Podríamos decir que no maduró hasta este nuevo milenio. Por supuesto había conciencia que las series podían ser de calidad y los ejemplos van desde ‘Yo, Claudio’ hasta ‘El prisionero’, ‘La Ley de los Angeles’ o ‘El abogado’, pero no se contemplaba el medio como una plataforma artística. Era la hermana pequeña del cine y las películas ya las pasaban suficientemente canutas para conseguir la etiqueta de séptimo arte. Pero entonces llegaron las series que tenían como objetivo ser muy buenas y que iban más allá del público (gracias, HBO) y la percepción cambió. ¿Y a qué viene este rollo? Pues que hay una obsesión por ser grandilocuentes, una de la que yo mismo participo.
Recuerdo que, cuando se estrenó ‘Los Soprano’, pasó a ser de forma automática la mejor serie de la historia de la televisión. Podía comprenderse el razonamiento porque no se parecía a nada de lo que hubiéramos visto por su temática, su dirección, su complejidad y su ausencia de tabúes. Con el tiempo hasta cobró más sentido con su influencia, que crearía escuela en HBO (¿o esa escuela la había comenzado ‘Oz’?) y la obsesión por los antihéroes. Pero la televisión fue prolífica y pronto llegaron rivales.
Pensemos, por ejemplo, en ‘The Wire’. Mientras se emitía en HBO pasó desapercibida y, cuando ya estaba terminando, se la comenzó a reivindicar gracias al mercado doméstico. De ella decían que era hasta mejor que ‘Los Soprano’. ¿Y qué pasó con ‘Mad Men’ y su maravilloso arranque? ¿Estábamos ante el mejor drama de la historia? Eso argumentaban muchos críticos mientras ‘Breaking Bad’ se cocía a fuego lento en la misma programación de AMC, llegando a la cima estos dos últimos años y suscitando otra vez el debate. ¿Era Walter White el mejor? ¿Es ‘Ozymandias’ la mejor hora de televisión que ha ofrecido la breve historia televisiva?
Hay tan poca perspectiva que al final los términos absolutos se han convertido en relativos. La crítica cinematográfica suele tener la decencia de hablar de grandes películas actuales sin sentir la necesidad de decir si son mejores o peores que ‘Ciudadano Kane’, ‘Casablanca’ o ‘Annie Hall’. Pero en televisión, como los títulos tampoco están separados por tantos años, es demasiado fácil caer en la comparación. ‘Breaking Bad’, ‘Mad Men’, ‘The Wire’ y ‘Los Soprano’ guardan muchas similitudes y uno puede dejarse llevar por el recuerdo, por el furor del visionado actual, por las escenas de impacto o la importancia de anticiparse a la moda. Según como se mire, cada semana podríamos argumentar que es una serie distinta.
Todo esto, que conste, lo digo desde un punto de vista muy concreto, el de la crítica norteamericana. Porque, como ya sabéis, aquí siempre defiendo firmemente que ‘The Good Wife’ podría ser la mejor como también lo pueden ser todas estas. ¿Por qué tiene que perder puntos una serie por ser tan televisiva, por entender que una hora puede tener un esquema (los casos) y a la vez servirse de él para desarrollar los personajes y las demás tramas? Por esto ‘The Good Wife’ podría ser la mejor, independientemente de su ausencia en los Emmy (por esta regla de tres, la mejor sería ‘El Ala Oeste’ por delante de ‘Los Soprano’).
Y, sin embargo, si me hubierais encontrado hace cinco años, hubiese argumento que ‘Friday Night Lights’ merecía este honor. Tampoco me hubiera atrevido a llevar la contraria a quien dijera que la mejor era ‘The Wire’. Así que, si alguien me pregunta cuál es la mejor serie que he visto, prefiero decir estas tres de golpe. Por suerte tienen conceptos, estilos y mentalidades distintas y compararlas, aparte de doloroso, resulta injusto.