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13 de febrero de 2019

Como niños muy viejos (y 2)

Enlazada con estas tensiones, la invocación matriarcal recorre todo el libro desde distintos roles y edades. Si, históricamente hablando, en el nombre del padre heredamos verdades absolutas, aquí se admite el susurro disidente de las dudas. Y también el arte de la artimaña. O ardid, palabra casi perdida con un toque de astucia, juego y fuego muy a tono con sus versos. «¿No era esto madurar?», se interroga Rosa Berbel, «¿elegir cosas/ y esconder la elección a los demás?» Hablamos de poemas de formación donde el crecimiento es moral, físico y narrativo. Se hace balance de lo aprendido. Se reconocen las mutaciones del cuerpo. Y se genera una distancia temporal, un espacio de observación que no existía antes de su escritura. No es tanto que en estos versos la adolescencia haya quedado muy atrás, como que se la ha dejado definitivamente atrás porque ha sido escrita. La autora maneja con agudeza el poder de este recurso. En el camino, asistimos a los cruces de lo íntimo y lo público, a lo político que asoma eludiendo el panfleto. Crecer es «andar más, con más miedo,/ por calles más vacías». Esta inquietud —por desgracia tan contemporánea— reaparece y se desarrolla en “Sisterhood”, que tiene la virtud de funcionar como conversación familiar, de cama a cama, y como himno colectivo, de experiencia a experiencia. Similar resonancia logra “Retrato de familia”, donde leemos: «Este diálogo, eterno de mudos/ y de sordos, de vivos y de muertos,/ se despliega infinito/ en el salón». En el salón o, se nos cuenta, en los trasteros. Los sótanos del patriarcado. Allí donde iniciarse no es cuestión de interiorizar el deseo propio, sino de asumir la violencia ajena. En ese texto que da título al libro, la niña reformula el conflicto de decir la verdad. ¿Aprendió a no decirla? ¿Quiso decirla y no pudo? ¿O la está diciendo ahora, cuando rompe su silencio? Quizá por eso las niñas de estos poemas se esconden debajo de la mesa. Debajo de la mesa, falso techo conquistado, pequeño cielo propio, está el único refugio de una infancia que se estaba preparando para salir, construirse un cuarto y hablar. Y que por suerte ha hablado. Ya lo creo que ha hablado.

14 de enero de 2019

Decálogo del espanto: los sofismas Vox


1. No aceptaré datos de instituciones públicas, obtenidos con un método lo más neutral posible, o provenientes de organismos con autoridad universalmente reconocida. Una fuente sólo es fiable si confirma mi ideología. 

2. Las mujeres no son violadas y asesinadas por ningún motivo relacionado con nuestra educación de género. El hecho de que mueran regularmente a manos de sus parejas masculinas, pero casi nunca viceversa, constituye un enigma estadístico.

3. Mis ideas patriarcales carecen de género, son libres y realistas. El feminismo en cambio se basa en apreciaciones subjetivas, autoritarias e ideológicas. Por esta misma regla, si un extranjero comete algún delito lo señalaré inmediatamente como extranjero, aunque los hombres que agreden a una mujer no deberán ser identificados por su sexo.

4. La bandera de un país es mucho más importante, urgente y defendible que sus recursos públicos, su industria, sus trabajadores o la distribución de su riqueza.

5. Los inmigrantes nos quitan empleo porque aceptan condiciones inaceptables para nuestros trabajadores. Si esas condiciones son legales, no exigiré una mejora de las leyes laborales. Y si son ilegales, tampoco exigiré mejores inspecciones. De hecho, los derechos laborales en mi país me preocupan bastante menos que el control violento de sus fronteras.

6. La inmigración representa una amenaza cada vez mayor, aunque siga descendiendo. Debemos defender a toda costa nuestra cultura occidental. El feminismo, el ecologismo o la diversidad sexual no son en absoluto occidentales.

7. Bajar los impuestos estimula la economía. De quienes luego podremos pagar por los servicios que dejen de ser públicos.

8. Los proyectos de memoria histórica impiden la convivencia, que sólo concibo cuando gobiernan partidos a los que voto yo. No hace ninguna falta repensar el pasado: ya lo narramos nosotros. De ahí que el independentismo sea golpista y el bando nacional, no. Que esté harto de la Guerra Civil, pero vea rojos por todas partes. Que el franquismo esté muy lejos y la Reconquista, menos.

9. La legalidad del aborto induce a las mujeres a abortar por gusto. Si pretenden decidir sobre su maternidad, lo decente es que paguen y se jueguen la vida. Por encima de todo defiendo la familia, siempre y cuando sea como la mía.

10. Lo que hasta ayer me daba cierta vergüenza decir, porque ofendía o humillaba al prójimo, hoy lo llamo incorrección política. Al fin soy libre para ofender y humillar. Adelante, valientes. 


9 de febrero de 2018

Fractura, 2 (Violet)


Con Olivier perdí la virginidad, quizás un poco más temprano de lo debido. No era que yo quisiese de verdad tener sexo. Simplemente su deseo de hacerlo era más fuerte que mi deseo de no hacerlo. Darme cuenta de eso tuvo más importancia que el acto en sí. Yo estaba enamorada de mi novio. Pero, cómo decirlo, no estaba enamorada de sus ganas de mí. Mis experiencias con él fueron todas bastante parecidas. Una especie de protocolo rápido con el que yo trataba de apasionarme sin saber muy bien cómo. Primero era su deseo imponiéndose. Después una sensación de pereza, un poco como cuando acabas de despertarte, que se iba transformando en un vago interés. Ese interés iba suscitando un anhelo por sentir algo especial. Después venía un conato de placer. Un comienzo de algo quizás intenso, enseguida interrumpido por el éxtasis de él. Ese éxtasis temprano y para mí inexplicable. Después venía cierto sentimiento de fastidio. Con el aparente deber, para colmo, de demostrar satisfacción y ternura. Y al final, menos ganas de una próxima vez. Ni siquiera podía imaginar que la culpa de eso la teníamos los dos.


[de la nueva novela Fractura (Alfaguara). Más información, aquí.]

26 de noviembre de 2016

América, Maestro

Descubierto el Aleph, descifrada la rayuela, transitados Comala, Santamaría y Macondo, desencantadas ciertas magias que jamás existieron, excepto en los prejuicios etnocéntricos y en las conveniencias editoriales, acaso quede la subversión como genuina forma de respeto a esos antecedentes. Arturo Belano y Ulises Lima, nómadas por principio, no imitaron a nadie. O aprendieron de aquellos a quienes nadie imitaba, como Di Benedetto o Wilcock. Similares desvíos habían elegido Felisberto, Copi, Ribeyro, Lamborghini, Fogwill. Eso mismo podría decirse hoy de Aira, Eltit, Molloy, Uhart. Más allá de la convención gramatical, el vocablo maestro mastica el patriarcado de nuestras bibliotecas. Esas que esperan equidad con las Ocampo, María Luisa Bombal, Elena Garro, Clarice Lispector, Rosario Castellanos o Yolanda Bedregal. Esas donde Sabato pesa insólitamente más que Puig. Esas donde algún día los poetas se caerán del estante superior para mancharnos las manos. Maestros nos remite a nuestros padres y abuelos, que nos han enseñado tantas cosas, también a olvidar. Iría siendo tiempo de recordar la soledad de nuestras madres, los combates de nuestras hermanas y la impaciencia de nuestras hijas, a las que necesitaremos para reescribirnos.

(la palabra Maestro fue comentada para el número especial de Babelia sobre literatura latinoamericana y los 30 años de la FIL de Guadalajara)

27 de agosto de 2014

Cortázar forastero (3)

Quiroga tanteó una división de su propia narrativa en cuentos de efecto y cuentos a puño limpio. Por anacrónicamente viril que hoy suene esta nomenclatura (casi tanto como la lamentable distinción en Rayuela entre lectores macho y hembra), el matiz parece pertinente: los textos de estructura clásica frente a los que salen sin brújula en busca de un impacto visceral. De manera análoga, resultaría factible agrupar los cuentos de Cortázar en función de dos conceptos mencionados por él: aquellos con la milimétrica vocación de converger en un golpe final, en un knock-out; y aquellos otros con preferencia por la improvisación musical a partir de un tema dado, es decir, por el take. Entre estos últimos podrían incluirse “Carta a una señorita en París”, “El perseguidor” y libros mucho menos transitados como Un tal Lucas. Tampoco los personajes femeninos de Cortázar escapan a esta suerte de amor dual. A un lado pululan diversas Magas y figuras más o menos influidas por la nouvelle vague. Pienso en la Alana de “Orientación de los gatos”, atrozmente alabada como «una maravillosa estatua mutilada», y cuyos encantos parecieran transcurrir sin ella saberlo, gracias a su becqueriano exégeta. Al otro lado sobresalen, por su capacidad de contradicción, retratos más complejos de personajes femeninos tradicionales. Así sucede con la madre de “La salud de los enfermos” o la prostituta de “Diario para un cuento”, cuya foto aparece como inquietante (¿y acaso irónico?) marcapáginas de una novela de Onetti.

2 de junio de 2014

Prodigios, padres, policías (1)

En algún lugar de Chatterton, el nuevo poemario de Elena Medel, se escucha la siguiente disyuntiva: «Arrojar la planta a la basura/ o cederla a mis mayores». Ay, las raíces jóvenes. Ay, las macetas críticas. Ay, los talentos precoces como Medel y las alarmas preventivas de sus mayores. Al contrario de lo que pregona la estupidez publicitaria, ser joven siempre ha resultado un tanto sospechoso: enseguida aparecen padres o policías. Es casi una reacción antropológica. El resto de la tribu grita: ¡a la cola, que nosotros llegamos primero! Hoy da la impresión de que los jóvenes españoles están hartos del discurso falaz de las oportunidades. Crecieron escuchando que el futuro sería suyo, que se formaran porque tendrían tiempo, y ahora resulta que el presente los suprime. Cuando se habla de la moda joven, suele confundirse el reportaje con la realidad. A los nuevos talentos los entrevistan, les hacen fotos, los felicitan, pero nadie les ofrece un trabajo y ya ni digamos un sueldo digno. ¿Cuántos paternalismos tienen que soportar los poetas jóvenes, por no hablar de las poetas jóvenes, antes de ser leídos con naturalidad? El patriarcado poético tiene, para decirlo con palabras de este extraordinario libro, «los pantalones demasiado grandes». Tiende a admirarse la entrepierna en vez de echar a correr. Quizá por eso se queda, tantas veces, «a mitad de proezas».

14 de octubre de 2013

La teta y el patriarca (y 2)

Se podría argumentar que desnudarse públicamente no es más que otra manera de reproducir la objetualización de la mujer. Ante esta objeción, en una entrevista reciente, la líder de Femen en España respondió: «la diferencia radica en que eliges cuándo enseñar tu cuerpo para molestar. Tengo el control sobre él y lo muestro como pancarta». En otras palabras, existe una diferencia fundamental entre aceptarse como objeto sexual cuando el patriarcado lo ordena, y mostrar el cuerpo propio de manera estridente cuando el patriarcado preferiría el silencio. Las activistas están en su perfecto derecho de mostrar sus cuerpos para molestar al poder, aunque sería preferible que los mostrasen para hacernos pensar a los ciudadanos. Por lo demás, la líder española de Femen estudió en un colegio de monjas y recibió esa educación escolar religiosa que tanto desearía propagar el actual Gobierno. Resulta difícil omitir que las tres mujeres que irrumpieron en el Congreso (como suele ocurrir en las intervenciones de esta agrupación) eran jóvenes, delgadas y más bien atractivas. Si se trata de un movimiento de protesta con cierta vocación representativa, no estaría de más que incorporasen en sus acciones a mujeres con cuerpos más corrientes y menos cercanos a la iconografía publicitaria. Ahora bien, ante esto también cabe otra respuesta, la que dio en su facebook la escritora Elvira Navarro: «se suele acusar a Femen de reproducir estereotipos patriarcales, pero este movimiento también puede leerse como una forma de deshacerlos: de repente unas tías que parecen salidas de un anuncio de champú no hacen lo que se espera de ellas, que es limitarse a gustar». Si tres simples desnudos nos dan para tanto debate, contradicciones y contrarréplicas, entonces estamos ante algo mucho más profundo que una mera agitación. Por lo demás, mientras las tetas de Femen provocan el repudio del patriarca Gallardón, la Comunidad Autónoma que él mismo presidió ha paralizado los diagnósticos precoces del cáncer de mama a 30.000 mujeres, en un miserable intento de reducir costes. Esa es la diferencia entre ir por ahí señalando con el dedo a unas mujeres, y que unas mujeres metan el dedo en nuestras llagas.

11 de octubre de 2013

La teta y el patriarca (1)

Tres jóvenes activistas de Femen dejaron al descubierto sus ideas, su cuerpo y nuestras contradicciones al irrumpir en el Congreso. Al igual que sucede con el arte performático, lo más interesante de su intervención no es tanto la obra en sí como la ola de reacciones e interpretaciones que genera. Al margen de su puesta en escena, la iniciativa ha cumplido su objetivo: provocar un debate tan urgente y radical como las medidas machistas de Gallardón. La respuesta del PP ha sido previsible y plana, adjetivos que encajan con sus siglas. Varias diputadas del partido han descalificado la actuación de Femen, haciendo un superficial énfasis en los desnudos y evitando opinar sobre el fondo de su protesta o la reforma legal que encabeza el ministro. Muchos pensarán, y tendrán razón, que aparecer desnudas en el Parlamento no es una medida de buen gusto. Tampoco lo es dejarnos en pelotas con las decisiones que allí se toman por mayoría simple. El señor Gallardón, procreador general, se apresuró a comentar que la protesta constituye una «falta de respeto a la soberanía popular». Si tanto le preocupa la soberanía popular, lo coherente sería convocar un referéndum acerca de sus propuestas, que hacen retroceder a España 30 años en la conquista del derecho de las mujeres a decidir cuándo y cómo han de ser madres, en lugar de ser sujetos pasivos de la biología y, para colmo, de gobernantes conservadores como él. Ahora bien: como mucha otra gente, ante la protesta de Femen he sentido una mezcla de simpatía por la causa y objeciones hacia la forma. Lo más discutible es quizás el eslogan que esgrimieron las activistas: «El aborto es sagrado». Antes de lanzarse a juzgarlo literalmente, como intentaron hacer interesadamente el ministro y sus obedientes parlamentarias, puntualicemos que la mención de lo sagrado parece trabajar aquí en una doble dirección. En primer lugar, invierte el tópico que suele funcionar como lema antiabortista: si el derecho a la vida es sagrado, el derecho a la libertad individual también. En segundo lugar, denuncia las intrusiones de la moral religiosa en la legislación civil. Incluso para discrepar del eslogan, convendría tener en cuenta estos matices. Dicho lo cual, personalmente sigue pareciéndome erróneo: no es que el aborto sea un derecho sagrado. Es que precisamente la sacralización de ciertos conceptos terrenales y profundamente ligados a la ideología (la familia, los roles de género, el sexo, la libertad individual) nos impide debatirlos desde la racionalidad ciudadana.

26 de marzo de 2013

Semana Santa o no tanto (1)

Entre el estereotipo y el desconocimiento, las potencias occidentales han recibido el nombramiento de Bergoglio como si se tratase de una decisión revolucionaria. Sin embargo, de dónde sea el Papa me parece poco relevante. La institución a la que representa tiene unos intereses que no van a cambiar por esa anécdota geográfica. Los antecedentes de Bergoglio como cardenal en la Argentina nos lo presentan con un perfil más conservador y diplomático de lo que muchos creen o desean. Lejos de ese «fin del mundo» del que proclamó provenir, sus contactos, decisiones, manifestaciones y silencios lo retratan como alguien dedicado a escalar a lo más alto. El Pontífice supo situarse entre dos corrientes opuestas de la Iglesia argentina, distanciándose tanto del sector ultraderechista (representado por el arzobispo Aguer y el Instituto del Verbo Encarnado) como de las posiciones sociales de Curas en Opción por los Pobres (OPP). Teniendo en cuenta los conflictos internos que amenazan al Vaticano, dudo que el Santo Padre se moleste en proponer cambios en su posición respecto a grandes cuestiones como el divorcio, el rol de la mujer, la homosexualidad o los anticonceptivos. Es decir, respecto a todo aquello que afecta realmente al «pueblo» que él mismo invocó, tras décadas de ausencia en los discursos papales. Bergoglio es, sin duda, un comunicador inteligente y eficaz. Por eso, tal como hizo en su país, se concentrará en cultivar determinados gestos públicos de humildad, austeridad y llaneza, convenientemente difundidos por los medios de comunicación. Llamémoslo marketing celestial. En cuanto a su actuación durante la dictadura militar, imagino que ahora aparecerán testimonios, llamativamente tardíos y oportunos, que tenderán a discutir las siniestras acusaciones que nadie refutó durante casi cuarenta años. Llamémoslos silencios elocuentes.

8 de marzo de 2013

Higiene vaticana

«Pon el detergente, cierra la tapa y relájate... ¿Qué contribuyó más a la emancipación de la mujer occidental? Unos dicen que la píldora, otros la liberalización del aborto, otros el trabajo fuera del hogar. Algunos, sin embargo, van más lejos: la lavadora.»
(del artículo ‘La lavadora y la emancipación de la mujer’, publicado en L’Osservatore Romano, diario oficial del Vaticano, el 8 de marzo de 2009, Día Internacional de la Mujer Trabajadora.)


Bendita seas, lavadora, en tu infinita gracia, en tus centrifugados y programas automáticos. Sea siempre contigo la bienaventuranza del virtuoso suavizante, que penetra en tu vientre sin placer ni pecado. Tú, lavadora, que has sabido alejar de las féminas la tentación del frotamiento con las propias manos. No te detengas nunca en tu peregrinar, no dejes que se llenen de prendas bochornosas nuestros cestos. Nos postramos ante ti, lavadora, y pedimos perdón por todos nuestros derramamientos, y damos gracias por tu abnegación inoxidable, tu entrega al prelavado. Eres santa, estás hecha para el prójimo. Eres fiel, no abandonas jamás ningún hogar. Eres del otro mundo, lavadora. Porque en ti está la vida, fuente de limpieza. Porque en ti está el movimiento, razón del aclarado. Porque en ti está la piedad, causa de nuestra dicha. Oh, lavadora, metal angélico, tambor de la virtud que redimes toda mancha, toda impureza, todo estupro. Enjuagarás por siempre nuestras humildes sábanas, sin importar la edad de aquel con quien pecamos. Amén.

20 de diciembre de 2012

Poderoso caballero (y 2)

En cierta ocasión le preguntaron al expresidente Aznar qué cualidad prefería en una mujer. Sus prominentes abdominales respondieron sin dudarlo: «Que sea mujer». Una mujer-mujer no sería una mujer tartamuda, ni una mujer al cuadrado. Sino aquella que se queda pasiva. Que acepta el rol histórico que le tocó en herencia. Que se comporta, en suma, exactamente como esperan los hombres-hombres. Entre la biología elemental y la Edad Media, el ministro Gallardón afirma que la maternidad es lo que hace a las mujeres «auténticas mujeres». Y si de paso pueden tener unos cuantos retoños, y poco tiempo para cosas como el trabajo o la política, mejor que mejor. Virginia Woolf tituló este sofisma Killing the Angel in the House. Gallardón ha declarado su intención de «defender a una sola mujer que quiera ser madre y no pueda». Tan o más grave sería no querer (o no estar en condiciones) de ser madre, y que el Estado te fuerce a serlo. Habrá que recordarle al gallardo ministro que una madre es mucho más que un mamífero. Que la reproducción es una opción y no un destino. Y que, mientras su Gobierno siga descuidando la incorporación laboral de las mujeres, los servicios educativos para menores de 3 años, las leyes de dependencia o la igualación de los permisos de maternidad y paternidad, la mujer podrá ser toda una madre, pero seguirá siendo media ciudadana. 

12 de noviembre de 2012

Perjudicial

En uno de sus ataques de furor reproductivo, Gallardón declaró que un hijo indeseado no daña la salud de las mujeres. Pero un ministro indeseable daña la salud de las ciudadanas.

5 de noviembre de 2012

Desordenar los manuales

Aunque ninguna etiqueta resume la realidad, algunas la mutilan hasta volverla incomprensible. De eso que llamamos Boom aprendí el abismo entre los rótulos y las obras. ¿Qué tiene que ver Lezama Lima con Onetti? ¿Por qué García Márquez (1927) y Vargas Llosa (1936) sí, pero Puig (1932) no? ¿Hasta cuándo maestros como Di Benedetto o Ribeyro seguirán fuera de la foto? ¿Por qué en el retrato generacional rara vez figuran poetas, habiéndolos brillantes? ¿No resulta sospechoso que Elena Garro, María Luisa Bombal, Rosario Castellanos o Clarice Lispector apenas aparezcan en las viriles listas de sus contemporáneos? De eso que llamamos Boom admiro su ambición estética, que me hace pensar en la infinitud de la escritura; y recelo de sus mesianismos políticos, que me hacen pensar en la patología del liderazgo. Y, en el centro de las generalizaciones, dos décadas de textos memorables: Zama, Balún CanánFinal del juego, El sueño de los héroesEl astilleroPedro Páramo, El coronel no tiene quien le escriba, La ciudad y los perros, Las invitadas, AuraEl obsceno pájaro de la noche. Tanto que se merecen ser leídos como por primera vez, desordenando todos los manuales. 

8 de marzo de 2012

Especialmente el padre

La Real Academia, que no es ninguna fulana (fulano, na: 1. Alguien cuyo nombre se ignora o no se quiere expresar. 5. Prostituta) sino una autoridad en la materia, nos ha hecho el honor (honor: 3. Honestidad y recato en las mujeres, y buena opinión que se granjean con estas virtudes) de emitir unas recomendaciones que han sido la comidilla (comidilla: 1. Tema preferido en alguna murmuración o conversación de carácter satírico. «La conducta de fulana es la comidilla de la vecindad») de estos días. Como legítima jueza (jueza: 2. Mujer del juez) de nuestro idioma, razona la Academia que el sexismo lingüístico no es motivo suficiente para ir por ahí desvirgando gramáticas (desvirgar: 1. Quitar la virginidad a una doncella) y que, si continuamos así, terminaremos hablando como verduleros (verdulero, ra: 2. Mujer descarada y ordinaria) y confundiendo al prójimo (prójimo: 1. Hombre respecto de otro, considerados bajo el concepto de la solidaridad humana. Artículo enmendado; prójimo, ma: 3. Mujer de poca estimación pública o de conducta dudosa. 4. Mujer respecto del marido). Por eso estoy convencido, no sólo como escritor sino como individuo (individuo, dua: 7. Mujer despreciable), de que los académicos, en general ellos y a veces ellas, jamás dejarán a sus hablantes huérfanos (huérfano, na: 1. A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre). Nuestra lengua materna está llena de padres.

21 de septiembre de 2011

El proxeneta

De paso por Italia miro las noticias en la televisión, comparo titulares en los diarios. Y lo único que veo es a Berlusconi rodeado de escotes. El rey sol y sus tetas orbitando. Esta vez le toca el turno a la despampanante e irrelevante Manuela Arcuri, presunta modelo. Manuela declara en todas partes que ella no, que las putas eran otras. En los medios nacionales no se habla de otra cosa: los recortes sociales son menos fotogénicos. El mayor daño de Berlusconi (pero también su mayor conquista) ha sido transformar el debate ideológico en prensa rosa. No simplemente frivolizar la política sino  desviar sus ejes, desterrarla de su ámbito. Así es mucho más fácil delinquir. Gobernar, ya no digamos.

19 de julio de 2011

Machitos ilustrados, 2

Por razones históricas, los escritores hombres heredamos una laguna doble. Por un lado, nos cuesta construir personajes femeninos que superen los estereotipos culturales. Y por otro, inevitablemente, hemos leído a menos autoras. Nuestra visión del mundo queda así reducida a la confirmación de nuestro propio género. El conflicto de las escritoras, discriminaciones aparte, es de otra índole: desarrollan su identidad como mujeres mientras se educan en diversas perspectivas masculinas. Esta contradicción suele propiciar, a la fuerza, una mayor complejidad ideológica y psicológica. Lo cual no equivale en absoluto a una supuesta superioridad de la inteligencia femenina, tópico paternalista que suscribirían pocas mujeres inteligentes. Resulta injusto identificar la corrección política, que es acrítica por definición, con los difíciles avances que el feminismo ha logrado. La incorrección política funciona como resistencia frente a un pensamiento hegemónico. Pero la hegemonía en la cultura sigue siendo, en gran medida, patriarcal. Ciertos intelectuales encuentran cualquier discusión política más digna de interés que el feminismo. Quizá no adviertan que se trata de un pensamiento político de primer orden. Y que, a diferencia de otros, propone revoluciones que todavía no se han intentado. El tiempo envejecerá a esos machitos ilustrados como a los virreyes, los hidalgos o los arzobispos.


(Resumen del artículo en la revista Ñ, 11-06-2011. Leer texto completo...)

16 de julio de 2011

Machitos ilustrados, 1

Muchos escritores que se declaran interesados en las relaciones entre escritura y política tienen algo en común: jamás indagan en el pensamiento de género. Suscriben toda clase de reflexiones poscoloniales, revisiones históricas, desmontajes del mercado editorial, análisis sociológicos de la tecnología. Pero suelen callar, o salir corriendo, o reaccionar con furia, ante cualquier planteamiento feminista. Su discurso omite los vínculos entre ficción y patriarcado, entre los roles de género y los puntos de vista narrativos. El llamado pensamiento de género, parece mentira tener que recordarlo, concierne a mujeres y hombres. Afecta al modo en que conformamos nuestra autoimagen y proyectamos nuestra identidad, cuya faceta de género es tan sometible a crítica como las opiniones políticas o las inclinaciones estéticas. El feminismo nada tiene que ver con una presunta concesión que se les hace a las mujeres. En su aplicación siglo 21, es también una forma de autoconocimiento masculino. De liberación íntima. Y, sobre todo, de profundización en la escritura. La postura del machito ilustrado en la literatura nos va a dejar a todos en calzoncillos, si seguimos fingiendo que esto es un tema de mujeres.


(Resumen del artículo en la revista Ñ, 13-05-2011. Leer texto completo...)

14 de febrero de 2011

Tragedia belga

La semana pasada Marleen Temmerman, presunta senadora y presunta socialista, invocando presuntamente el teatro griego, propuso que las mujeres belgas se declaren en huelga sexual hasta que su país alcance un acuerdo para formar gobierno. Era difícil retroceder tantos siglos en un solo gesto, pero la señora senadora lo logró con una facilidad digna de mejores causas. Con su proclama, la trágica Marleen dio por sentado: 1- Que la negociación política es esencialmente cosa de hombres; 2- Que el rol de las mujeres es esencialmente privado y conyugal; 3- Que todos los negociadores políticos son heterosexuales; 4- Que todas las mujeres follan, cogen, tiran, fornican, neuken, como una abnegada concesión al varón; pero que ellas nunca, jamás de los jamases, imposible, nooit!, lo hacen por placer propio. Te prometo, Marleen, seguir tu ejemplo. Me abstendré sexualmente hasta que renuncies a tu escaño de senadora socialista.

21 de enero de 2011

Aventuras del Word

Hace tiempo, trabajando en un artículo sobre el ultraconservador jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, comprobé que si escribía macrista, el Word rectificaba: machista. Hoy, trabajando en la voz de un personaje femenino, he descubierto que cuando ella trata de decir putísima, de inmediato el programa la corrige: purísima. La corrección política también es automática.

21 de diciembre de 2010

All you need is Ono

The U.S. vs John Lennon muestra la implicación política de Lennon. Y la labor autoproselitista de Yoko Ono. Jamás he comprado la teoría de que ella provocó la ruptura de los Beatles: más bien pienso que él aprovechó una fecunda relación amorosa para catapultarse fuera de un mito universal que lo estaba asfixiando. Gracias a su influencia, Lennon evolucionó desde una pose de machito rockero a un feminismo creativo que estaba a la vanguardia de su tiempo. Pero Ono sí es responsable de sus propias simplificaciones conceptuales (donde Lennon nombraba conflictos, ella formula eslóganes) y, sobre todo, de los cortes históricos que inflige al legado de su difunto esposo. A cambio de autorizar la difusión de ciertas imágenes, Ono parece imponer silencios vergonzantes. El documental narra la vida de Lennon desde su llegada a Nueva York (1971) hasta la obtención de la residencia permanente, tras años de batallas judiciales (1976). Sin embargo, no hay ninguna alusión al largo período durante el cual convivió con May Pang –entre el 73 y el 75– y volvió a acercarse a sus antiguos compañeros. Para colmo, el final del documental desarticula el propio relato activista que pretendía exponer, derivando en una almibarada fábula familiar. Algún día conoceremos la historia íntegra de esos años. «¿Guardas rencor?», le preguntan a Lennon al salir del juzgado. «El tiempo», bromea él, «hiere todas las curaciones».