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26 de junio de 2014

Lo que Messi no es (2)

Messi tampoco encaja en los modelos conocidos de capitán: el mesianismo hiperquinético de Maradona o Cristiano, la infatigable ejemplaridad de Raúl o Puyol, el magnetismo táctico de Guardiola o Xavi, la veteranía incontestable de Maldini o Gerrard. Ni siquiera posee la seducción del rebelde solitario, la inadaptación polémica de Garrincha, Romario, Guti o Riquelme. Por eso quizá resulte un tanto contra natura imponerle el brazalete. En un deporte de complejidad tan colectiva, la capitanía no suele portarla simplemente el mejor jugador, sino aquel con mayor capacidad de convocatoria entre sus compañeros. O, a la inglesa, el más curtido. En ninguno de esos casos está Messi, a quien la capitanía en la selección parece habérsele concedido por la razón opuesta que a sus antecesores: como estímulo anímico para él, más que para sus compañeros. El partido contra Irán estuvo al borde del bochorno hasta que Messi lo resolvió como le gusta: arrancando desde la derecha, en busca del perfil interior para el disparo entre varios defensores. Disciplina diagonal perfeccionada por Maradona en el 86 -contra Bélgica- y en el 94 -contra Grecia-. Al terminar el partido, Romero lo resumió con esa tensa capacidad observadora de los arqueros. «El enano frotó la lámpara», dijo. Así se lo espera a Messi: como una providencia casi externa al equipo. Más como un fugaz milagro que como una actitud contagiosa. ¿Por qué en el Mundial anterior, pese a llegar en mejor forma, Messi no fue tan decisivo como en este? Quizá porque su entrenador se empeñó en hacerle de espejo. La única manera que Maradona (y un país entero) encontró de admirar a Messi fue tratarlo como si fuera él. Un año antes de que Sabella le concediese el brazalete a otro 10 zurdo, Maradona lo obligó a sobreactuar un liderazgo a semejanza suya. Por eso le pidió (o al menos consintió) que bajara demasiado a recibir la pelota, en vez de convencerlo para esperar la jugada donde es en verdad mortífero: a diez metros del área, exactamente donde jugaba con Guardiola. Desde que fue elevado a líder de la selección, a Messi le piden que marque el ritmo del partido, cuando su capacidad tiene que ver justo con lo opuesto: alterarlo.

30 de marzo de 2011

La representatividad

Bruselas es una ciudad poblada de diplomáticos y sin embargo, o por eso mismo, la gente conduce caóticamente, sin respetar jamás las normas colectivas. En Bruselas conviven representantes de distintas instituciones y nacionalidades, mientras en sus barrios se percibe la grave división entre flamencos y francófonos. En Bruselas se ha debatido la aplicación de las leyes que prohíben fumar en los recintos públicos, y en muchos de sus bares sigue imperando el humo. Bruselas es la capital simbólica de Europa y sus plazas están llenas de botellas vacías, desperdicios, restos arqueológicos del futuro.

14 de febrero de 2011

Tragedia belga

La semana pasada Marleen Temmerman, presunta senadora y presunta socialista, invocando presuntamente el teatro griego, propuso que las mujeres belgas se declaren en huelga sexual hasta que su país alcance un acuerdo para formar gobierno. Era difícil retroceder tantos siglos en un solo gesto, pero la señora senadora lo logró con una facilidad digna de mejores causas. Con su proclama, la trágica Marleen dio por sentado: 1- Que la negociación política es esencialmente cosa de hombres; 2- Que el rol de las mujeres es esencialmente privado y conyugal; 3- Que todos los negociadores políticos son heterosexuales; 4- Que todas las mujeres follan, cogen, tiran, fornican, neuken, como una abnegada concesión al varón; pero que ellas nunca, jamás de los jamases, imposible, nooit!, lo hacen por placer propio. Te prometo, Marleen, seguir tu ejemplo. Me abstendré sexualmente hasta que renuncies a tu escaño de senadora socialista.

26 de octubre de 2010

El espanto y el mar

En estos días trabajo en Holanda, cuya puntualidad es tan intensa como su queso. Los canales parecen comunicarse entre sí el orden y también la voluntad: aquí han dominado el agua. La gente mantiene siempre una amabilidad extrema, como si hubiera sobrevivido tranquilamente a algo terrible que no se sabe bien qué es. O como si vencer al mar los hubiera curado de espanto. Cada vez que en un bar pido una cerveza belga, me dicen que no les queda y me ofrecen otra holandesa.