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martes, 7 de diciembre de 2010

La noche cae sobre el Castillo de La Encomienda


 Castillo de La Encomienda o de Castelnovo
Vegas Altas de Guadiana, Villanueva de la Serena (Badajoz)
Nikon D300 +Tamron 18-50mm (ISO 200; 1/500; f13; medición puntual)

De regreso a casa después de disfrutar con un montón de amigos en el II Festival de las Grullas, no tuve más remedio que parar a hacer esta foto del Castillo de La Encomienda, aprovechando las últimas luces del día y las primeras oscuridades de la noche.

El Castillo de La Encomienda o de Castelnovo está emplazado en una modesta elevación de afloramientos de cuarcita, dominando sobre las fértiles vegas del Guadiana y de los ríos Ruecas y Gargáligas. Desde sus almenas se divisan las sierras de Montánchez y Las Villuercas en el horizonte y la sucesión de sierras que delimitan los ondulados campos de comarca de La Serena.  Justo a sus pies, el Guadiana y el Zújar se funden para siempre en un único cauce.

Alrededor del castillo hay otros cuatro  pequeños cerros (Cerro de la Serrezuela, Cerro del Acebuchal, Cerro de la Barca y Cerro de la Silla) y aunque todos ellos son de mayor altitud (entre 300 y 354 m), sus pobladores debieron elegir este emplazamiento por razones prácticas o estratégicas. En algunos escritos se asegura que fue edificado sobre las ruinas del castillo musulmán de Mojafár, aunque otros sitúan dicho castillo en Tamborrío, el punto más alto del Cerro de la Serrezuela y del que sólo quedarían restos que el tiempo y el hombre no han respetado. El castillo que vemos actualmente fue construido por la Orden de Alcántara, siendo sede y residencia de los Comendadores de dicha Orden y contando con diversos añadidos contemporáneos.

En el mapa a escala 1:25.000 se puede ver la ubicación de los cerros que rodean el Castillo de la Encomienda (tomado de SIGPAC)

Ver Castillo de La Encomienda en un mapa más grande
Ampliando el mapa se aprecia ese carácter de "isla" de estos cerros rodeados por un mar de cultivos de regadío

Estos cerros aún conservan la vegetación que antaño cubrió gran parte de fértiles vegas de la cuenca del Guadiana, manteniendo algunas manchas de dehesas, densos acebuchales y pastizales naturales dominados por la retama, que pudieron salvarse de las parcelaciones por encontrarse por encima de la cota de riego. Fueron mudos testigos de cómo los terrenos circundantes, casi hasta donde la vista alcanza, se transformaron progresivamente en cultivos de regadío con la llegada del “Plan Badajoz”, convirtiéndose por ello en auténticas islas de biodiversidad. Una de las innumerables dehesas que fueron taladas para dar paso a la agricultura fue la “Dehesa de la Encomienda de Castelnovo”, un encinar que rodeaba el castillo y se extendía sobre algo más de 2100 ha en las inmediaciones de Vadivia (uno de los llamados “pueblos de colonización” edificados para asentar a aquellos que luego trabajarían las nuevas tierras de regadío.) Si ahora nos parece espectacular el castillo y su entono, ¡qué podríamos decir si hubiésemos conocido todos estos parajes cubiertos de encinas!

Desde la ventana de mi casa en Villanueva de la Serena, donde viví hasta los 18 años, se podía ver el Castillo de la Encomienda emergiendo entre el Cerro de la Barca y el de la Serrezuela, luciendo los tonos grisáceos de su mampostería. Este referente histórico hizo que mi imaginación se entretuviese muchas veces intentando recrear el paisaje de estas tierras siglos atrás,  convirtiéndose a veces en un complicado ejercicio debido al cambio tan radical que sufrieron tantas miles de hectáreas y a las pocas referencias que quedan de su pasado natural sobre el terreno.