En una de las jornadas de fotografía en las Marismas del Odiel (Huelva), mientras esperaba dentro del aguardo a que amaneciese para hacer fotos los patos y limícolas, algunos flamencos pasaron en vuelo sobre la zona en la que me encontraba y tuve la suerte de poderlos capturar en vuelo. La luz era perfecta para lograr siluetas, ya que el sol aún no había salido por el horizonte.
Para los que vivimos en el interior peninsular, los flamencos nos resultan aves bastante exóticas, cuya aparición suele ser esporádica. En Extremadura se dejan ver con más frecuencia durante la dispersión postnupcial en algunas zonas húmedas (Embalse de Los Canchales, Lagunas de La Albuera, por ejemplo), a veces en pequeños grupos y con más frecuencia ejemplares aislados. Así que cada vez que viajo a zonas de marisma disfruto enormemente observando y fotografiando esta especie, tan desproporcionadamente bella. Durante los días que estuve haciendo fotos el pasado mes de octubre en las marismas del Río Odiel y de Isla Cristina-Ayamonte, no esperaba que entraran en los lugares donde suelo colocarme, aunque en ocasiones pasaban ejemplares en vuelo bastante cerca. Pero la última jornada me sorprendieron gratamente. Llegué completamente de noche a la marisma y mientras esperaba a que fuese amaneciendo, me emocioné al descubrir sus difusas siluetas moviéndose en el agua, bastante cerca de donde me encontraba. Contemplar estas aves iluminadas con las primeras luces del día fue todo un espectáculo, no sólo por su colorido y su estilizada figura, sino por su incesante actividad, moviéndose de un lado a otro removiendo el fondo con sus picos. Los estiramientos o las pequeñas peleas entre ellos hacían que mostrasen en ocasiones el intenso colorido de sus alas, aumentando aún más los contrastes.
Intenté situarme lo más próximo posible al nivel del agua. Para ello y a falta de otros recursos, me senté en una silla de playa dentro del agua hasta un poco por encima de la barriga, coloqué delante el trípode con la cámara y después me cubrí con una red camuflaje, arropado en lo posible por la vegetación de la orilla (unas matas de atarfe). Pese a la improvisación, el aguardo funcionó muy bien y las aves se acercaron sin recelar. Sólo eché de menos el peto de neopreno (que hasta a mi me pareció un exceso meterlo en el equipaje de las vacaciones….), así que espero que las sales y los limos de las marismas tengan propiedades medicinales y sean buenas para el reuma.