A veces las pequeñas cosas nos hacen sonreír. Como esta pequeña decoración que este verano he puesto en casa.
Es un bol artesanal de barro y esmalte comprado en un bonito pueblo pesquero en el que paramos estando unos días de descanso.
Y dentro he puesto unas cuantas conchas recogidas en la playa. Cada vez que lo miro me hace pensar en verano, descanso y vacaciones. Y me arranca una sonrisa.
Aunque hayamos tenido el julio más frío de los últimos 15 años...