Mostrando entradas con la etiqueta The Secret Life. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta The Secret Life. Mostrar todas las entradas

martes, 14 de febrero de 2012

El verano en invierno

Los veranos, aparte de servir para ponerse al día con las series y hacer maratones con algunas joyas que habíamos tenido en la recámara, también sirven para ver otro tipo de ficción. Una ficción más ligera que, al no tener excesiva competencia por parte de las networks, consigue darle a los canales de cable sus mejores datos del año.


No es casualidad, por ejemplo, que la HBO decidiera emitir True Blood en verano a partir de la segunda temporada después de ver qué clase de serie había acabado siendo (algo que diría que nadie tenía muy claro aparte de Alan Ball). Y el boca oreja le sirvió para crecer y reinar durante tres años consecutivos. No obstante, las dos cadenas que suelen aprovechar más la estación seguramente son los canales USA Network (Burn Notice, Covert Affairs, White Collar, Royal Pains) y ABC Family (Pretty Little Liars, The Secret Life, Switched at Birth).


En el caso de USA Network, que envidia mucho su hermana mayor NBC, la receta del éxito se basa en una fórmula que han extendido por toda su parrilla y que podría calificarse de ‘procedimental de verano’. Su eslógan de ‘Characters Welcome’ era una falsa declaración de intenciones pues su secreto es saber hacer balance entre casos de poca monta y unos personajes simpáticos pero sin demasiados hervores. Mientras que el de ABC Family se basó en buscar el mercado mientras la CW estaba de vacaciones con productos que no interesaban a nadie y dirigiendo sus series a un público más familiar (y menos frívolo pseudoadulto como el de CW).


En los últimos años, ambas cadenas han intentado trasladar sus éxitos al otoño y al invierno para dar algo más de vida a su programación, muy pobladas de reposiciones de programas propios y ajenos y películas, y abrirse camino entre las networks, ahora que está bastante claro que el pastel no se lo comen sólo ellos. Sin embargo, la operación no les ha funcionado del todo bien y, lo que arrasa en verano, no necesariamente lo hace en invierno.


Para empezar, la competencia no es la misma y series como Burn Notice y Royal Pains, minas de oro durante los meses calurosos, han sufrido bajones de hasta el 50%, al igual que Switched at Birth, la serie revelación hace medio año. Pero también hay otro factor a tener en cuenta, que es una teoría de cosecha propia: durante la temporada invernal, el listón del espectador también cambia.


Una cosa es seguir los líos familiares muy blancos de una adolescente sorda y otra rebelde que fueron intercambiadas al nacer durante el desierto creativo de julio y agosto, y la otra es seguirla ahora que hay buenas series en emisión a patadas. Y tampoco es lo mismo seguir a un médico de los Hamptons cuyos casos tienen menos gracia que una patada (perdón por la repetición) cuando están en programación otros procedimentales con más presupuesto y unos diálogos más adultos.


Claro que, rompiendo una lanza a su favor, también es verdad que las series de USA Network sufren bajones durante el invierno pero suelen recuperar el público en verano (que sean cero complejas tiene sus ventajas) y que a menudo superan grandes apuestas del cable de invierno como Justified (FX) y Southland (TNT). Por no hablar del caso de ABC Family, cuyas series originales como Pretty Little Liars, Switched y The Secret Life están superando en audiencia la parrilla entera de la CW, con la excepción de The Vampire Diaries, su única serie competitiva.

miércoles, 27 de abril de 2011

La vida secreta de la caspa

No es oro todo lo que reluce, ni es bueno todo lo que se pare en el otro lado del norte del Atlántico. No hablo de diálogos, interpretaciones y efectos visuales, que eso cualquier teléfilo ya lo sabe. Me refiero a esa factura visual que muy a menudo echamos en falta en las series autóctonas y que está presente en casi todas las series norteamericanas (de aquí que incluso su mierda huela mejor). Y digo ‘casi’ porque no lo son todas. En el mundo del cable, del que aquí solamente se habla para alabar joyas como Mad Men, Lights Out, Battlestar Galactica o The Closer, hay series que juegan en otra liga, mucho más regional y con muchos defectos compartidos con la ficción española más casposa.


Me refiero a esas series cuyas discotecas tienen cuatro gatos mal coordinados porque no hay presupuestos para extras, cuyas actrices tienen menos recursos que una actriz porno y que encima tienen una factura visual muy justa, más propia del mundo de las soaps (que ahora parece que está acabando) que de un producto de la meca de la televisión. Todo tiene que ver, por supuesto, con la falta de dinero. No todas las cadenas pueden permitirse series cuyos episodios sobrepasan (en muchos casos con holgura) los dos millones de dólares y, en el caso de estas hijas inferiores de la tele, se nota la falta de tiempo a la hora de planearlas.


The Secret Life of the American Teenager es uno de los más claros ejemplos. Tiene menos decorados y exteriores que Friends (que jugaba en otra división, la de las sitcoms), los diálogos se recitan prácticamente a cámara (y sospecho que muy a menudo con algún becario pasando cartulinas con el guión) y pocas veces hay algo natural. Pertenece a ese mundo oculto donde la caspa está en todo plano y donde también se piensa que “lo que importa no son las formas siempre y cuando conectemos con nuestro público”, mandamiento por antonomasia de la televisión española, que así sigue a años luz (y Crematorio no sirve de ejemplo, que es excepción).


The Secret Life es una serie donde únicamente se habla de sexo y donde nadie se atreve a decir nada remotamente parecido a fuck y no porque sean románticos o porque la reglamentación impida decir este taco en abierto. La cuestión es que una señorona ñoña como Brenda Hampton no puede soltar eufemismos un tanto soeces como haría todo hijo de vecino de diecisiete años y sus chicos se pasan todo el día hablando de “tener sexo”, sin variables ni variaciones pero sí consecuentes embarazos, en algo que si fuera de carne y huesos podría calificarse como la primera comedia sexual de Disney (que para algo ABC Family es de quien es). Y lo mejor es que en sus inicios la odié por cristianófila (que lo es) y por querer adoctrinar con el celibato cuando al final ha acabado siendo un festival anarcosexual para todos los públicos (e igualmente muy, muy rancio). El alegato contra el aborto sigue ahora que la guarra del instituto tiene un bebé en el horno (¿existe esta expresión en castellano?) del judío bonachón que está obsesionado con casarse con todas las preñadas del instituto. Pero lo mejor son otros apuntes ilógicos y más cachondos como la deriva de la cheerleader, la santa que llevaba el anillo de castidad en el dedo y que ahora le explica a su madre que ha tenido sexo oral (eso de la confianza madre-hija se paga caro), la hermana de la protagonista que está obsesionada con ligarse y llevarse a la cama al padre de su sobrino, o los hilos argumentales cómicos alrededor de las pruebas para las enfermedades sexuales. Todo expuesto de forma muy blanca, aunque pueda parecer un oxímoron.


Y The Secret Life, por mala que sea, tiene un público. No hablarán de ella por estos lares como sí se hace con Gossip Girl, pero dio visibilidad a una cadena y de allí Calvin Klein ha sacado modelos para vender su ropa interior. Para que los acomplejados vean que no todo lo que sale de allí vale la pena, aunque sean productos tan y tan y tan malos (en todos los aspectos) que hasta hacen gracia (en lugar de dar vergüenza ajena).