Lo peor del asunto es que estos casos no son precisamente aislados. Sin ir más lejos, la semana pasada nos dejaron claramente insatisfechos con el final de Life, que por apañado que fuera igualmente nos dejó con la duda de quién planeó la conspiración contra Charlie Crews, y hace pocos meses hubo un caso ya de cariz delictivo, cuando Sexy Money se despidió definitivamente con un cliffhanger con una alta dosis de mala fe. Gran mérito el de la ABC, que nos dio una paliza a la audiencia y encima nos tiró a la cuneta con el coche en marcha.
La parte ejecutiva del asunto la entiendo: si una serie no funciona, como empresarios deben hacer salir las cuentas a final de mes. Pero ¿y el respeto a los consumidores? Quizá, a diferencia de muchos otros negocios, el consumidor no paga directamente a la empresa, pero por otra parte es quien le da poder a la hora de cobrar la publicidad. Además, ahora que existe el mercado del DVD y del Blu-Ray, casi toda ficción se acaba vendiendo y en las estanterías hay series como Cashmere Mafia que cuentan con pocos episodios, sin final y sin advertencias en la carátula.
Pues, de momento, ya sea por falta de ganas, de previsión o simplemente de respeto, ya hay unas cuantas series fusiladas sin perdón. Este año los seguidores de Kyle XY, que siguieron durante tres temporadas al niño probeta, se quedaron con un pam de nas, al igual que los de Sexy Money y Life. Pero hay muchas más experiencias traumáticas: los legionarios de Veronica Mars tendrán que recordar para siempre a su chica esperando en medio de la lluvia; los de October Road se quedaron sin saber quién era el padre de Sam (menuda cagada esto de empezarla este verano); y yo aún tengo secuelas de la accidental season/series finale de la canadiense Odisea 5, mi primer encuentro con la ciencia ficción.
¿Y vosotros por culpa de qué serie tenéis que ir a terapia?