mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

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lunes, 7 de septiembre de 2015

TARTA TIPO CASADIELLA CON COMPOTA DE MANZANA



Hoy os sugiero una tarta muy asturiana, pues está elaborada con los ingredientes de las casadiellas típicas de nuestra tierra. Como cada 8 de septiembre, la Santina nos llena de asturianía y nos bendice desde su santuario.
A ver si os gusta y que seáis muy felices, ahora y siempre.



Un texto de A. G. Ovies

TODO ATRÁS

Aurelio González Ovies
Marchar, sin saber el color verdadero de los ojos de Dios, sin haber comprendido la rutina del sol ni por qué se suceden sin fin las estaciones. Sin advertir qué anhela la sed del oleaje o por quién llora el sauce, por quién se enerva el fuego. Marchar sin discernir quiénes somos realmente, quién nos ha convocado. Sin apenas un día dedicado a escapar de la costumbre ni haber sabido asir del peso del silencio. 

Irse sin decidir la hora de partida ni conocer el sesgo del camino. Sin haber indagado el verdor de los campos o la noble apariencia del paisaje y la nieve. O el cuándo de la lluvia. O el porqué de la hermosa presencia de los fresnos. Sin tan siquiera haber interpretado bien la timidez del cardo y del erizo. Ni haber erradicado la amenaza y el miedo.

Irse sin haber encontrado la respuesta certera a tantas cosas: ¿quién diseña los pájaros, quién descorre el cerrojo de la mansión que ocupa la galerna? ¿Por qué llaman futuro a tan gran retroceso? ¿A quién le deberemos el dulzor de los frutos y la fresca estructura de la brisa? ¿A quién la imaginaria estría del horizonte? ¿A quién el contenido de los gestos? ¿De quién es nuestro envés incognoscible? ¿De quién la oscura culpa que a veces nos anega? ¿Por qué se hace tan arduo e imposible llegar a ser sencillo como un pétalo?

Separarse, quizá, sin ocasión alguna de estrechar un abrazo y encontrar la manera de mirarse a la cara y agradecer la inmensa compañía y el amor tan honesto. Sin haber reparado decepciones y angustias ni desandado historias que hubieran merecido un desenlace mucho más intenso. Sin ni siquiera haber cerrado nuestras puertas ni agotado el cariño ni puesto a buen recaudo sensaciones, principios y recuerdos.

Dejar atrás la tarde, sin haber descifrado la verdad de su luz ni respetar a fondo las alianzas humanas ni haber asimilado la menta del dolor. Alejarse del vasto esplendor del verano y no poder tumbarse jamás en sus orillas. Desprenderse de todo aquello que es memoria intransferible, intimidad que cerca nuestro propio universo.

Partir tras haberse incendiado de amor algunas noches y haberse concebido, por un instante, eterno. Y sin haber vencido la avaricia, el orgullo, la envidia, la saña y el desprecio. Sin haber superado el salvaje complejo de matar por matar al semejante. Sin llevar con nosotros, como esperanza mínima, las señas de los muertos.

sábado, 2 de mayo de 2015

TARTA DE QUESO SIN HORNO, de los 70 y muy fácil



Sin más: felices días a todas las madres. Os dejo una tarta de queso que hacía la nuestra y que nos prestaba mucho.


Un texto de Aurelio González Ovies:

HA VALIDO LA VIDA
Aunque sólo haya sido por aquellos veranos tan extensos y calmos al lado de vosotros, Cabo de Peñas, Viodo, acantilados, lanchas, Bañugues, caladeros, faro, niebla, nordeste, ha valido la pena este corto camino que aún recorro. Han valido la pena los días que pasamos creyendo que la vida sería azul y diáfana como, a veces, la mar y la altura del cielo y el contorno de agosto. Han existido. Fueron. Y aunque no quede nada, han sido más que todo. Han sido todo en mí el musgo y las gaviotas, las pozas y el salitre, las redes y el olor a carnada y escamas, a nasa y a horizonte, a calor y a ocle seco, a galipote y fondo. Por eso creo en firme que jamás volverán, por buenas y distintas que sean las de ahora, jornadas tan intensas, instantes tan hermosos.
Aunque tan sólo fuera por aquellas mañanas en las que despertaban los manzanos en flor y fuimos tan dichosos con un café y un cómplice silencio que hablaba por nosotros. Por los muchos momentos en que no existe algo tan necesario y grande como que existas tú, por más que nos transformen los hechos y los años, por mucho que nos pesen desengaños y escollos. Por aquellos encuentros en plena primavera, entre brezo y genistas, jóvenes como éramos y tan enamorados, brillantes e imparables, convencidos, sin miedos, de que el mundo era nuestro porque mundo y amor lo urdíamos nosotros.
Aunque os haya perdido igual que el árbol pierde su verdor en otoño, simplemente por ser tanto tiempo quien fui, carne de vuestra carne, aquel niño feliz que buscaba sin tregua renacuajos y grillos y botaba en los charcos naves de ingenuidad y papel de periódico. Por haberos tenido tan cerca y de verdad y haberme dado siempre emoción y conciencia, libertad y cariño, para que mis dos manos agarraran seguras y miraran al frente sin límites mis ojos. Por haberme amparado con abrigo de muro. Aunque hayáis partido, permanecen en mí, intactos, vuestros gestos. Es mío su pasado. Tan mío y tan lejano como humilde y grandioso.
Aunque deba marcharme y dejaros atrás, faro, Bañugues, Viodo, nordeste, acantilados, ha valido la vida este breve camino que aún recorro. Habéis de estar conmigo dondequiera que sea, más allá de este ámbito. Estaréis y estáis en cuanto pienso y sueño. En cada paso dado, en cada verso escrito, os recuerdo y os nombro.
© Aurelio González Ovies
(La Nueva España, 29-04-2015)

lunes, 8 de septiembre de 2014

TARTA DE MANZANA FÁCIL Y ECONÓMICA


Día de Asturias, de nuestra Santina... Con un calor muy poco usual en estas tierras del Norte, felicito a todos los asturianos, especialmente a los que se encuentran fuera de la región y lo celebro con esta tarta. Muy fácil y económica, ya lo veréis.
La receta es de mamá, de las que tengo recopiladas, escritas con una caligrafía rápida y descuidada en cualquier papel que tenía a mano en el momento de copiarla... Me llegan al alma.
Buen resto de verano y perdonad si no contesto a vuestros comentarios siempre cariñosos: no tengo apenas tiempo en estas últimas semanas. Días mejores vendrán. Besinos a todos.

.


Un texto de A. G. Ovies publicado en La Nueva España:

Escena acostumbrada

Imágenes de los últimos días del verano.


La puerta abierta como está siempre. La alfombra puesta sobre el balcón. El pescadero chifla a lo lejos. En los sanjuanes ropa tendida. En las aceras, el ocle al sol. Huele a salitre el aire cálido. Todo está quieto como en la muerte. Todo palpita, pero en silencio. Entra septiembre, mas hay calor. Sabe a manzana esta luz mustia. Aún no tenemos clases de tarde ni libros nuevos ni obligaciones. Es mediodía. Mi madre friega, arrodillada sobre una esponja, la piel gastada de las baldosas. Lejía y jabón. Y mientras deja por el pasillo páginas sueltas de unos periódicos, canta en bajito esta canción:

A las entradas de Barcelona / había una niña como un jazmín / bordaba flores y margaritas, / bordaba rosas para Madrid. / A los quince años solita quedó / bajo el amparo de un mal hermano / que era un borracho y un jugador. / Y un día estando solitos los dos / hacia su hermana se dirigió: / por tu cariño me vuelvo loco / y tu marido quiero ser yo. / La pobre niña muy asustada / se dio la vuelta y le respondió: /antes prefiero mil veces morir / que tú, mi hermano, manches mi honor; / antes prefiero mil veces morir / que de un hermano gozar de amor. / Al oír esto el malvado aquel / sobre su hermana se abalanzó, / metió la mano en el bolsillo / sacó un revólver y la mató.

Ella no sabe que la escuchamos. Mira y se calla y nos repite que no cantemos ni recordemos lo que cantó. Que es una historia que le sonaba de cuando niña. Que es como un cuento, una leyenda. Que no es verdad.No sucedió. Que es un romance que repartían los mutilados que se sentaban donde la plaza, a llorar hambre y pedir limosna, con una lata y con un cartón.

La casa limpia como está siempre. La pota hierve sobre el fogón. Una escudilla con higos nuevos. Y unos recibos allí incrustados entre los marcos de la alacena circunvalada por un cordón. Suena en la radio un noticiario. Y a cada rato el mismo anuncio: 'Tulipán Negro'. Las emisoras se van a veces y surgen ruidos como lejanos. Los platos listos. La mesa puesta. Agua del pozo en el porrón. Brotan tempranos los crisantemos. No se me borre nunca la imagen de esta cocina tan poca cosa, pero tan nuestra como la ropa con el aroma de noche fría, leña y carbón.

domingo, 15 de junio de 2014

TARTA DE CHOCOLATE PARA MARITA



Publico otra recetina. Me gustaría disponer de más tiempo para hacerlo más a menudo, pero las actividades del día a día no me lo permiten tanto como quisiera.

Hace unos días nuestra amiga Marita cumplió años. No podía faltar su tarta, de ninguna manera. Nos reunimos las amigas de siempre y pasamos una tarde de risas y complicidad. Bueno, en verdad, también de risas y ´farturas´: empanada de pulpo, bonito, carne. Jamón, queso, tortilla de patatas, bollines de crema, negrito, chocolate y la tarta que os dejo... Y lo mejor de todo, conversación, alegría y cariño.

Estos son los momentos que nos deja la vida para el recuerdo y que, por encima de todo, merecen la pena. Gracias, amiga, por hacerlos realidad. Sabes que te queremos.

La receta del bizcocho de chocolate es de mi amiga Anun, del curso de pastelería.

El corte del la tarta, en plena celebración.

Marita
Un texto de A. G. Ovies
UF 

Detesto a cada instante los poses y las máscaras. Detesto los sofistas de por siempre 
y a diario. Me cansan los discursos simulados e inanes ¡Cuánto nos cambia el tiempo! 
Yo desprendía paciencia y gran capacidad de tolerar diatribas y simplezas, de 
interpretar ambages, de disculpar corazas. ¿A qué se deberá esta retrocesión? ¿Será 
cuestión de haberme callado de continuo; de reprimir las ganas escapar a menudo 
de donde nada hacía? ¿De no haber dicho a tiempo lo que en verdad pensaba? ¡Cómo 
nos desfiguran la ingratitud y el tedio! ¡Cómo nos traicionan los años y el descrédito 
y la proximidad que no respeta límites y el trato interesado y la falsa distancia! 

Ya no me satisface derrochar una tarde en cimentar proyectos que me suenen a 
humo ni aceptar promesas que me huelan a agua. Ni cambiar mis propósitos por 
citas infecundas. Ya no me dicen nada los seres que me obligan a querer con cadenas. 
Ni tampoco los nombres que apenas te recuerdan, más que en aniversarios o en los 
grandes eventos o en la necesidad o en el frío diciembre o en esas convenciones en 
que te ves más solo que cuando te ves solo (pero estás en tu casa). Ni encontrarme 
con egos que se aplauden y cuentan lo que han llegado a ser y lo que hubieran sido 
y lo que el propio mundo no sería sin ellos. Y hablan y hablan y hablan. 

No puedo con las prédicas ni los protagonismos. Ni con cínicos modos de proceder 
a veces. Ni con sartas de excusas innecesarias. Ni con acusaciones sospechosas. Ni 
con los que se tildan de sinceros. Ni con los que envenenan aquello que no atrapan. 
Ni con los que se quejan de todo a todas horas. Ni con todos aquellos que no saben 
estar a no ser si hay carnaza. 

No soporto las masas ni las concentraciones. Ni pandillas frecuentes como en la 
adolescencia. Ni esa contrariedad llamada envidia sana. No creo en los consorcios 
que rotan con chantajes. Ni en cenáculos místicos. Ni en las celebraciones de los que 
rezan juntos o coinciden los martes cuando sacan su perro. Ni en los 
hermanamientos de mentira. Me quedo con los míos. Con los que no me exigen 
porque no les exijo. Con los que me comprenden con un gesto tan solo. A los que yo 
adivino con la simple mirada. Me quedo con los que abren sus brazos a mi paso. Con 
los que son a mí como el amor al que ama. 

© Aurelio González Ovies 
 La Nueva España, junio 2014

sábado, 3 de mayo de 2014

TARTA CON BIZCOCHO DE AVELLANA



                                   Foto: Versonajes.Aurelio Gonzalez Ovies

                                      Gracias Rosa, gracias Laura. Poema de A. G. Ovies, Versonajes.

Hace tiempo que no publico... Hoy me apetece mostrar la tarta que hicimos mi sobrino y yo para nuestra hermana. Le puso tanta ilusión y ganas que contagiaba entusiasmo. El bizcocho es el de la tarta asturiana del libro de María Luisa García, estupenda cocinera de nuestra región, a la que nuestra madre le tenía mucho respeto y admiración. No pongo el corte, lo incluiré uno de estos días, mañana será  sorpresa y postre.

Os deseo un buen día a todos y, en especial, a los que tenéis la suerte de poder compartir mesa con vuestras madres. Nosotros la sentiremos a nuestro lado, como todos los días.

Nos gustó mucho.

Nuestra madre


Un poema a todas
las madres que existen,
a las que nos peinan
y a las que nos visten.
Un poema a todas
las madres del mundo
porque hacen milagros
de un guisante crudo.
A las que aunque estén
con fiebre y anginas,
nos fríen abrazos
y asan sonrisas.
A las que de siempre
nos quieren ya tanto
que rebosan sueños
mientras tragan llanto.
A las que del pez
fiero de la vida
nos sacan la carne
y comen la espina.
A las que envejecen
con grietas y grumos
de exprimirse a diario
para hacernos zumos.
A las que ya están 
sobre nuestra cuna
borrando la noche
y pintando lunas.
A las que nos cubren,
defienden y abrazan
incluso si duermen,
incluso si faltan.
A las que los años
casi se les pasan
entre planchar fuerzas
y limpiar la casa.
Un poema a todas
estas siemprevivas
que sirven de fuelle
y aguantan de viga.
Un gracias a todas
estas madres nuestras
que son cocineras,
modistas, maestras;
y adornan bizcochos
o administran cuentas
y trenzan toquillas
o zurcen sorpresas.
A las que aún están
o son ya estrellas.


lunes, 10 de marzo de 2014

TARTA DE LA CAZONERA, CARDO (Con patatas)


Hoy una receta de las de toda la vida en la Cazonera, casa de mi amiga Ana, en la parroquia de San Martín de Cardo, en Gozón. Es la tarta que se preparó siempre para las fiestas. La hacían por triplicado y así tenían tres hermosos postres con los que agasajar a los muchos invitados que siempre se reunían para celebrar el patrón. Lo de utilizar patatas en el relleno me parece muy curioso. La preparé tal cual, aunque la almendra se la puse casi en granillo, para encontrar trocinos, pero la próxima que haga la trituraré más, fiel a la receta. Gracias Ana, está muy rica.


Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España, 5 de Marzo 2014


Me siento a contemplar esta tarde tranquila de domingo que acaba. Son las seis, pero advierto que oscurece de pronto. Los magnolios quizá no sientan como yo esta luz fugitiva y tan escasa. La ciudad es la misma que cruzo día a día, pero un sigilo extraño la dota de una falsa perspectiva. Todo en mí pide voz. Hoy respiro palabra. Regresa una familia del campo con su perro y sus niños. Traen cestos con berzas y ramos de narcisos. Traen bolsas con restos de comida, con mendrugos de pan y trozos de empanada. Los pequeños, manchados de verdín, han caído rendidos. Recuerdo cómo huelen estos lentos domingos de primeros de marzo. Algo vuelve a punzarme entre la realidad y los hilos del alma.
Todo en mí es tosquedad. Desconozco qué soy, la piel que me acoraza. ¿Si mis ojos miraran de manera más agria este cielo que ofrece matices tan humanos, me dolería la vida tan hondo como ahora? ¿Me dan significado estos prunos floridos que, tal vez, menoscabe una nevada? ¿Perduran frente a mí? ¿Si no viera belleza en todo lo que observo sería menos intenso el necesario adiós? ¿Qué percepción mantengo de cuanto me rodea? ¿Por qué no entiendo el todo sin atisbar la nada?
¿Qué les duele a mis manos cuando rozan tu carne? ¿Qué tocan, como temblor de otoño, disperso por tu espalda? ¿Qué habita en ti tan parecido al humo? ¿Por qué te auguro lejos? ¿Eres acaso el tiempo que no he de concluir? ¿Si no estuvieras tú, la oscuridad cabría en lo ancho de la noche? ¿Cuánto dilataría la distancia? ¿Soy sin ti lo que no sé que soy? ¿Me marcaría tanto tener que abandonar los lindes de tu nombre? ¿Tener que no escuchar tu gozo entre el fulgor de la mañana?
¿Y mi boca, qué halla protegido en tus labios? ¿Cuándo sale a tu encuentro, qué la lleva hacia ti? ¿Qué le dicta en silencio tu pasión a mi ser? ¿Con qué fuego lo llama? ¿Cuánto te debo en todo? ¿Por qué no advierto el día antes de comprobar que sigues a mi lado? ¿Qué me impide desgranar lo presente sin más temor ni más desesperanza? ¿Quién me enseñó a evocar antes que a poseer? ¿A perder lo que aún no ha acaecido, a añorar lo que ni he disfrutado? ¿Cuánta melancolía derrocho a cada instante? ¿Por qué si estás aquí presiento que me faltas? ¿Es negación total, es perspectiva falsa?

sábado, 16 de noviembre de 2013

PASTEL DE CALABAZA Y QUESO


A pesar del poco tiempo que le puedo dedicar al blog en estos últimos meses, intento publicar los postres de temporada que, en mi opinión, merecen la pena. Esta vez le toca a la calabaza, pues además está en su mejor momento.
Y hoy, os dejo un pastel estupendo para cualquier celebración. Muy suave y con un aspecto muy apetitoso. La calabaza le da ese tono tan guapo y a quienes no les guste su sabor -sé que a varias amigas no les va- debo deciros que apenas se nota, incluso se aprecian más el resto de ingredientes.

Un poema de A. G. Ovies:
Fisonomía de Occidente
         atardecer.jpg                                                                                                                         


Mi voz sube al ocaso su mirada.

Mis ojos hoy se posan al poniente.

Mirándote percibo por qué el cielo

derrocha tanta púrpura al perderse.

Belleza que una abuela tiende al verde.

Cordales que amurallan el futuro.

Aspas que roturan el horizonte.

Sendas que peregrinan por las brañas.

Paneras donde curten los anhelos.

Colmenas donde los brezos destilan.

Siluetas de ganado entre la niebla.

Aldeas con carácter de pizarra.               

El corzo joven que olfatea el mundo.

El acebal que no conoce el tiempo.

Parajes donde sólo ha entrado el eco.

Molinos que esperan un grano de agua.

Vegas que no han cansado de su sombra.

Cangas que han renunciado a distanciarse.

Ríos que jamás han retrocedido.

Montañas que nunca dieron la espalda.                   

Minas como mujeres ya maduras.

Viñedos que se trenzan a la vida.

Lagos donde la altura desahoga.

Pantanos donde aún suenan campanas.

Acantilados que bajan al norte.

Poblados que se apiñan en el vértigo.

Poblados con la mar hasta los hombros.

Poblados con los pies sobre las playas.

La luz indiana de la atardecida.

Los monasterios con su gesto lánguido.

La cal viva que viste el cementerio.

El corredor donde airean las sábanas. 

El aroma rural del mediodía.

La plata de los peces en las lonjas.

El volumen tan viejo de los quesos.

La hora lenta en que tornan las lanchas.

Dólmenes con su soledad a cuestas.

Concejos nietos de la artesanía.

La antigua arquitectura de los campos.

El castreño solar de la esperanza.

Qué más puede pedírsele a la tierra,

qué menos esperar de esta vertiente.

Mirándote comprendo por qué el sol

quiso morir a diario en occidente.


(Texto leído en Teatro de Tineo. Noviembre de 2006)

jueves, 7 de noviembre de 2013

PASTEL DE HIGOS Y MANZANA

Dedicada a mi amiga Mariló, en del día de su cumpleaños. Mucha dicha, guapa.
Ya casi se termina la temporada de higos y no quería dejar pasar por alto este pastel. Me parece que es de los de repetir, nada dulzón y, curiosamente, predomina, entre todos, el sabor de la avellana. Muy fácil de hacer y mejor si la dejamos de un día para otro, en la nevera.
Aquí os la dejo, a ver qué os parece.

Estos días, en nuestra región y, en especial, en toda la familia minera, se pudo apreciar la complicidad y la unión ante el dolor por el trágico accidente en el que perdieron la vida varios trabajadores. Me apena, me llega al alma la tristeza y desde aquí mando un abrazo a quienes lloran y sufren por ellos. Estas hermosas palabras de mi amiga María Rosa Serdio, definen perfectamente el sentimiento más profundo. Os las regalo, con su permiso.
 Grande, Rosa, muy grande tu texto y tu persona: 


 NIEVE NEGRA 

Foto: NIEVE NEGRA
Mª Rosa Serdio
Ha nevado toda la mañana sobre la pena negra de los mineros.
Ayer, como tantas otras veces, la realidad del mundo de las sombras salió a la superficie con su guadaña recién teñida de sangre sorprendida.
He escuchado tantas historias paralelamente iguales en todas latitudes. He estudiado en la plazuela de pozo Fondón, a la luz de una bombilla trémula, mientras mi padre repartía la herramienta para el turno y yo esperaba su compañía, vestido de mahón ennegrecido y oliendo a grasa de martillo picador, para acercarme al autobús en el que yo iba camino de la salvación.
He lavado, como hicieron mi abuela y mi madre, durante años consecutivos ropa de mina con sosa cáustica y cepillo de raíz, a mano, con agua hirviendo antes y cortante de fría en el aclarado en el lavadero de mi pueblo.
Hemos compartido, cuando niños, la penurias de los tiempos de las largas huelgas, de las enfermedades asolando las familias, de los llamados accidentes de trabajo...mientras crecíamos escuchando historias de apoyo, heroicidad, solidaridad, riesgo y humana vecindad siempre con el miedo al grisú rondando por los espacios donde se esconden los pájaros vigías de la existencia.
Otra vez el gas ladrón nos ganó ayer la batalla. Otra vez hoy tampoco cantan los pájaros.
Descanso para los mineros muertos en el paraíso de las aves vigilantes.
                               


Ha nevado toda la mañana sobre la pena negra de los mineros.


Ayer, como tantas otras veces, la realidad del mundo de las sombras salió a la superficie con su guadaña recién teñida de sangre sorprendida.



He escuchado tantas historias paralelamente iguales en todas latitudes. He estudiado en la plazuela de pozo Fondón, a la luz de una bombilla trémula, mientras mi padre repartía la herramienta para el turno y yo esperaba su compañía, vestido de mahón ennegrecido y oliendo a grasa de martillo picador, para acercarme al autobús en el que yo iba camino de la salvación.

He lavado, como hicieron mi abuela y mi madre, durante años consecutivos ropa de mina con sosa cáustica y cepillo de raíz, a mano, con agua hirviendo antes y cortante de fría en el aclarado en el lavadero de mi pueblo.

Hemos compartido, cuando niños, la penurias de los tiempos de las largas huelgas, de las enfermedades asolando las familias, de los llamados accidentes de trabajo...mientras crecíamos escuchando historias de apoyo, heroicidad, solidaridad, riesgo y humana vecindad siempre con el miedo al grisú rondando por los espacios donde se esconden los pájaros vigías de la existencia.

Otra vez el gas ladrón nos ganó ayer la batalla. Otra vez hoy tampoco cantan los pájaros.

Descanso para los mineros muertos en el paraíso de las aves vigilantes.

Mª Rosa Serdio

sábado, 17 de agosto de 2013

PASTEL DE ALDEA, CON NATES, CHOCOLATE Y COCO




Estos días de verano, especialmente en el mes de agosto, se celebran muchas fiestas en nuestro concejo. Entre ellas, en El Ferrero, en el mismo corazón del Cabo Peñas, los vecinos veneran a su patrona, La Virgen de la O. Me gustaría felicitar a todas las personas que hacen posible año tras año su celebración y en especial a ese grupín de actores estupendos que interpretan magistralmente comedias propias de nuestra región, teatro costumbrista. Me recuerdan a la infancia, cuando nos reuníamos con sillas improvisadas ante grupos itinerantes y nos hacían soñar. Enhorabuena a todos, que vuestro entusiasmo cree escuela en el pueblo.
Y os dejo un pastel que solía preparar nuestra madre, con los recursos que tenía a mano, ahora casi un privilegio. Seguro que en muchas casas de aldea también se hace.
 A ver qué os parece.


Vista aérea de El Ferrero, Cabo Peñas, Gozón (Imagen copiada de elferrero.com)
Un poema de A. G. Ovies:

viodo.jpg
Viodo, Gozón
.
Volverás en verano

y encalaremos juntos la fachada del tiempo.

Aquí todo envejece a ritmo campesino

y te echamos de menos cuando tus rosas

revientan como un tiro de sangre.

Todos los días del año son los más oportunos

para añorar al ser que nos ha abandonado.

Pero tú volverás;

yo sé que te apetece escuchar las rodadas

de la infancia entre la manzanilla;

yo sé que tienes ganas de entender

qué dicen las gaviotas cuando rompen el sol a picotazos;

pero tú volverás              

porque han puesto autobús para llegar al nunca,

porque el pueblo se queda poco a poco,

porque quiero cambiarte unos cromos del llanto,

porque te necesito para labrar el frío.

Volverás a esa hora temprano

y los niños irán ya a la escuela en pantalones cortos

y te diré en secreto por qué cantan los gallos

y te llenaré un libro del olor de las cuadras.

Volverás porque, a veces, si nos falta algún rostro

el pasado es reciente a cada siempre.

domingo, 23 de junio de 2013

TARTA DE MANTAS DE CALABAZA (FRIXUELOS DE BELÉN)

( El crepitar del fuego, el olor a humo en todo el pueblo, la ilusión de la fiesta, cantos, corros... Noche de San Juan)

Os dejo una tarta muy interesante, muy rica, fácil y diferente. Cuando vi los frixuelos que hizo Belén hace unos meses, ya le dije que los haría muchas veces y no me equivoqué. En casa gustaron muchísimo, nuestro padre comentó que estas` mantas´ estaban más ricas que nunca. Decidí preparar una tarta con ellos para mi última aportación a las meriendas del grupo de manualidades. Nos prestó mucho.
 A ver qué os parece y os deseo una noche de San Juan estupenda. Y a Belén, muchísimas gracias por compartir la receta con nosotros.
Un corte estupendo.

Un poema de A. G. Ovies:


Esta noche no estoy desamparado,
no quiero detener el humo
ni espero que me convoquen las estrellas.
Esta noche me acompaño de mí
y al divisar, allá a lo lejos,
la infinidad del  mundo posada en su fracaso
ya no me siento solo,
porque en mi soledad hay una muchedumbre
de equilibrio
y ese amor que se llama costumbre o compañía
se convierte en un número.


Esta noche soy uno, plural, conmigo a solas.

Sanjuanín.

domingo, 2 de junio de 2013

TARTA (FÁCIL) DE FRESAS Y YOGUR

Fresca y ligera.
Hoy os dejo una tarta muy fresca y fácil de preparar. Es el momento de sacar partido a las fresas, que están estupendas y además son sanas y poco calóricas. Podemos usar sacarina para hacerla aún más ligera y queda igual de buena. A ver si os gusta.

Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España hace unos años:

LA ESTACIÓN DE LOS GITANOS




Los recuerdo como repartidores de primavera. Como parte de un mes muy antiguo, subiendo abril arriba con sus burros tristones, el carromato, el perro ya pelado y cachivaches de todos los colores y formas. Eran como un aviso del buen tiempo y averiguaban el agua para afincarse, al abrigo, casi siempre, de algún bardal frondoso o de una ruina.

                      

Los gitanos, cuyos nombres conocíamos de un año y otro año, no poseían nada y lo tenían todo, o casi todo, al menos así me lo parecía: aire, fuego, libertad, casta, familia. Yo los miraba desde casa y ardía por estar entre ellos, por caminar descalzo sin pincharme los pies, por no madrugar ni preocuparme de estudiar los fenómenos atmosféricos ni los puntos cardinales. Ellos sabían más que yo y que los del pueblo de las orientaciones, del nordeste y la lluvia, de las constelaciones y las tronadas. Y pensé toda la vida que no se morían nunca, que jamás les invadía ni el odio ni la tristeza.



Les seguía el rastro y, a escondidas, escuchaba la jerga con que hacían conjuros y marcaban sus rutas y funciones. A pedir por el pueblo salían las mujeres con los niños. A recoger chatarra, colchones y trocitos de cobre se dedicaban ellos, con traje y con chaleco y sombrero de fieltro. Todo les era útil y a mí me entusiasmaba observar cómo entraban tantas cosas en aquella carreta destartalada que servía de vehículo, de hogar, de techo, de alacena.



Ellas iban de puerta en puerta, con faldones muy amplios, varias chaquetas, un pañuelo en el cuello, con un cesto de mimbre y con la prole. Y hablaban mucho rato con las vecinas. Les venían muy bien patatas y cebollas, pan duro, aceite, azúcar. Todo hallaba cabida en aquella canasta de dos tapas en la que yo me moría de ansias por meter de lleno la cabeza. Y preguntaban a menudo si no había alguna gallina moribunda o recién enterrada. Y entonces escarbaban la tierra, la desenterraban y tiraban del ala y de las patas y marchaban contentas con la presa. Creí toda mi infancia que eran inmortales, porque comían erizos y carne sepultada y jamás enfermaban ni cogían pulmonías, a pesar de beber de los regatos y los charcos y dormir a la helada.

                     

A ellos les gustaban los muebles rotos, los aparatos estropeados, las chapas de la cocina, las piezas que sobraban de las obras, los rodamientos, el alambre, los manillares, las varillas de los paraguas, la masilla. Y medían la pureza de los fragmentos con un imán que yo anhelaba, que atraía arandelas, puntillas y tornillos; y andaban con navaja y con cayado. Y luego, con lo uno y con lo otro, construían artefactos rarísimos que, tal vez, no servían para nada, pero a mí se me antojaban inventos para detectar la dirección del viento o la altura del sol o la duración, a su manera, de los meses, que para ellos, como el lunes y el martes y las horas voraces y el calendario, carecían de apuros e importancia.



La ropa usada no les convencía. La cogían, con cierto recelo, la sacudían y la revisaban, como tanteando la talla y el estado, como examinando si eran trapos de muerto, malditos o contagiados; y se iban con ellos; pero a las prendas viejas no les mostraban aprecio. Aparecían siempre tirados más allá, en las cunetas, abrigos, camisas, zapatos y las patatas arrugadas.