
A veces el camino que emprendemos no es más que un atajo hacia algo mejor, aunque en el momento no logremos verlo y nos angustiemos pensando en que en esa senda deberemos permanecer más de la cuenta y contra nuestra voluntad.
Mi trabajo es algo de lo más tedioso.Me paso nueve horas sentada frente a un monitor, con auricular y micrófono, dispuesta a recibir y efectuar llamados, intentando vender un producto. Con mi compañero nuevo tratamos de pasar las horas jugando a que somos empleados de Mc Donald´s ofreciendo agrandar el combo por cincuenta centavos más, o acompañando el pedido con un rico sundae de chocolate. Ese es mi día laboral, que incluye doscientas escapadas al baño (como para estirar las piernas) y otro tanto en la terraza para fumar a las apuradas y ver un rayo de sol.
Por supuesto, que no se parece en nada a lo que yo soñaba para mis treinta y cinco años en el plano laboral.
Pero, como Dios existe, surgió la posibilidad de cambiar el rumbo.Así que me encuentro en una situación difícil, simplemente por el riesgo que implica dar ese paso.
Mi amiga S, con la que me reencontré hace algunos meses y a quien conozco hace 15 años, me propuso asociarme con ella para ejercer nada más ni nada menos que mi carrera.
La propuesta es altamente tentadora, porque hay un contrato que aguarda nuestra respuesta, y que implica ser personal contratado por la municipalidad, para organizar todos los eventos deportivos y culturales de acá a tres años.
La propuesta significa renunciar a tener aportes jubilatorios, seguro y todas esas cosas que se reducen a un respaldo que uno siente al trabajar en relación de dependencia, pero también implica ser libre, ejercer lo que me gusta y para lo que estudié y ganar el doble que en el empleo actual.
Así que ando debatiéndome entre la felicidad más absoluta de sentirme una profesional independiente, y la culpa por abandonar lo que no me hace feliz pero que me da una cierta seguridad (sobre todo, porque los contratos en política pueden quedar en la nada ante cualquier cambio de mandato).
Por otra parte, mi Americanito adelantó su viaje un mes y estaría llegando a mediados de junio, lo que me tiene por demás ansiosa.
Sin duda creo que aquellos que auguraron que el 2009 iba a ser mi año no se equivocaron, y que todo lo que a fines del año pasado y principios de este año parecía encaminarme hacia el más absoluto abismo, sólo fue un obstáculo más a sortear en el camino del aprendizaje.
Lo bueno, lentamente llega y se acomoda a nuestro lado para tomar una taza de chocolate caliente, mientras repasamos mentalmente los momentos en que pensamos que nada tendría solución.
La vida es una caja de sorpresas.Eso sí, hay que estar atentos y muchas veces, dispuestos a arriesgar...en lo posible, con un champagne enfriándose en la heladera.
¡Felices Pascuas para todos ustedes, querídisimos lectores y amigos!