha sido la causa de las constantes visitas de mi amigo Goran - un mafioso albanokosovar de éxito asentado en la Costa del Sol- al Búho Bizco. Gran decepción. Pensé que venia por la amistad que nos une, pero no. Esta ya es otra historia. 

lunes, 7 de febrero de 2011

Adelanto primaveral y los Ojos de la española

¡Toma ya, invierno!

Te quedas sin fríos. Has bajado la guardia y mírate, estás en nada: sin fechas, sin hielos y sin amigos.  Me encantan estas traiciones al calendario. Es lo que le vendemos a los guiris, a los potentes teutones que nos manda la rigurosa RoterMerkel: un febrero en chanclas. Y ellos, alemanes míos, se mueren por lucir sus calcetines blancos con las sandalias veraniegas.

En estas estaba cuando se me cruza un comentario sobre otro mio a un post de J.A. del Pozo, fino fino bloguero.  La cosa es que mi amigo del Pozo ha descubierto a la niña de Rajoy escondida en el frondoso follaje de las TeDeTés. Allí está ella, cara a cara con Don Mariano, mirándolo de largo, serena y confiada. Y allí está él, turbado, desconcertado y enmudecido; y todo, según mi amigo bloguero, por la inquietante, dulce y firme mirada de la joven. O por sus ojos.

Aquí está la almendra de la cosa: que me pide Don José Antonio un informe sobre sus ojos, los de la muchacha. Que tú de eso entiendes, me dice para animarme. Y por no decir que no, a pesar de no entender de las mujeres ni su mirar, le pido asesoramiento a mi gato Naco, experto, eso creo, en miradas felinas.

Naco mira, analiza y expone: 
Mire jefe, entiendo más de ojos de gata que de mirar de damas, pero observe: son ojos hermosos, cual corresponde a la juventud; profundos, como deben de ser los ojos de la juventud inquieta; y melancólicos, puro reflejo de la juventud que, además de inquieta, es española. Española de hoy.


Dicho queda, amigo del Pozo. Si esto aclara el efecto que los ojos de la muchacha hicieron sobre la lectura de Don Mariano, es mérito del gato Naco. Si no satisface, mea culpa. Aun con todo,  no me negará, amigo mio, que el adelanto primaveral es como los ojos de la española.

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lunes, 13 de septiembre de 2010

Fría y sabia (del baúl de los post)






































Llevo tiempo sin darle un clic al teclado, es como si los calores del verano hubieran enfriado mi imaginación y adormecido mi neurona. Por suerte dispongo de un fondo de armario bloguero y puedo rescatar algunos post intemporales para justificar mi condición de humilde bloguero. Aquí les presento uno que encontré en un rincón de  mi disco duro.





















































Fría y Sabia












"Siempre, hasta su muerte, intuí en ella algo que no se aprende de nadie: una maldad fría y sabia que en algunas mujeres está ahí, desde que son niñas. Incluso desde antes, quizás; desde hace siglos"".









Dicho es por el joven Íñigo, guipuzcoano, hijo del soldado Lope Balboa y acogido por el que fuera soldado en Flandes al servicio de su Rey Felipe IV con el falso rango de capitán,  Diego Alatriste.



¿Imaginan vuestras mercedes?...joder, se me ha pegado el acento!, pues imagínen que esto lo dice alguien a fecha de hoy en la tele u otro sitio público (un libro no vale, que es un lugar casi clandestino)
Pues sencillamente lo corren a gorrazos. Decir que algunas mujeres llevan impreso a fuego en el ADN una "maldad fría y sabia" desde hace siglos...ya les digo: escapulario colgado al pecho, capuchón a poder ser de color, paseo por las calles del pueblo hasta la plaza mayor, y, al medio día que es de más concurrencia que al alba, escarnio público por machista, acosador, misógino y facha.

De seguro que también hay hombres más malos que la quina, o peores, mucho peores (insisto en la maldad masculina por si aparece por aquí una feminista sin fronteras), pero no me negarán que la maldad  fría y sabia tiene rostro de mujer; de mujer hermosa a medio sonreír, con ojos entornados y de  gruesos y humedos labios. Y digo lo dicho como reconocimiento de su superioridad, que hasta en la malicia son sobresalientes.

Dios me ampare.

(Octubre, 09)
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