Pensé que no muchos se iban a animar a inventarle un final al microrelato del gran Julio Cortázar, pero para mi asombro, fueron más de veinte los que llegaron.
Gracias a los que se hicieron un tiempo entre los libros de la facultad, el trabajo,o las horas de sueño sólo para ponerse a escribir.
Ahora sólo resta saber quienes son los ganadores.Habrá primero, segundo y tercer puesto.
No se pierdan de leerlos porque son geniales. =)
Si bien la regla decía 200 palabras, tuve tolerancia en un excedente de hasta diez palabras más porque no quería ponerme quisquillosa.
La votación será vía mail solteriaanunciada@gmail.com, y podrán votar a tres cuentos distintos, no importa el orden. La votación termina el día martes 19 y el miércoles estaré anunciando los ganadores.Pueden promocionarse, pero no pueden publicar el cuento hasta que no esté cerrada la votación.Nada de trampitas ...
Acá les dejo el comienzo del cuento, que se llama Página asesina.¡A votar!
"En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen, si un lector desemboca en esta página al dar las tres de la tarde muere". Julio Cortázar.
Cuento Número 1
Ella lo sabía, por eso lo compró. Se encaminó al parque con el libro bajo el brazo, estaba decidida, aún faltaban 15 minutos por lo que se apresuró para sentarse en las gradas, a la entrada. Suspiró... Su vida empezó a pasar como una película frente a sus ojos. No salían lágrimas, ya las había gastado todas. No había remordimientos, ya no sentía nada. 10 minutos...Vió los últimos niños correr tras el balón. El vendedor de globos en la esquina. Los abuelos con los nietos comiendo helados, hasta que una voz familiar la distrago."¿Eres tú?"Volvió a ver a todos lados y nada.
"¿Hey?"Su corazón palpitaba casi queriéndose salir de su cuerpo. "Te amo..."
"¿Qué dijiste?"- preguntó al creer que no había escuchado bien.
"¡Te amo!"- lo dijo con esa sonrisa encantadora que siempte la encantaba.
Se iba a levantar cuando vió sin querer el reloj...En eso el libro cayó rodando por las gradas...
Cuento número 2
La escuchaba distante, hablaron por un rato mas pero él no podía dejar de pensar que era una despedida, ella le pedía mas tiempo.
- Tiempo para qué pensó él, que podía hacer el tiempo sino hacer la espera mas dolorosa-
Se despidieron con la promesa de volver a verse en un mes…
Enojado, colgó el teléfono con tanta fuerza que el libro que estaba leyendo y había dejado en la mesita de luz cayó boca abajo sobre la alfombra. El mismo libro que ella le había traído de vuelta de su viaje por Escocia, era gracioso pensó, no había llegado a terminar de leerlo y sentía que todo había terminado con ella.
Lo levantó del suelo, por la caída había quedado abierto mucho más adelante de donde lo había marcado, le llamo la atención que la página impar estaba vacía de los dos lados, parecía un error de impresión.
Anotó en la hoja vacía la fecha y la hora, eran las 15:00hs. del segundo domingo de noviembre de 2002 y una fría corriente de aire recorrió la habitación mientras cerraba el libro.
En ese mismo instante golpearon la puerta, alguien lo venía a buscar…
Cuento número 3
Así comenzaba la leyenda que mi abuelo noche tras noche me contaba para intentar dormirme...el pobre nunca se dio cuenta de que aquello me hacía sentir más miedo que sueño.La duda de que esa leyenda fuera cierta se fue incrementando con los años y decidí viajar a ese pueblo en Escocia.
Estando allí, me llené de coraje y valentía, entre en la librería, compré un libro y busqué esa página en blanco...Y la encontré..., pero no morí, no, la pagina en blanco estaba repleta de escritos de otros tantos que como yo siguieron la pista de esa leyenda y así como ya lo hicieran otros, cogí mi pluma y escribí "Abuelo, de nuevo te equivocaste!!!, al terminar de escribir reconocí en la parte inferior derecha una caligrafía familiar y una frase que decía "Querida nieta, sabia que vendrías, un beso, tu abuelo"....Nunca antes nadie me avivo tanto la curiosidad, yo, prometo hacer lo mismo con mis nietos.
Cuento número 4
Cuentan que un joven, se dispuso a terminar con este misterio y poner fin a tantas muertes. Fue así que una tarde fría de invierno entro a la librería, solo tenía consigo una pluma y un tintero. Sin meditarlo demasiado tomó un ejemplar de “La guerra y la Paz” de una de las estanterías y comenzó con su lectura.
Se lo veía tranquilo, relajado y sumergido en la historia, como si no le importara que la hora estuviera cerca. Justo cuando se oía la primera campanada de la iglesia que sentenciaba las tres de la tarde, el joven dio vuelta la página.
Por un instante la blancura se apoderó de él, se sintió hipnotizado, sintió que sus ojos se cerraban y el aliento lo abandonaba.
El segundo campanazo lo sacó de aquel trance, rápidamente hundió la pluma en la tinta y comenzó a escribir y a escribir. Al principio las palabras se borraban y la blancura infinita se apoderaba de la hoja, pero lentamente el libro cedió de sus intenciones infames y se rindió ante la hermosa lírica del joven. Fue así que la hora mortal pasó, el joven vivió y el libro, aunque incompleto, ya no deseaba matar más.
Cuento número 5
A. quería ese libro, era EL jugador. Probó todo: Desde el Poker hasta juegos chinos de mil años de antigüedad. Amaba el riesgo. La Ruleta Rusa no era suficiente, nadie tenía sangre fría y suerte como él. Cuando supo del libro contrató a J. Experto bibliófilo, maestro en el arte de comprar por peniques lo que valía mucho más.
Mediante sobornos y deducción, llegó al pueblo en cuestión. Hurgó en las librerías. Desechó las ediciones conocidas, se centró en las raras y, por un cuidadoso proceso, redujo los candidatos a tres. Con su habitual olfato comercial aprovechó para adquirir, casi regalados, algunos libros más. Volvió donde A. y completó su misión. El excitado jugador contempló su compra y puso a prueba su fortuna. Cada día leía entre las dos y las cuatro…
Los días pasaron, A. llegó a las últimas páginas del último ejemplar.
Bañado en sudor frío, dio vuelta la página por última vez. Miró…
No estaba en blanco. Perplejo, no terminó el libro, los revisó a todos nuevamente en busca de la página fatal. Nada… nada en absoluto, imposible.
A la misma hora, un librero moría, a su lado una edición del “Fausto” con una página fallada.
Cuento número 6
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere...pero si lo hace a las tres de la mañana, en ese preciso instante adquiere la capacidad de ver en el corazón de los demás, de leer en sus ojos adónde van sus sentimientos, y es ahí cuando comienza su agonía, cuando descubre que a veces es mejor no saber qué habita en el fondo del alma de quiénes hemos amado, pues la cara oculta de la luna, está oculta por una sencilla razón, la vida es más linda cuando mañana te queda algo por descubrir.
Cuento número 7
Tal pueblo se encontraba en la zona costera de Glasgow, era un lugar alegre y verde, lleno de innumerables distracciones que lograban atraer a los turistas del mundo. Podían encontrarse desde circos coloridos, restaurantes exóticos, hasta librerías en donde se hallaban libros con distintos tópicos como: política, historia y además algo de brujería. Aquellos libros eran vendidos a diario por los múltiples visitantes que iban al pequeño pueblo, lo que la mayoría de turistas no sabían, era que muchos de los volúmenes que integraban la temática de brujería, contenían en su interior cierta página en blanco, que al ver justo a las tres de la tarde, el lector sufría una escalofriante muerte.
Los pueblerinos jamás comentaban esa peculiaridad de dichos libros, preferían callar antes de recordar aquella mañana gris del día jueves, cuando el pequeño Tom, asombrado por el cuero y los adornos brillantes que traían los distintos volúmenes de hechicería, se atrevió a jugar con cierto ejemplar de aquellos libros; sin saberlo y guiado por su inocencia, fue condenado por la coincidencia de la hora, justo cuando quería dibujar una casita en alguna de las páginas blancas encontradas en el interior del libro, lo que el no sabía era que sus cortos nueve años, llegarían a su fin justo el día 3 de noviembre a las 15 horas del año 1886…
Cuento número 8
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere un pajarito, por eso green peace prohibió que se vendan libros en escocia para salvar a todos los pajaritos, pero eso trajo también la falta de imaginación cuando la gente dejo de vender libros, entonces algunos más moderados llegaron a una solución, que en vez de prohibir la venta de libros, deben prohibir la lectura de libros de tres a cuatro de la tarde, entonces ahora los escoceses que viven en ese pueblito están adoptando un poco de la cultura latinoamericana y duermen la siesta a esa hora para no leer más libros y que los pajaritos sigan viviendo, el problema ahora está que los pajaritos cantan tanto que no los dejan dormir.
La moraleja, nos dice entonces que para cada problema hay una solución y cada solución trae un problema.
Cuento número 9
Del alma del lector que tiene esa desgracia simplemente brota un frío que le congela el corazón. No tiene explicación alguna este fenómeno, ni razón aparente para ofrecer libros con tales características. Una página en blanco antes del final representa la interrupción de una historia y de ninguna forma puede reanudarse sin cambiar por completo.
Pero he aquí el secreto: si el lector es capaz de escribir en esa página la parte perdida de la historia, habrase apropiado de ella, para convertirla en la suya propia. Por tanto, podrá contarla a su manera y decidir el final. Quién ha descubierto ese secreto se salvará de una muerte segura, pero con una sola condición: deberá dejar en ese libro renovado una hoja en blanco, destinada al siguiente lector.
Heme aquí escribiendo la página que salvará mi vida y que afectará la de aquel que se atreva a leer este libro. Ten cuidado, estimado lector de no toparte con una página en blanco al dar las tres de la tarde si no eres capaz de llenarla con tus propias palabras. Este libro no podrá ser nunca terminado tal y como es, pues la lectura que le des ya lo ha transformado.
Cuento número 10
Las dos veces que estuve en ese pueblo compré doce libros en un último intento desesperado por olvidarla. Leía bajo un roble, sentado en sus raíces y cobijado por su ramaje. Abracé la idea de morir en ese lugar, con un libro en las manos. Me pareció que su recuerdo merecía un homenaje en tierras lejanas y pletóricas de historias de coraje y sacrificio. La primera vez, los doce libros se terminaron antes de que pudiera siquiera encontrar esa página huérfana de palabras. La segunda vez me aseguré que tuvieran esas malditas páginas asesinas espiando en la librería el contenido de los volúmenes. Estos libros pasaron sin ni siquiera haber sentido un pequeño dolor de cabeza.
Al volver a casa, abandonado por la misma Muerte, la encontré esperándome en la puerta.
- ¿Por qué me ignoraste? - pregunté
- No te ignoré, te di tiempo para que conocieras el verdadero motivo de tu muerte.
- Pero…
- Lo lamento, son las tres de la tarde.
Cuento número 11
Un domingo frío de invierno Pascal no pudo vencer la tentación de releer
aquel libro. Serían las doce. Sabía que su enfermedad era incurable. ¡Que
mas daba antes que después cuando se sabe un final cierto…!.
La historia era de las que enganchaban, hablaba de rincones maravillosos,
de luces en paraísos perdidos, de noches de pasión sin límite y de paseos
al amanecer. Del amor y el desamor, de príncipes encantados de si mismos
y princesas que se sentían amadas como nunca.
De repente llegó a la página en blanco. Miró su reloj. Eran las dos y
media. Sin esperar un solo instante empezó a escribir, con letra menuda.
Lo hizo de sus sentimientos, de sus deseos, de ella. Casi sin darse
cuenta… se quedó dormido encima de las últimas letras escritas….
“La amaré eternamente…por siempre” ponía…
Como sin querer dieron las tres. Y Pascal sumido en los recuerdos de su
amada…murió.
…murió… sí…pero de amor.
Cuento número 12
Un encuentro súbito, Ruth con un libro bajo el brazo. El libro cae al suelo, se abre en medio de una página en blanco. Las doce en el reloj. Paolo recoge el libro, ve la página en blanco y ella mira su reloj de pulsera, horrorizada. Aliviada, se enfrenta a unos ojos verdes que la admiran. Toman juntos un café en la antigua estación.
Ruth habla a Paolo de todo menos del libro, y él lo mira con insistencia. Ella cae en la trampa de sus ojos y sólo puede empezar a leerlo. El contenido del libro no importa, sólo el ritmo de sus palabras, y Paolo se enamora sin oponer ninguna resistencia. Pero ella sabe la verdad, aunque no puede confesarla: compró el libro para morir a las tres de la tarde.
Ruth recita, Paolo mira a Ruth y ésta lee pendiente del reloj. Se acerca la página en blanco, una página menos, la vida se acaba. Dan las tres, la página llega, las luces se apagan y unos labios sellan su boca.
Las luces se encienden, Ruth está sola y el libro ha volado. Agradecida, vuelve a casa, a recomenzar su vida.
Cuento número 13
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere de amor.
Después de escuchar esa noticia en la radio, nos sentamos uno frente al otro, mirándonos en silencio, apenas con un mate pasando de mano en mano. Dos días estuvimos así, sin dormir, buscando en lo más profundo de nuestros corazones aquello que nos había unido hace ya más de treinta años. Finalmente, ella, que siempre fue la más decidida, se levantó y fue hacia la habitación. La seguí. En el mismo bolso verde que usamos en nuestra luna de miel colocó dos sacos de abrigo, su peine de carey y mis lentes. Yo busqué, en el primer cajón de la cómoda, nuestros pasaportes.
En dos horas aterrizaremos en Edimburgo. Pediremos a algún taxista que nos lleve a la librería más cercana. Cada uno elegirá un libro, cualquier libro. Nos sentaremos a leer en una plaza soleada. En algún momento nos miraremos, sonreiremos, entrelazaremos una vez más nuestras manos, como hacíamos antes.
Serán, en ese momento, exactamente, las tres menos cinco de la tarde.
Cuento número 14
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere... y no es casualidad.
Es la terrible venganza de una bruja, cuyo hijo único se quitó la vida un viernes santo, a las tres de la tarde. Este joven escribió la historia novelada de su amor no correspondido y su madre encontró el manuscrito junto al cadáver.
Enfurecida por el dolor, intercaló a las hojas ya escritas una en blanco para que quienes la vieran a las tres de la tarde pusieran en blanco su propio futuro y murieran.
Luego dejó el manuscrito en la puerta de la niña que su hijo amaba, buscando causar en esa familia el mismo dolor que sentía. Pero quiso la adversidad que un tercero encontrara el manuscrito y lo publicara, respetando la curiosa hoja en blanco que dividía el relato.
Todavía quedan unos cuantos ejemplares de esa edición y se venden como incunables, porque nunca volvió a publicarse aquella historia.
Si vas a Escocia, estimado lector, no compres libros antiguos. Y si en algo valoras tu vida, nunca te pongas a leer una novela de amor antes de tomar el té de las cinco.
Cuento número 15
-No me diga que usted cree en esas pavadas!! – dije sonriéndome
-Si que creo, yo estuve en ese pueblo, compré varios libros en lo del viejo Mathew ... y los tengo aquí mismo, quiere verlos?
-Claro, a ver – los examiné - pero ... son libros comunes, viejos, no tienen nada de raro, en este por ejemplo … ni siquiera encuentro una página en blanco ... – comenté con desilusión.
-Mi estimada amiga, para encontrar la página en blanco tendría usted que esperar a las tres de la tarde; yo nunca me he animado, quizás si usted quisiera intentarlo conmigo ... que dice? Se anima?
-Pero Blake!!! yo a esta altura me animo a cualquier cosa, ya no tengo nada que perder.
-Entonces la espero mañana a las dos y media, tomaremos un té y buscaremos la página en blanco a las tres en punto.
Ayer un inconveniente de último momento me impidió llegar a la hora de nuestra cita. A las tres y diez me encontré con la policía en la puerta de la casa de Blake. No quise verlo, me dijeron que tenía una mueca de horror y un viejo libro entre las manos.
Cuento número 16
"En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere...", contaba su abuela a Annie McLean, mientras juntas tomaban el té en su departamento.
Annie se miró en el espejo y observó a una linda joven; su cabello pelirrojo caía desordenado sobre su cara y cubría a medias las pecas que la caracterizaban. “Es un buen día para leer”, pensó, y caminó hacia la plaza.
Llevaba varias horas leyendo cuando se sintió observada. Un joven rubio, apenas mayor, la miraba divertido. Se sentó a su lado y al conversar los minutos se hicieron horas; sin pensarlo ni planearlo, se encontraron ahí cada día desde aquella tarde, de esa forma ella se enteró que su nombre era Walter Scott, y que con él compartiría el resto de su vida.
Annie había olvidado la terrible advertencia escuchada hacía tantos años de boca de su abuela, y leía sin importar día, hora o lugar de adquisición de su lectura. Él, que también conocía la historia, la cuidaba en secreto y procuraba regresar a casa a las tres menos quince, pero aquel día se retrasó. Asustado, llamó a Annie, pero no obtuvo respuesta; la encontró recostada en el diván, como dormida, pero sobre su pecho aún tenía un libro abierto… en una página vacía.
Cuento número 17
La mujer tomó el libro en sus manos, y mientras escuchaba la increible historia que narraba el vendedor, lo dejó caer en su cartera; su marido, del brazo, complacia sus gustos sin prestar atencion, mientras su mente volaba y se encontraba, en la fria Buenos Aires, junto a su verdadero amor.
Dias mas tarde la mujer puso el libro dentro de un sobre, y con trazos firmes y letras grandes, escribió el nombre de ella.
Y ella, enamorada recibió el sobre como una bendicion de su amado, y llamada por su ansia y su amor, se lanzó a una lectura que rapidamente capturó su atención, encontró sin embargo, una página curiosamente en blanco, y confundida trató de imaginarla, lo intentó mientras los dias pasaban, leyendo el libro varias veces, acortando asi las distancias con el reencuentro.
El regresó una mañana y al no encontrar respuesta forzó una puerta, halló a su amada recostada, con una sonrisa, el se acercó a ella y al pasar miró el reloj, que se habia detenido justo a las tres, como todos los demás relojes de la casa, sobre su cuerpo descansaba un viejo libro escocés, abierto en una página, curiosamente en blanco
Cuento número 18
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere, automáticamente, su capacidad de asombro. De repente la vida se convierte en un permanente pasar de situación en situación. En el mejor de los casos los agobian el cansancio y el aburrimiento. En el peor, pasan meses completos incapaces de sentir maravilla o susto.
Se conoce sólo un caso de muerte. Hubo, en la historia de los libros, las páginas en blanco y las tres de la tarde, una sola persona capaz de resignarse a una vida monocorde sin chistar. El resto de los afectados (que no son mucho pero han sido varios) estallaron, en algún momento, la coraza que los rodeaba.
Todos los recuperados retomaron sus sobresaltos cuando fueron capaces de asombrarse por su impasibilidad. No hubo llanto de queridos, alejamiento de amantes o nacimiento de hijos que quebrara el encanto. Dicen que, al volver, se les revela el gran secreto de la vida. Dicen que, para obtener ese conocimiento, hay que resignar por un rato la capacidad de asombro. Dicen… que no vale la pena.
Cuento número 19
Se rieron cuando leyeron la advertencia en la primera hoja del libro que compraron en su primer día de vacaciones. Se rieron como ríen los enamorados, cuando se encuentran cómplices entre la multitud. Con los ojos, con los labios, con el cuerpo.
Se encerraron en su habitación alquilada durante toda la tarde. Saltearon el almuerzo para seguir amándose, e hicieron caso omiso a la lluvia que caía sobre las piedras del jardín escocés.
El libro de poemas yacía sobre la mesa de luz. Él lo sostuvo en el aire, en un momento, y comenzó a leer. Un poema a la vez. Al azar. Ella reía en cada pausa, en cada verso, en cada instante que enrollaba sus brazos alrededor del torso desnudo de su amor.
Sólo las campanadas del enorme reloj de la sala de estar se sintieron en el aire. Tres repiqueteos, y una página en blanco. Una página asesina que sentenciaba el fin de las vacaciones. El fin de la risa. El fin del amor.
Cuento número 20
Allí vivía Walter MacLean, un fanático de la lectura. Podía pasar horas sin dormir, sin comer, por encontrarse ensimismado en su pasión . Es así que también por momentos olvidaba cuestiones esenciales como, por ejemplo, el dinero.
Esa tarde, Walter iba a estrenar un nuevo libro, que había solicitado por Correo. Estaba ansioso por disfrutarlo. Miró el moderno reloj de péndulo del living, y suspiró: Eran las tres en punto. Maldijo haber nacido en ese condenado pueblo con sus estúpidas y sobrenaturales reglas... Sus ansias iban a tener que esperar un poco más. Decidió entonces, hacer tiempo jugando algunos solitarios.
Luego de unas cuantas partidas, se sirvió un vaso de su mejor scotch. Se acomodó en su sillón favorito, bebió un pequeño sorbo, tomó el libro entre sus manos, y comenzó a devorarlo con los ojos.
Unas pocas páginas después, se encontró con la hoja en blanco, que lo miraba, desafiante. Sonriente, sabiéndose a salvo, miró el reloj para reírse de él y de su maldito pueblo.
El reloj marcaba las tres.
En ese momento la mucama entró al living. Observó al viejo Walter con desdén, y dijo:
"Ve lo que pasa, MacLean, por negarme el dinero para las baterías..."
Cuento número 21
Muy a su pesar, un ademán oscuro maniobraba incoerciblemente en cada edición, y penetraba los libros recién salidos del horno, incrustándoles las inmaculadas hojas malditas.
El azar retozaba en la hora mediana de la tarde, aprisionando a la vez blancura, ojo, y vida, perversamente. El sentenciado caía, sin siquiera sentir lo apacible de la ida.
Él descubrió rastros, ató aquél suceso con el Qué casualidad, indagó con las familias de las víctimas que ahora devenían noticia mundial.
Siguiendo un animismo respetuoso por la cábala y su pasión por el misticismo -viejas malacrianzas de adolescencia- escudriñó si el infortunio correspondía a la ubicación de la hoja desnuda y mortal dentro del texto. Constató que ninguna disposición lógica entre las páginas del libro homicida sugería serie alguna, ningún orden razonable que analizar.
Desdeñando esta oportunidad concedida a sus recientes obsesiones sobre tan extrañas muertes, barajó con deleite la más inconfesable: ¿Cómo sería…? ¿… si compruebo que no es la letra, como se ha oído, sino el vacío, lo que mata?
Un té, un reloj y un libro sobre el que descansaba el rostro sonriente de un pobre escritor, fue la escena que relanzó nuevas pesquisas. El oficial recogió del suelo una hoja en blanco y anotó los hechos.
Cuento número 22
Imagínense que ninguno de los chicos que recibieron la caja de libros en el Chaco sorteaba esa problemática. El embalaje de la caja se deshizo en sus manos ansiosas que esperaban la pronta aventura de “viajar con la imaginación”.
Eran las 14:50 hs. cuando daban punto de partida al Taller de lectura.
Los chicos ojearon los libros, saltando de página en página, buscando imágenes o dibujos que mostraran algo del maravilloso mundo soñado. La muerte les rozaba los ásperos dedos, habituados al trabajo; los ojos de los alumnos se fijaron sobre las mortales páginas perdidas. Letra por letra el envenenamiento comenzó a desarrollarse.
Ya las 14:59 hs., sonó la cálida voz docente:
-Van a ser las tres! Cierren los libros que hacemos la oración y siguen.
Despertando de un profundo estado de hipnosis los chicos pronunciaron la oración a Jesús Misericordioso que diariamente rezaban a las tres, hora de su muerte, esta vez con el especial propósito de agradecer los libros.
-Esta oración me tiene cansado, yo pensé que con esto de los libros hoy safábamos.- refunfuñó el mayor de la clase, que con el paso del tiempo leyó religiosamente cada uno de los libros que tuvo la pequeña biblioteca.
Cuento número 23
Desde el momento en que Sean me contó la historia vivo atemorizada. Me contó que existen los libros... pero no me dijo los títulos los autores.
Como soy muy amante de la lectura, muy enamorada de mi vida y por sobre todas las cosas muy, pero muy, miedosa, desde ese día leo tomando infinitas precauciones.
Tengo establecidos estrictos horarios de lectura, que respeto rigurosamente.
Leo de 13 a 14:55 (prefiero leer en vez de dormir la siesta) siempre con el temor de que el reloj esté atrasado y sean las 15... y yo no me haya enterado... y justo la próxima página sea la página en blanco.
Hasta ahora nunca me sucedió.
Lo que noto es que estoy perdiendo rápidamente el placer de la lectura.
Me estoy volviendo un poco paranoica, porque, además, me entran terribles dudas:
¿Las 15? ¿de qué país?
¿Qué huso horario que rige el destino mortal?
¿Cómo saber que el libro que estoy leyendo ¡Que para mi horror es en inglés! no lo compró algún viajero en algún pueblo de Escocia?
La página en blanco que encontré a las 14:10 ¿Será la única?
¡Mejor prendo la tele!
Cuento número 24
- Te amo.
Fue mas un susurro entre los matorrales que una declaración que, con el corazón brotando de los labios entrecerrados, se atrevía José. Antes la vio por primera vez en la biblioteca, y atraído por esa imagen angelical le siguió de cerca. Bastaron un par de dias para que el joven amara a la criatura, y José era astuto, y buen mozo, de modo que noto el rubor que teñia las mejillas de su amada y eso le lleno de fuerza… urdió un plan. Y asi, la bella en su leccion encontraba palabras tiernas. Al terminar el día ella cuidadosamente arrancaba del texto la pagina de sus ardores.
Como suele suceder en estos casos José aquel día esperó agazapado, para entregarle una pagina mas, atreviendo la declaración que inicia nuestra historia y pidiendo cita a las 3 de la tarde, ausentes sus protectores.
Pero fueron descubiertos. El padre de la doncella, ciego de furia levanto la mano contra la joven justo cuando lanzaba las miradas mas tiernas a José, el cual, al ver la imagen de su virginal amante golpeada brutalmente, se lanzó al furibundo aristócrata, y recibió de este un plomazo en el corazón.
Por eso dicen que en un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen, si un lector desemboca en esta página al dar las tres de la tarde muere.