mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

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viernes, 30 de octubre de 2015

HUESOS DE MARAÑUELA




 Os dejo unos huesos de marañuela, para endulzar un poco este fin de semana. Preparados con los ingredientes de los bollos de marañuela, tan populares en nuestro concejo. A la receta, le añado un sobre de preparado para flan, para aportarles un toque avainillado y un buen chorro de anís dulce. Me parece una propuesta muy fácil y os aseguro que serán un acierto si os decidís a prepararlos.


Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España


Otra vez octubre con sus sendas secas y sus cielos tranquilos. Otra vez ocasos de silencio hermosísimo y humo en los tejados como aquellos años en los que fui niño. Octubre de nuevo, con otros muchachos que bajan temprano, camino a la escuela, y gallos que anuncian la tez del rocío. Todo se repite en torno a mis ojos, todo persevera y cumple sus fases y acaba sus ciclos: la tierra y el tronco, el agua y la roca, la niebla y el musgo. Pero nada en mí que mantenga intacta su fe o su apariencia. Nada en mí que me deje ser el mismo. Cada año que pasa roba algo en nosotros: una esperanza, un sueño, un camarada, un ser querido.
Si estuvieras tú, padre, el verano hubiera desprendido ya su aroma a saúco y mañana inmensa. Y la mar nos habría despertado como antes, con fuerza y bramidos. Los bosques alzarían su cuello amoratado y andaríamos ocultos entre zarzas y helechos tras el rastro certero de los perros. Cogeríamos arándanos y botaría en los charcos un velero que armaras con corteza de pino. Si vinieras un día. Si un día me dijeras, con tu caña en el hombro: ‘pon las botas de goma, coge el pasamontañas, que hace frío…’. Pero hablo de imposibles, ya lo sé. Pues nada hecho de carne retorna ni renace. Final eterno. Es el mortal principio.
Madre, si tú estuvieras, olerían a manzana los armarios, y se verían los huertos rodeados de dalias y blancos crisantemos. Lo notarían las rosas tardías y los tiestos, la colada y el sol y los visillos. Si estuvieras aquí, lo hubiesen percibido los pájaros que cantan tu ausencia en el magnolio y la fragancia antigua que desprende el membrillo. Y me encaminarías a diario a mis quehaceres. Y me rebajarías las cargas y las dudas. Y no permitirías mi enojo algunas tardes. Y me regañarías cuando se me va el brillo. Pero no puede ser. Lo comprendo y me duele. Lo asumo y me angustia. Y por eso morimos: porque perdemos siempre aquello que nos hace sentirnos necesarios y mantenernos vivos. No volverás jamás a tu cuerpo y tu casa. Como no volveré a esta noche tan sola. Absurdo cuanto hablo y cuanto hoy escribo.
Octubre otra vez, pero nada ajeno. Mustia está la parra y en la higuera empiezan a caer las hojas y a endulzar los higos.

lunes, 21 de septiembre de 2015

COÑINOS, de Oviedo


Son del tamaño de una almendra grande.

Si, coñinos. Aunque suene raro. La primera vez que probé estas galletinas, hace ya un montón de años, fue en compañía de mi amiga Cris. Viajando desde Oviedo, me comentó que si quería un coñín, la miré con asombro y soltó una buena carcajada. Sacó una bolsina de cuarto de kilo y entre risa y risa, nos la zampamos en los cuarenta y cinco minutos de trayecto... Querida Cris, hace mucho que no te veo, pero estás en mi mente.

Cuentan que los orígenes de estas curiosas galletas se remontarían a la celebración de una reunión eucarística en la ciudad de Oviedo, allá por el año 1910, más o menos, y que su elaboración primera sería monacal. Dicen que querían hacer unas pastas originales y las hornearon en forma de diminutos panes con un corte longitudinal. Luego, con ese otro nombre más socarrón las bautizaron los propios asturianos, y popularmente así se siguen conociendo.

La receta es de la pastelería San Juan, de Oviedo, que hace unos años cerró, rescatada del libro Confiterías y Confiteros de Asturias.

Feliz día de San Mateo a todos.

Un texto de A. G. Ovies:


CARMINA BURANA. VERSIÓN ACTUALIZADA



(In taberna quando sumus...)

En la era en la que estamos/del guasap no nos soltamos,/desde que sale la luz/hasta que nos acostamos./Lo que sucede con el guasap/es digno de constatar./Más vale que no lo bajes...,/pero no te librarás./Unos están enganchados,/otros no hacen otra cosa./Jamás tuvieron los dedos/empresa tan afanosa./Unos dale que te pego/otros pego que te dale,/hay quien guasapea sin tildes/y hay quien no pone una hache./Nadie que no lo conozca,/nadie que no lo utilice;/unos gastan los pulgares/y otros apuran los índices./Guasapea el sabio,/guasapea el arpista,/y el indio y el payo/ y el zen y el callista./Guasapeamos todos/como unos posesos,/en el ascensor,/en actos y en plenos.
Uno, bien por la mañana/dos mientras desayunamos/el tercero para Pili/y el cuarto para el hermano./El quinto al colar la leche,/con el zumo sale el sexto,/en el séptimo va un vídeo/ y en el octavo cien besos./En el noveno una rosa/y en el décimo una escucha./Unos cuarenta guasaps/antes de entrar en la ducha./Tres para unos compañeros,/dos para saber si llueve,/media docena a un colega/y otra media para el jefe./Dos corazones a Luci,/a José tres con el mono,/y a mamá caras redondas/con el amor en los ojos.
Guasapea el ciclista,/guasapea el viandante/guasapea el torero/y el exnavegante./Guasapea Rita,/guasapea Pedro/y el que espera el bus/y el que saca el perro./Guasapea el guardia/y el camionero,/guasapea el cliente/con el camarero./ Guasapea el ministro/con las alcaldesas/y guasapea el príncipe con Mingo y Teresa./Guasapea este,/guasapea aquel,/guasapea el soldado/con el coronel./Guasapea el viudo,/guasapea mi tía,/guasapea el cura/en la eucaristía./Guasapea el alto,/guasapea el bajo,/guasapean los jóvenes/y los centenarios./Guasapea Lola,/guasapea Senén/y el que compra el pan/y el que va en el tren.
Guasapea él,/guasapea ella,/guasapea el motero/que nos atropella./Guasapea el maestro/y los parvulitos,/y hasta Blancanieves/con sus enanitos./Guasapea el que corre/guasapea el que reza/y el que lleva prisa/ y el que va, y tropieza./Guasapea el infante/y hasta la nodriza;/guasapea el piloto/mientras aterriza./Guasapea la abuela/con todos sus nietos,/guasapea el barbero/cuando corta el pelo./Guasapean de día,/guaspean de noche,/el que barre aceras,/la del carricoche./Guasapea Olegario,/guasapea Efrén/y la bailarina/y el que sube al tren.
Guasapean decenas,/guasapean millones,/guasapean los reyes/y los polizones./Guasapea el filósofo/y guasapea el vago,/las brujas, las hadas/y el duende y el mago./Guasapean en London/y guasapean en Collanzo/y guasapea Mercedes/mientras cuecen los garbanzos./Guasapean los mimos/ y la dependientas/y los ingenieros y las enfermeras./Guasapea el retrógrado/y el iconoclasta,/guasapea el calvo/y el que lleva rastas./Guasapean los laicos,/guasapean civiles,/guasapean cientos,/guasapean miles./ Nadie se mira ni abraza,/pues todos guasapeamos,/unos lo hacen a escondidas/y otros lo hacen a dos manos./Para tanto guasapeo,/todo teléfono es poco;/y hasta sobran las palabras,/¡vivan los emoticonos!/(Quién nos diría hace nada/cuando ni móvil había/que no podríamos ni comer/sin su amable compañía./).
(Aurelio González Ovies. LNE. Septiembre, 2015)

lunes, 7 de septiembre de 2015

TARTA TIPO CASADIELLA CON COMPOTA DE MANZANA



Hoy os sugiero una tarta muy asturiana, pues está elaborada con los ingredientes de las casadiellas típicas de nuestra tierra. Como cada 8 de septiembre, la Santina nos llena de asturianía y nos bendice desde su santuario.
A ver si os gusta y que seáis muy felices, ahora y siempre.



Un texto de A. G. Ovies

TODO ATRÁS

Aurelio González Ovies
Marchar, sin saber el color verdadero de los ojos de Dios, sin haber comprendido la rutina del sol ni por qué se suceden sin fin las estaciones. Sin advertir qué anhela la sed del oleaje o por quién llora el sauce, por quién se enerva el fuego. Marchar sin discernir quiénes somos realmente, quién nos ha convocado. Sin apenas un día dedicado a escapar de la costumbre ni haber sabido asir del peso del silencio. 

Irse sin decidir la hora de partida ni conocer el sesgo del camino. Sin haber indagado el verdor de los campos o la noble apariencia del paisaje y la nieve. O el cuándo de la lluvia. O el porqué de la hermosa presencia de los fresnos. Sin tan siquiera haber interpretado bien la timidez del cardo y del erizo. Ni haber erradicado la amenaza y el miedo.

Irse sin haber encontrado la respuesta certera a tantas cosas: ¿quién diseña los pájaros, quién descorre el cerrojo de la mansión que ocupa la galerna? ¿Por qué llaman futuro a tan gran retroceso? ¿A quién le deberemos el dulzor de los frutos y la fresca estructura de la brisa? ¿A quién la imaginaria estría del horizonte? ¿A quién el contenido de los gestos? ¿De quién es nuestro envés incognoscible? ¿De quién la oscura culpa que a veces nos anega? ¿Por qué se hace tan arduo e imposible llegar a ser sencillo como un pétalo?

Separarse, quizá, sin ocasión alguna de estrechar un abrazo y encontrar la manera de mirarse a la cara y agradecer la inmensa compañía y el amor tan honesto. Sin haber reparado decepciones y angustias ni desandado historias que hubieran merecido un desenlace mucho más intenso. Sin ni siquiera haber cerrado nuestras puertas ni agotado el cariño ni puesto a buen recaudo sensaciones, principios y recuerdos.

Dejar atrás la tarde, sin haber descifrado la verdad de su luz ni respetar a fondo las alianzas humanas ni haber asimilado la menta del dolor. Alejarse del vasto esplendor del verano y no poder tumbarse jamás en sus orillas. Desprenderse de todo aquello que es memoria intransferible, intimidad que cerca nuestro propio universo.

Partir tras haberse incendiado de amor algunas noches y haberse concebido, por un instante, eterno. Y sin haber vencido la avaricia, el orgullo, la envidia, la saña y el desprecio. Sin haber superado el salvaje complejo de matar por matar al semejante. Sin llevar con nosotros, como esperanza mínima, las señas de los muertos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

TORRIJAS A LA PLANCHA, muy fácil


Otra llambionada: en esta ocasión unas torrijas, muy fáciles y rápidas, con ese pan que se nos quedó un poco duro, para no desperdiciar nada, que los tiempos no están para derrochar.
Esta receta va dedicada, especialmente, a las mujeres que día a día trabajan silenciosamente en todas las caserías, cuidando a la familia, atendiendo el ganado y cuidando la huerta. Va por vosotras. Ahora y siempre.




Pacita Vicente, amante de la cocina y las labores.
Un texto de A. G. Ovies.
DE PRESAGIOS Y MIEDOS

Aurelio González Ovies

El mundo podía acabarse casi todos los días, a cada paso dado, por cualquier contratiempo. Si la mar levantaba las crestas de su cólera y las olas llegaban al borde de la tierra. Si el temporal rugía como un monstruo terrible y doblaba los árboles hasta barrer el suelo. Si la ira de la noche golpeaba los portones y rompía cristales y derribaba vigas y levantaba tejas. Si estallaba en los truenos la furia de los dioses y los rayos prendían el cielo con su brillo. Si caían, fugaces, demasiadas estrellas, si cruzaban aviones y dividían el cielo con su estela de gas, el mundo estaba a punto de terminar su ciclo, de destruir sus ámbitos, de aniquilar su esfera.

En todos los vestigios sospechaban las fauces de la muerte: en el perro que aullaba y enlutaba el augurio. En el búho agorero que ululaba y traía una agonía certera. En el cuervo sombrío que graznaba en la tarde y predecía un entierro. En los falsos avisos y en la luz repentina que inflamaba las cuadras. Todos eran presencia ineludible: la nube portentosa que barruntaba ruina; el eclipse del sol que suponía catástrofe. Y el velo que vestían las mariposas negras. Todos eran legado de infortunio y desdicha: la pega perniciosa que chirriaba y preveía enfermedad y lloros, el resplandor extraño que alumbraba en el fondo de un pantano y el campanario hundido que tañía a destiempo a los desamparados de su aldea; el espectro que a veces dormía en los desvanes, la vela decaída que ahumaba y crepitaba, el sueño que soñabas con sangre y dientes rotos. Todos eran noticia de tragedia.

Todos eran heraldos del demonio y sus ámbitos: los caballos albinos que aparecían de pronto en una carretera, la estantigua que huía, andrajosa, en silencio, la persona deforme que miraba torcido, el can del camposanto que se había escapado y se ponía a la entrada como algo nunca visto que arrastraba cadenas, el nogal peligroso que atraía los males, la casa endemoniada en la que nadie entraba desde años atrás, la mujer sola y áspera que curaba el amor y repetía conjuros y maldecía retratos y engendraba epidemias.

Todos eran (son) seña de un final tétrico y funesto: la rara gallina que canta imitando el canto del gallo, el becerro horrendo que nace sin piel y cuatro cabezas, el gato, el granizo, el lagarto, el hombre, el buen clima, el cálido, el calor de enero, el verdor de octubre o la opacidad de la primavera…

domingo, 5 de julio de 2015

FLANÍN, de toda la vida



Muchos me decís que se me extraña... Sé que tengo el blog un poco abandonado, pero es que el tiempo se va tan rápido, tan rápido... Me gustaría publicar más, no lo dudéis. A este pequeño espacio le debo tantas satisfacciones, me llenó la vida de tantas personas buenas, de tanto cariño, que bien sé que tendría que hacer el esfuerzo de seguir comunicándome con todos. Pero, como me consta que me queréis, abuso, sin duda, de vuestra fidelidad. Gracias por ello.
Hoy abro página para dejar un postre de toda la vida, el postre por excelencia en nuestra casa en los años 60-70 del pasado siglo (qué mal y lejano suena...) Al alcance de todos los bolsillos y tan fácil de elaborar que hasta nosotros, de pequeños, nos poníamos delantal y ¡manos al flanín!


Quiero con él,  rendir, otra vez más, un pequeño homenaje a quien fue para nosotros la Rosa de los Vientos, como bautizó sabiamente nuestro hermano mayor y quien sigue siendo la estrella que más brilla en nuestro firmamento: Nuestra madre.



lunes, 8 de junio de 2015

POTE DE MERLUZA CON LANGOSTINOS Y ALMEJAS

Servimos tras espolvorear con perejil fresco.

Pronto será verano y con él llegan los encuentros familiares, las celebraciones de las fiestas sacramentales donde los asturianos 'tiramos la casa por la ventana', es decir, nos hacemos con los más exquisitos productos y recetas para agasajar a los nuestros con las mejores viandas. Os deseo días felices a todos y os dejo un plato de merluza que me gustaría que fuese de vuestro agrado y que se lo preparéis a vuestros más allegados, que seguro que bien se lo merecen.

El caldo, a gusto de cada uno, en casa nos gusta caldosín.


Un texto de A. G. Ovies.

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Necesito escribir para callar. Para no ser, si algo soy. Para verificarme y desmentirte. Para engañarme y reafirmarte. Para apuntar que llueve y la tristeza de esta mañana se posa en los tejados y cala en la presencia de otros días. Para corroborar que esta imagen que veo, detrás de mi ventana, es tan cierta y hermosa como otoñal y efímera. Para no recordarte a todas horas y relatarte y ocultarte detrás de cada línea, en cada espacio en blanco, en los resortes de todas las palabras.

Escribir, como quien huye lejos, para dejar constancia de su apego a la vida que abandona, del árbol donde fue joven un día y amó y cinceló un nombre en la tierna corteza. Para subirse al alto de los significados y otear la infinidad de formas y alcances que aún desconocemos. Para no matar nunca e increpar siempre con derecho a dejar ‘sanguinoletras’ objeciones con algún cañonazo de palabra.

Escribir para invertir la sombra y descubrir su espalda luminosa y finísima.Para entender que nada es tan unívoco y todo excepcional y valedero, lejano desde ahora, muy cerca de nosotros. Para posar la culpa que me pesa y algunos sentimientos agresivos. Para que los silencios cobren cuerpo y asuman sus sinónimos, sus frases responsables.

Escribir para corporeizar el alma y el espíritu de los mudos periodos y las miradas huérfanas. Para profundizar en los superficiales precipicios que nos vedan la accesible llanura. Para acortar la inventada distancia que fabrican los altos dignatarios, interesada y mortífera. Para curar, con gramíneas esdrújulas y bayas guturales, la enfermiza y eterna soledad. Para silabear la esencia y la estructura del mismo sinsentido en tan distintos casos e iguales individuos. Para desafiar la gravedad de opiniones y axiomas y dictámenes. Para descuartizar el vacío y la duda.

Escribir para resucitar lo que pensamos muerto tan pronto como lo mata un antojo, una contrariedad o el hastío. Para sumar expresión y entidad a la continua resta que más nos deteriora y menos beneficia. Para pasar por puentes del pasado, de puntillas, hasta las poblaciones donde un día aparcamos nuestro propio y mudable parecido.

Escribir para deshabitar la flojedad y preservar misterios. Para desesperarme de esperanza. Para improvisar brisa en las alas del pájaro. Para desprogramar las máquinas impuestas y dar fuelle al pulmón y a las brasas y al riego y a la exigua candela que nos mantiene vivos.

sábado, 2 de mayo de 2015

TARTA DE QUESO SIN HORNO, de los 70 y muy fácil



Sin más: felices días a todas las madres. Os dejo una tarta de queso que hacía la nuestra y que nos prestaba mucho.


Un texto de Aurelio González Ovies:

HA VALIDO LA VIDA
Aunque sólo haya sido por aquellos veranos tan extensos y calmos al lado de vosotros, Cabo de Peñas, Viodo, acantilados, lanchas, Bañugues, caladeros, faro, niebla, nordeste, ha valido la pena este corto camino que aún recorro. Han valido la pena los días que pasamos creyendo que la vida sería azul y diáfana como, a veces, la mar y la altura del cielo y el contorno de agosto. Han existido. Fueron. Y aunque no quede nada, han sido más que todo. Han sido todo en mí el musgo y las gaviotas, las pozas y el salitre, las redes y el olor a carnada y escamas, a nasa y a horizonte, a calor y a ocle seco, a galipote y fondo. Por eso creo en firme que jamás volverán, por buenas y distintas que sean las de ahora, jornadas tan intensas, instantes tan hermosos.
Aunque tan sólo fuera por aquellas mañanas en las que despertaban los manzanos en flor y fuimos tan dichosos con un café y un cómplice silencio que hablaba por nosotros. Por los muchos momentos en que no existe algo tan necesario y grande como que existas tú, por más que nos transformen los hechos y los años, por mucho que nos pesen desengaños y escollos. Por aquellos encuentros en plena primavera, entre brezo y genistas, jóvenes como éramos y tan enamorados, brillantes e imparables, convencidos, sin miedos, de que el mundo era nuestro porque mundo y amor lo urdíamos nosotros.
Aunque os haya perdido igual que el árbol pierde su verdor en otoño, simplemente por ser tanto tiempo quien fui, carne de vuestra carne, aquel niño feliz que buscaba sin tregua renacuajos y grillos y botaba en los charcos naves de ingenuidad y papel de periódico. Por haberos tenido tan cerca y de verdad y haberme dado siempre emoción y conciencia, libertad y cariño, para que mis dos manos agarraran seguras y miraran al frente sin límites mis ojos. Por haberme amparado con abrigo de muro. Aunque hayáis partido, permanecen en mí, intactos, vuestros gestos. Es mío su pasado. Tan mío y tan lejano como humilde y grandioso.
Aunque deba marcharme y dejaros atrás, faro, Bañugues, Viodo, nordeste, acantilados, ha valido la vida este breve camino que aún recorro. Habéis de estar conmigo dondequiera que sea, más allá de este ámbito. Estaréis y estáis en cuanto pienso y sueño. En cada paso dado, en cada verso escrito, os recuerdo y os nombro.
© Aurelio González Ovies
(La Nueva España, 29-04-2015)

sábado, 11 de abril de 2015

CONEJO AL WHISKY



Hoy una receta que hacía mi madre muy a menudo. Muy fácil, como podréis comprobar. En nuestra infancia, al igual que en la de muchos de nuestra época, los conejos formaban parte de aquella pequeña hacienda familiar, junto con las gallinas y el pavo que se reservaba para las navidades. Ella les sacaba mucho partido tanto a los unos como a las otras, con el fin de que nos agradaran al gusto y a la vista. El conejo, después de tenerlo serenando una o dos noches, lo troceaba y con las partes menudas preparaba "pataquines" con conejo, que en otra ocasión publicaré. Con las patas y la zona del costado, nos guisaba lo que os propongo en esta receta.  Recuerdo aquellos domingos compartiendo mesa, risas y conversación, con nuestros amigos de Gijón, Ana y César y sus hijos. Les gustaba mucho este plato que, ya veréis, no os supondrá complicación alguna. Espero que lo encontréis sabroso.

Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España:

EL DÍA DE MADRINA

http://conlaluzdemicocina.blogspot.com.es/2012/04/bollo-de-pascua-con-pitinos-2012_07.html,
Bollo 2015

El domingo bajamos a bendecir los ramos. Estaba la iglesia abarrotada. Hacía
sol y pudimos bendecirlo a la entrada. No me gusta ir a misa. Mi madre no
volvió desde aquel día en que por ir a una novena con mi hermana y conmigo,
nos caímos los tres donde casa Orfelina. Dimos con la cabeza en el asfalto.
Nos salió un gran chinchón y mi madre sangraba. Dice que si es así como Dios
lo agradece, que prefiere rezar ella sola, a su modo, o a la noche, en la cama.
Estrené un pantalón que me hizo Norina y sandalias de cuero que heredé de
mi primo. Bueno, no eran nuevas del todo, pero con el betún y el brillo sacado y
la hebilla cosida, como recién compradas.

Huele a entierro la tarde y a rosario. Está todo cerrado. Ni siquiera en la tienda
podemos comprar nada. No funciona la radio y en la tele no ponen ni noticias ni
series. Está todo de luto. La iglesia medio a oscuras me da miedo. Me dan
miedo los cirios y el incienso. Y el rosario que sisean, sin cesar, en sus
reclinatorios, las beatas. Me asustan los sermones y los púlpitos. Y el dolor tan
inmenso que expresan las imágenes. Y no quiero matar a nadie con carracas.
Me dan pavor esas sotanas malva y esos ritos. Y esos encapuchados que van
de procesión en procesión. Y tantas oraciones de amargura y de escarnio. Y
hasta Jesús tapado con la manta morada.

En todas las familias hay como más silencio y no discuten tanto los hombres en
los bares porque no sirven cosas de las que emborrachan. Al menos eso dicen.
Y es lo mejor que tienen estas fiestas tan tristes: no madrugar y no acudir a
escuela. Aunque todos los viernes nos den para comer bacalao desalado con
garbanzos, por vigilia de Pascua.

Lo bueno es que el domingo (cuánto tarda en llegar y luego cuando llega qué
rápido se acaba) vendrá madrina a verme. Me traerá un bizcocho, mantecado,
de pisos, con virutas de dulce y cubierto de escarcha. El del año pasado era
grande y sabroso. Con un castillo encima, de chocolate blanco. Y unas plumas
azules clavadas en la almena. Y merengue en los bordes y frutas confitadas.
Sabía a gloria. Yo creo que me encarga el mejor y el más grande, el más alto
del mundo, de Avilés, de Galiana. Este invierno no hubo ni ocle, ni muchos
caracoles. Pero yo, cuando puedo, también le compro a ella, en Casa de
Pacita, un jabón y un pañuelo y agua de lavanda.
© Aurelio González Ovies
 (La Nueva España, 02-04-2015)

viernes, 27 de marzo de 2015

MARAÑUELAS DE SAGRARIO, de La Piñera, Santiago de Ambiedes


Preparadas por Sagrario, anciana entrañable del barrio de La Piñera, Santiago de Ambiedes, Gozón.

A veces la casualidad hace que conozcamos a personas entrañables. Y en unos de esos momentos inesperados conocí a Sagrario. Me encontraba preparando las marañuelas de Manzaneda y me dijo que ella también hacía unas  muy ricas. Comentó que cuando las hiciese, para Pascua, me mandaría la prueba. Y así lo hizo. Nos gustaron mucho y le estoy enormemente agradecida a Sagrario. Con su permiso publico la receta. El paso a paso es una composición de las diferentes marañuelas que tengo publicadas, para orientar si os apetece hacerlas. Son muy parecidas a las de Avilés. Espero que os gusten.

Muy ricas.
 Estimada Sagrario, que tengas mucha salud y sigas preparándolas muchos años.
Os dejo un texto de A. González Ovies:

¿POR QUÉ, DE QUIÉN Y QUÉ?

DOLOR POR EL ACCIDENTE AÉREO

¿Cómo podría yo colaborar un poco con este pobre mundo? ¿Desde qué
reglamento de palabras o signos actuar con acierto y efectividad? ¿Qué se
necesita para abrir los ojos y estimar el radio de errores tan graves, de falacias
tan grandes? ¿Por qué es posible hoy que aquellos que elaboran las guerras y
atropellos desde sus palacetes desfilen tras los ídolos suplicando la paz? ¿Por
qué tantísimo oro y mármol repulido en sus aposentos? ¿Para qué los sellos en
sus dedos grasos? ¿Por qué el privilegio, siendo tan inicuos, de postizas
prédicas? ¿Por qué el mayorazgo y la potestad para perdonar?
¿De quién será la culpa de que nada nos sea lo que habría de ser? ¿Quién
hurtará a los entes su propia identidad? ¿Quién vedará al entorno sus lógicas
secuencias? ¿A quién achacar el delito de que se pudran castas, comidas por
las moscas, la hambruna y la flaqueza; a quién que se consuman seres –allá a
lo lejos–, seres –aquí bien cerca–, sobre la indiferencia, mientras yo me
atiborro o tú tiras el pan? ¿A quién incumbe y ceba tamaño desajuste? ¿Qué
usura se encubre tras estos compromisos, furtivos y silentes, entre excelsitudes
y sus abusadores? ¿Dónde estarán los límites entre burla y ley, entre argucia y
verdad?
¿Quién proyecta el viento y sus leguas frecuentes; quién acota las playas y los
acantilados y coloca alambradas en su escarpada faz? ¿Por qué no hemos
sabido ser libres como el pájaro, que, de momento, aún transita el aire y vuela?
¿Para qué tantas hormas y tantas divisorias? ¿Quién demarca la ruta de los
barcos; quién las olas que surcan cada mar? ¿Cuántos caciques sobran en
cada dependencia? ¿Cuánta atención de menos? ¿Cuántos puestos de más?
¿Quién programa el futuro? ¿Quién obedece tanto a la ignorancia suma?
¿Quién nos aísla así? ¿Hacia dónde nos llevan? ¿Hacia qué ceguedad?
¿Hacia qué cerrazón nos conducen y abocan? ¿Por qué nos empeñamos en
ser todos lo mismo, en trepar y crecer, en subir y pisar? ¿Quién nos ha
aleccionado? ¿En qué seremos sabios o cautos o resueltos? ¿Quién tallará
mañana la madera que quede? ¿Quién sabrá predecir la lluvia y el relámpago?
¿Quién recoger los frutos del manzano y la espiga? ¿Quién distinguir la flor del
cardo y del rosal? ¿Acaso volveremos a ser como reptiles? Quiero decir:
¿quizá caeremos siempre tan bajos y arrastrados? ¿Es ese nuestro sino?
¿Apocarse y seguir? ¿Asumir y callar?
(La Nueva España, 18-03-2015) 

sábado, 14 de marzo de 2015

BOLLINES DE OLIVA CANTARINES


La receta de hoy llegó a mis manos casualmente y gracias a Lourdes. Son unas 'bollinas' de aldea que hace su cuñada Oliva. Las preparé con natas de leche fresca, como la receta original, pero Lourdes las hace con nata comercializada, que es más asequible. También añadí un poco de sal y el rallo de limón. Os aseguro que están muy, muy ricas. Flotan al freír y no quedan nada aceitosas. Un auténtico lujo, garantizan una merienda o un buen desayuno de fin de semana.
Desde aquí, las gracias a Oliva, y decirle que es un honor poder contar con ella en este humilde blog.
Oliva Fernández, 'Cantarines', y José Luis Alonso, 'Tenislao', con la presidenta de El Pico, Esther García
HOMENAJEADOS. Imagen de el Comercio.


Os dejo un texto publicado recientemente en La Nueva España 
Bañugues. Fotografía de mi amiga Nieves, del blog,  Dulce y salado

TODO EN SU SITIO, A. G. Ovies

Quién le diera a mi tierra lo que hubo en otro tiempo. Suelos fértilesy amplios, sembrados por doquier. Maizales garbosos bajo el calor de agosto, patatales extensos como el hambre de ahora, prados llenos de gente con bálagos y carros y alegres cantinelas y hombres animosos y empuje de mujer. Y meriendas campestres, después de la fatiga, con queso y dulce y pan y tortillas jugosas y leche presa y miel. Quién le diera de nuevo la riqueza robada: el ganado paciente, cuadras muy fructuosas, caserías boyantes, castaños y robledos, pomaradas que olían a la palabra ayer. Casas propias, futuro, familias numerosas con trabajo y abuelos y padres y allegados y una sencilla mesa que te invite a comer.

Quién pudiera poblar de sabios pescadores sus playas y sus costas –Ángel, Servando, Lolo, Falín, Honorio, Arturo, José Antonio, Avelino, Quico el Pinto, Gabriel…–; quién cubrirlas de lanchas y aparejos y faros, de boyas y de redes y hacerla ser de oro como un día lo fue. Esparcir su abundancia por todos los concejos, recuperar caminos, renovar sus condados, injertar su linaje, reconstruir sus ruinas, renombrar sus palacios, amasar su prosapia y ponerlos en pie. Quién le restableciera sus montes recortados, sus riberas raídas, sus predios afligidos, su paisaje impecable, desgastado de tanto –gratuitamente en falso–, ceder y conceder.

Quién le diera sus alas y su soberanía y su lengua de siempre, la que hablaron los nuestros, y su abolengo excelso y su razón de ser. Quién avistara tanta magnitud y hermosura. Y advirtiera de pronto sus vegas florecidas y sus arroyos húmedos, sus aldeas vivaces, encaladas y sanas, con estiércol que ahumara frente a las antojanas y gallos que informaran de cada amanecer. Con quintanas, paneras, ristras de suficiencia, tendales esplendentes, filas y alegres corros en los patios de escuela, corros y multitudes en romerías y en fiestas con pólvora y charangas, con ídolos y ramos, con ropa nueva y fe.

Y que todo estuviera en su sitio, el de entonces; el que merece aún esta región honesta: los mayores al mando, con su edad y conciencia. La calma en la rutina, el horizonte enfrente, las estrellas en lo alto, el agua ante la sed. Que todo mantuviera su entidad y su esencia; que todo conservara su exactitud, su trino, su apariencia y verdad: la montaña y el río, el helecho y la malva, el jilguero y la noche, el árbol y el apego, la franqueza y el bien.

domingo, 22 de febrero de 2015

VERDINES CON MARISCO



'Otru platín' con un toque marinero. Se puede preparar con fabes de la granja, las clásicas de la fabada asturiana. Este tipo de fabes por nuestra zona ni se conoce ni se cultiva mucho de momento, pero en los últimos años son muy populares en nuestra gastronomía. Hay que innovar que es lo mismo que experimentar: es como se aprende. Gracias a mi amiga Tere, que nos las regaló. Van por ella y los suyos.

Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España

PUESTA AL DÍA, A. G. Ovies

Carta a los padres ausentes

Padres míos: aquí no cambia nada, más que la luz del mar, la noche, el clima, el cielo o el mes o la semana. Está un poco peor que cuando os marchasteis, por mucho que nos digan que vamos hacia arriba, levantando cabeza, subiendo en estadísticas, superando barreras. Es todo una patraña. Es todo una mentira disfrazada de azúcar como cuando a los niños los complacen y arrullan con un cuento de hadas. Es una argucia, todo. Porque nadie está a gusto con cómo nos dirigen. Nadie está satisfecho ni de su día a día ni de su porvenir ni de cuanto le timan con impuestos, recibos, diezmos y otras metáforas. Nadie encuentra salida a los muchos problemas que invaden cada hogar ni a las muchas angustias con las que dan de frente tan pronto se despiertan, nada más se levantan.

Aquí no cambia nada. Siguen las calles llenas de indigentes que piden para un pan, una sopa. Y por cualquier esquina suplicantes que escriben su penuria en cartones o en un trozo de sábana. Siguen durmiendo cientos de miles de personas en cajeros y en parques sin más abrigo encima que el rocío que baja a lavar las mañanas. Siguen los niños huérfanos apilados en centros y los que los desean impedidos por trámites y lucro y burocracias. Y sigue habiendo hambre, cuando afirman que somos más ricos cada año. Y sigue la miseria produciendo patronos. Y siguen los conflictos. Y siguen las matanzas.

No hay más que desazón en muchos corazones, desahucios y embargos, opresión y amargura, negativas y alarmas. No hay más que poderosos que se apropian del bien ajeno y limpio. No hay más que iniquidad por parte de los que, igual que hacen la ley, manipulan la trampa. Y despidos y quiebras, falaces reajustes, balances trastocados. Y cada vez más jóvenes se van a otros países a infravalorarse. Y cada vez más débiles recalan en las playas.


Aquí no cambió nada. Continúa el obrero escalando el andamio. Y los desatendidos persistiendo en su lucha. Y los abusadores engrosando su saca. Permanece el enfermo en su lista de espera. Y algunos inocentes en la celda que ocupan en nombre de los tantos que nos hunden y estafan. Es todo lo que existe, tal como lo dejasteis. Tan solo brota, ahora, prematuro, el saúco. Y las tardes ya empiezan a oler a primavera; y aunque llueva y la nieve persevere en las cumbres, son un poco más largas.

lunes, 2 de febrero de 2015

FIDEOS CON MARISCO


¡¡¡FELICES FIESTAS DEL SOCORRO!!!
Otro año más las fiestas de Socorro dejan en Luanco ese sentimiento solidario de pueblo marinero y apegado a sus tradiciones. A través de diferentes actos, las asociaciones ponen todo su empeño y corazón para que quienes se acerquen al pueblo en estos días se marchen con buen sabor de boca. Desde el pregón, bonito y emocionante de Rocío, que abre los festejos, hasta el último volador... Esperemos que el temporal no juegue una mala pasada y todo brille como se merece.

Con ese propósito os dejo estos fideos con marisco, para que los preparéis sin dificultad alguna y comprobéis qué llenos de sabor. A nuestro padre le encantaban los fideos con "cualquier cosa"... Con marisco, muy ricos. A ver si os gustan, si bien, en Luanco, las cocinas olerán a rica e inigualable caldeada.


Un texto de A. G. Ovies, a nuestro padre, marinero de tierra, enamorado de la mar y los pedreos...




A mi padre, in memoriam

Llegó la hora. Para un final, cada día es temprano. Pero se acabó el tiempo de contemplar la mar desde tu casa y podar el saúco y hablar al horizonte. Se terminó la edad de barruntar la lluvia y la tormenta. De adivinar la ruta de los barcos. Se acabaron las noches de luna en E l Requexu. Y las limpias mañanas entre los castañedos y la húmeda quietud de Manzaneda.
No habrá más ocasión de recorrer, en vida, las costas ni los montes. Ni de otear el cabo, la rampa, ni el pedrero. Ni de prever bonanza ni resaca. Ni los bancos plateados de peces que cruzaban las tardes del verano y de la primavera. Se terminó tu estancia inesperadamente.Te llamaron, de pronto. Sin duda fue tu Luz, que ya tendrá dispuesto el cielo que os toca y ya habrá abrillantado el cerco de tu estrella.
Llega ahora el encuentro con la nada habitual y los espacios huérfanos y los jerséis dolidos en los armarios pálidos y las sillas desiertas. Ahora, la realidad punzante de la muerte, la ausencia que desprenden sus años posteriores. Y el silencio forzoso de todo tu utillaje y tus perros de caza y tus cañas de pesca. Llega la soledad con sus formas escuálidas, con su separación definitiva. Y la aflicción y el vértigo. Inexorablemente, llegan.
Te llamarán de tarde en tarde las gaviotas que anidan, al norte de tu norte, en La Gaviera. Y encallará en Llumeres otro vacío nuevo, otra distancia más junto al muelle gastado, junto al camino hendido, junto a las lanchas yertas. Te recordaré siempre, los domingos, temprano, con tu ropa de aguas y tu pelo ya blanco.
Te recordaré siempre, detrás de mí, agarrándome, enseñándome a andar en bicicleta. Te recordaré siempre conduciendo el camión, con litera y con claxon y almanaque, en el que me llevabas a aquellos viajes largos por largas carreteras.
Descansa en paz. No te faltó de nada. Eso es lo más grandioso que un ser humano otea al despedirse. Jamás te negaríamos aquello que pidieras. Unas manos queridas te labraron un reino de calor y cariño, de cuidado y de gozo, de respeto y de amparo. Es lo más hermoso que un alma puede ansiar, aquí, en la tierra.
Descansa en paz y elévate a los altos dominios. Vete en busca de ella. Y bendecidnos siempre, protegednos a todos desde el eterno azul, sangre de nuestra sangre. ¡Qué expatriación se siente! ¡Qué desarraigo queda!
© Aurelio González

martes, 20 de enero de 2015

MASA FRITA: TERESICAS CON MEMBRILLO, fácil


El relleno, a vuestro gusto.
Con el frío, la nieve y los cambios propios de estos últimos días, parece que apetecen más las 'llambeduras o llambionaes', con un chocolatín caliente y un apacible calor de hogar. Bueno, pues para ello os propongo estas exquisitas teresicas, basadas en las publicadas en el libro de Pilar Ovies, `Tu cocina´ y con el deseo de que os gusten. No plantean ninguna complicación y son rápidas de preparar.
La masa queda muy fina y hojaldrada

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Un texto de A. G. Ovies publicado en La Nueva España



Palanca de yerba n´Asturies. Foto: Orgullosos de ser Bañugueros.
La escasez en mitad de la abundancia

Aurelio González Ovies

Dicen que crece el hambre y sé que no es mentira, pero en mi tierra están las frutas caídas por el suelo. Y los huertos callados y olvidados sus lindes y abatidos sus muros. Nadie baja al otoño con cestos deseosos de bayas y sabores. Nadie prueba el almíbar de cada primavera ni recolecta el bien de sus libres arbustos. Tan sólo la alimaña se regocija y nutre del festín opulento de la naturaleza. Apenas los más jóvenes conocen las espinas del erizo ni han probado la carne de los escaramujos. De pronto hemos pasado de la nada al exceso. Y ya no recordamos la humildad de las uvas ni el tacto del membrillo ni el fragor del saúco de acostumbrarnos tanto a fingidos productos.

Dicen que hay hambre y sé que eso es muy cierto. Aquí, en cualquier calle, muy cerca de nosotros. Mas en cualquier paraje se pudren las ciruelas al borde del camino y las tiernas castañas y los piescos maduros. No apetecen a nadie las manzanas ni el higo ni las moras ni el apio ni el orégano tímido que perfuma el verano. Nadie mira las nueces ni recoge las guindas. Nadie aprecia el arándano ni el fértil avellano ni los solos madroños ni el rubor de los prunos. En mi región parece que nos sobra de todo o que aquello que abunda se desecha o se tira; y es más fácil comprarlo adulterado y falso. Y pisamos bellotas y añoramos su harina, descastamos el fuego y pagamos por humo.

Dicen que terminamos con todo lo que existe. Que es el sino del hombre. Que su instinto es así. Porque apenas cuidamos lo mucho que perdura con su verdad de siempre, con su paciencia inmune. Y me extraña que aún se prenda la luciérnaga. Y que sigan los cuervos con su vuelo de luto. Me admira que madruguen las ardillas y el Sol y que canten contentos el raitán y el cuclillo o que ahueque la noche la insistencia del búho. Me asombra que nos amen el perro y el caballo y todavía nos cedan su lana las ovejas y que no hayan cansado las aspas de la brisa ni se hayan obstruido las arterias del mundo. Me sorprende que el cielo no se haya desplomado o que la mar permita que profanemos más sus túneles cobalto. Me desconcierta el hombre, a veces, con sus poses. Porque dicen que hay hambre, pero somos un péndulo entre miseria y lujo.