Aunque ninguna etiqueta resume la realidad, algunas la mutilan hasta volverla incomprensible. De eso que llamamos Boom aprendí el abismo entre los rótulos y las obras. ¿Qué tiene que ver Lezama Lima con Onetti? ¿Por qué García Márquez (1927) y Vargas Llosa (1936) sí, pero Puig (1932) no? ¿Hasta cuándo maestros como Di Benedetto o Ribeyro seguirán fuera de la foto? ¿Por qué en el retrato generacional rara vez figuran poetas, habiéndolos brillantes? ¿No resulta sospechoso que Elena Garro, María Luisa Bombal, Rosario Castellanos o Clarice Lispector apenas aparezcan en las viriles listas de sus contemporáneos? De eso que llamamos Boom admiro su ambición estética, que me hace pensar en la infinitud de la escritura; y recelo de sus mesianismos políticos, que me hacen pensar en la patología del liderazgo. Y, en el centro de las generalizaciones, dos décadas de textos memorables: Zama, Balún Canán, Final del juego, El sueño de los héroes, El astillero, Pedro Páramo, El coronel no tiene quien le escriba, La ciudad y los perros, Las invitadas, Aura, El obsceno pájaro de la noche. Tanto que se merecen ser leídos como por primera vez, desordenando todos los manuales.
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5 de noviembre de 2012
Desordenar los manuales
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2 de noviembre de 2012
Del rigor en la ciencia
Mucho se ha hablado de la alarmante falta de sensibilidad de este Gobierno y sus ministerios a la hora de tachar cultura, sanidad y educación como si fuesen casilleros en un impreso bancario. «Versátil en el error», como alguna vez ironizó Borges, el Gobierno sin embargo no se detiene ahí. Los degüellos en ciencia están siendo insólitamente cruentos, tanto en España como en todo el continente que se llamaba Europa. El riesgo es, ni más ni menos, expulsar de sus países a una generación entera de científicos y romper para siempre, en cada uno de ellos, la cadena de transmisión investigadora. Ese daño durará mucho más que la crisis económica. En el mapa grande, leo la carta abierta que 42 premios Nobel han dirigido a la UE mientras prepara sus próximos presupuestos. En el mapa pequeño (que, como en el cuento de Borges, muchas veces coincide con la totalidad), leo la pancarta que con humor y dolor han dibujado en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, en Granada. Un personaje pregunta qué se siente al hacer descubrimientos científicos. El otro personaje contesta: «Hambre».
4 de febrero de 2012
Epitafio de gracias
Debo mucho
a quienes no amo.
(…)
Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.
No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
(…)
Gracias a ellos
vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.
Wislawa Szymborska fue mujer, poeta e inteligente. No sé cómo habrá hecho para llegar a vieja, aunque sospecho cuánto tuvo que aguantar para llegar a sabia.
[el poema "Agradecimiento" forma parte del libro El gran número. Traducción: Abel Murcia.]
5 de enero de 2012
Lo entreabierto
La complejidad poética suele asociarse a la retórica. Como si el claroscuro operase por acumulación. Entre los méritos de Tranströmer, premio Nobel pese a merecerlo, está la refutación de ese prejuicio. Tranströmer accede al misterio por eliminación. Su poesía prescinde del contexto, del énfasis y hasta de él mismo. En este poema, recogido en El cielo a medio hacer, bastan tres puertas con diferentes luces:
Abro la primera puerta.Ese ruido exterior, ese temblor interior, ocurren simultáneamente. Y apenas requieren la aparición del poeta, bisagra entre ambos.
Es una gran habitación soleada.
Un camión pasa por la calle
y hace vibrar la porcelana.
Abro la puerta número dos.¡Beber oscuridad para alcanzar la visibilidad! He ahí toda una poética, que se dirige a la claridad pasando por la penumbra.
¡Amigos! Vosotros bebisteis la oscuridad
y os hicisteis visibles.
Puerta número tres. Una estrecha habitación de hotel.Ver el mundo a media luz: contemplar lo que sí y lo que no. La poesía nunca es tan evidente como para abrir una puerta de par en par, ni tan pretenciosa como para dejarla cerrada.
Vistas a un callejón.
Un farol que reluce en el asfalto.
El hermoso residuo de las experiencias.
2 de septiembre de 2011
Torero Hemingway
A 50 años de su muerte, Hemingway resucita a diario en alguna leyenda, imagen o gesto relacionado con su figura pública. Ambiguo destino el de los escritores-personaje: ser más recordados que releídos. Entre sus novelas, El viejo y el mar sigue siendo mi preferida. Por quién doblan las campanas ha envejecido rápido, aunque sus mezclas entre inglés y español anticiparon la realidad de su propio país. Sus elusivos cuentos se postulan como eslabón perdido entre Chéjov y Carver, a veces asociados con demasiada ligereza. Más que 'Los asesinos', con su tramposa interrupción final, elegiría como modelo de elipsis 'Un lugar limpio y bien iluminado'. Pieza maestra que ilustra la potencia de la quietud, el misterio de la ausencia. Raro mérito en alguien tan movedizo y presente. Escribe sobre él Javier Reverte: «Vivió la Guerra Civil declarándose partidario de la República y comprendió el sentido trágico de la fiesta de los toros como muy pocos españoles. Si siguiera vivo, probablemente hubiera jurado no pisar Cataluña hasta que se levantase la prohibición de las corridas». Yo hubiera preferido que, en vida, jurase no volver de vacaciones a España hasta que se levantase el franquismo. O, por lo menos, la censura literaria.
11 de octubre de 2010
Discrepo, luego escribo
Que es un neoliberal, un esto y un lo otro ya lo sabemos, ya lo hemos oído. Que sí, que sí. Pero a su modo, por raro que parezca, Vargas Llosa es también un inadaptado. Nunca contenta a nadie. Demasiado laico y reflexivo para la derecha. Demasiado conservador y oligárquico para la izquierda. Acaso su auténtico lugar político sea la incomodidad. Cierto inconformismo ante las posturas ortodoxas. Eso mantiene, al menos, de su formación en el pensamiento crítico. No parece poco. Y parece acaso más útil que hablar siempre para tu público, posando frente a quienes te idolatran por decir justo lo que estás diciendo.
10 de octubre de 2010
Conversación en La Academia
Libro por libro, Vargas es quizás el más importante novelista vivo en español. Con sus precoces obras maestras, sus lúcidos ensayos, sus bajones posteriores. Me fascinaron La ciudad y los perros, Conversación en la catedral y La guerra del fin del mundo. No se puede dialogar mejor que en Pantaleón y las visitadoras. Bueno, sí se puede: lo hizo Puig en El beso de la mujer araña. Me interesan bastante menos Los cuadernos de don Rigoberto o La niña mala. Qué importa. Tenía méritos de sobra para que los suecos se comportaran como si el Nobel de Literatura fuese de literatura. A veces viene bien recordarlo. Como lector de izquierda, me hacen pensar más las novelas del neoliberal Vargas que el teatro del comunista Fo.
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