Descubierto el Aleph, descifrada la rayuela, transitados Comala, Santamaría y Macondo, desencantadas ciertas magias que jamás existieron, excepto en los prejuicios etnocéntricos y en las conveniencias editoriales, acaso quede la subversión como genuina forma de respeto a esos antecedentes. Arturo Belano y Ulises Lima, nómadas por principio, no imitaron a nadie. O aprendieron de aquellos a quienes nadie imitaba, como Di Benedetto o Wilcock. Similares desvíos habían elegido Felisberto, Copi, Ribeyro, Lamborghini, Fogwill. Eso mismo podría decirse hoy de Aira, Eltit, Molloy, Uhart. Más allá de la convención gramatical, el vocablo maestro mastica el patriarcado de nuestras bibliotecas. Esas que esperan equidad con las Ocampo, María Luisa Bombal, Elena Garro, Clarice Lispector, Rosario Castellanos o Yolanda Bedregal. Esas donde Sabato pesa insólitamente más que Puig. Esas donde algún día los poetas se caerán del estante superior para mancharnos las manos. Maestros nos remite a nuestros padres y abuelos, que nos han enseñado tantas cosas, también a olvidar. Iría siendo tiempo de recordar la soledad de nuestras madres, los combates de nuestras hermanas y la impaciencia de nuestras hijas, a las que necesitaremos para reescribirnos.
(la palabra Maestro fue comentada para el número especial de Babelia sobre literatura latinoamericana y los 30 años de la FIL de Guadalajara)
Mostrando entradas con la etiqueta Aira. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Aira. Mostrar todas las entradas
26 de noviembre de 2016
América, Maestro
6 de diciembre de 2013
Un minuto con Aira
Ceno en Santiago con dos buenos amigos chilenos, Riquelme y Celedón, tan distintos entre sí que se parecen. Ambos se turnan para tomar la palabra, uno sinuoso y narrativo, otro escueto y aforístico. Sus voces alternas proyectan un unísono imposible. Primero hablamos de la biografía de Kafka a la que Reiner Stach ha dedicado media vida. Después hablamos de la vida africana de Rimbaud. O su otra vida. ¿Rimbaud tuvo dos identidades, o quizá fue el mismo hombre en dos lugares irreconciliables? Al día siguiente acudo a una librería en Providencia. Curioseo. Hago braille. Por puro azar, me pongo a hojear una nueva traducción del ensayo de Benjamin sobre el surrealismo. Entonces, como invocado, entra a la librería César Aira. Jamás lo había visto en persona. Es él. Más alto, barrigón y jovial de lo que suponía. Es imposible suponer a Aira. Pero ahí está, erguido entre anaqueles. Lo saludo nervioso. Intercambiamos seis o siete oraciones. Él le pregunta al librero por la trilogía biográfica de Kafka que escribió Reiner Stach. Me sobresalto y vuelvo a sumergirme en el ensayo sobre el surrealismo. De inmediato me topo con el nombre de Rimbaud, señalado como precursor del movimiento. Aira comprueba decepcionado que el tomo que está en venta es el mismo que ya tiene en su casa. Intercambiamos otras seis o siete oraciones. Admiro a Aira, pero no lo miro. Él consulta su reloj de pulsera. Bajo la vista y busco el final del ensayo: «un despertador que a cada minuto grita sus sesenta segundos». Voy a tener que irme, dice Aira. Lógicamente, anochece.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)